LA ALDEA BLOGAL
› Por Paula Carri
Mientras la empresa de Internet Google no para de expandirse, estos últimos días a través de un nuevo navegador, Chrome (http://google.com/chrome), hay opiniones encontradas –y hasta cruentos combates– acerca del papel de la gran G en la sociedad globalizada. Hasta ahora la voz cantante la llevaban la filósofa francesa Bárbara Cassin y su best seller Googléame, la segunda misión de los Estados Unidos. Cuenta la autora que “para entender el Google, me sirvió saber filosofía griega: el motor general de búsqueda, que recorre toda la web visible en un mes, cumple la primera función del logos, que es recolectar datos. La segunda función es elegir, clasificar, lo que en el Google se llama indexación. Pero esta indexación se efectúa por el análisis de las demandas de los navegantes, y esto tiene varias consecuencias”. En el libro indica, además, que Google brindaría información al gobierno de los Estados Unidos. Para el filósofo italiano Alessandro Baricco, creador de la original escuela de escritura Holden (http://scuolaholden.it), lo que representa el sistema de relevancias y entrecruzamiento de información del buscador es la importancia del saber que “es capaz de entrar en secuencia con todos los demás saberes”. Pero esa no es la única diferencia entre la mirada de Cassin y la del filósofo, que enuncia que hay momentos de inflexión en las sociedades, de sustitución de un paisaje por otro y que en esos momentos es cuando aparece el miedo a ser destruidos por hordas bárbaras, que “es tan viejo como la historia de la civilización”. Para Cassin, Google es “un campeón de la democracia cultural, pero sin cultura ni democracia”. Para Baricco, en cambio, “lo que tenían en la cabeza (Larry Page y Sergey Brin, fundadores de Google) era un objetivo tan ingenuamente desaforado como simplemente filantrópico: hacer accesible toda la sabiduría del mundo”. Para la filósofa, existe el peligro de que mediante el buscador se confunda información con saber. Para el italiano, en cambio, la invención de Google es lo más parecido, por su dimensión, a la creación de la imprenta: “Hoy, utilizando Google, se necesitan un puñado de segundos y una decena de clics para que un ser humano con un ordenador acceda a cualquier ámbito del saber”. Pero ni Baricco ni Cassin están solos en este debate. Los acompaña, a través de dos post más que interesantes, el hasta hace pocos días director del portal Educ.ar (http://educ.ar) y también filósofo, Alejandro Piscitelli, desde su blog Filosofitis (http://filosofitis.com.ar) donde se pronuncia a favor de la “alfabetización analógica multiplicada por la digital” de las conversaciones transmedia y de los acoples intergeneracionales que posibilita la web. Y se opone a Cassin, en cuanto ve a la Internet como una máquina eficiente de manipulación de la información.
En auxilio de Cassin, en cambio, llegó en julio de este año el escritor británico Nicholas Carr. Y lo hizo a través de un artículo que ya es lectura obligatoria para los especialistas en analizar la tecnología desde el punto de vista sociológico: ¿Google nos está convirtiendo en estúpidos? (http://theatlantic.com). Desde allí enuncia que, a medida que más información disponible exista, mayor será la dificultad para procesar y retener esa información. “La Internet promete tener particularmente efectos de lejanía sobre la cognición”, advierte. ¿Un efecto tan monumental como el de una horda de bárbaros?
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