INTERNACIONALES
Combativa y con un novelesco pasado guerrillero, la brasileña Dilma Rousseff no sólo es la primera mujer en ocupar la Jefatura de Gabinete de su país, sino que lidera un revolucionario plan energético en un área técnica históricamente reservada a los hombres.
› Por M. B.
“Dilma, usted tiene que perder esa cara de escritorio”, le dijo Lula a su jefa de Gabinete, Dilma Rousseff, hace unos meses. La frase formaba parte de una batería de consejos del presidente brasileño destinada a preparar a su posible sucesora en el palacio de Planalto en el 2010. Hace unos días, Lula admitió que es posible que el próximo candidato presidencial del Partido de los Trabajadores (PT) “sea una mujer”. Si bien se barajan otros nombres –el gobernador de San Pablo José Serra, el diputado Ciro Gomes y el gobernador de Minas Gerais, Aécio Neves–, desde principios de este año la prensa brasileña asegura que Rousseff es la favorita del premier, quien necesita a alguien de confianza y que le allane el regreso al poder en 2014. No sería la primera vez que un mandatario elige a una mujer que lo suceda para así seguir participando activamente en su gobierno, sin temor a traiciones. Salvando las enormes distancias del caso, así fue como Isabel Perón llegó al poder en 1974, consecuencia del cálculo de un marido presidente que al final de su vida ya no confiaba en nadie. En un contexto totalmente diferente y, además, dueña de una aceitada carrera política, la llegada de Cristina Fernández de Kirchner a la presidencia es, sin embargo, otra muestra de delegación de poder masculino a una mujer “de confianza”. En el caso de Rousseff, su principal ventaja radica en su firme compromiso ante Lula de no intentar la reelección en caso de ser electa presidenta.
Esa ventaja también puede ser su mayor defecto, indican algunos analistas. La actual jefa de Gabinete, la primera brasileña en ocupar este cargo, jamás disputó ninguna elección, ni siquiera como candidata a concejal. Le falta cintura y astucia política, subrayan. De ahí las instrucciones de Lula para que el cerebro de la estrella de su segundo gobierno, el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) –un ambicioso plan de inversiones en infraestructura, energía, área social y saneamiento– se convierta en una figura presidenciable. Además de pulir sus gestos serios y acartonados, el presidente le recomendó “acercarse al pueblo”. Lula sabe que en las encuestas, su protegida apenas cuenta con el 5 por ciento de intención de voto. Pero todavía falta para el 2010 y Lula goza de una impresionante capacidad de transferencia de votos, lo que en poco tiempo podría convertir a Rousseff en la candidata que él busca.
Si a Dilma se le achaca no ser un animal político, no puede decirse que le falte un pasado novelesco y combativo. Durante la dictadura de Joao Goulart, esta mujer de hablar pausado y manos que gesticulan, por entonces estudiante en la Universidad Federal do Rio Grande do Sul, comenzó a militar en la organización de izquierda Política Operária. En 1967, se casó con un periodista, con el que luego integraría la disidencia armada. Más tarde, entró a las filas de la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares, uno de los dos principales grupos armados de ese país en la década del ’60. Junto con José Dirceu, a quien sucedió como jefa de Gabinete luego de que éste dejara el ministerio envuelto en acusaciones de corrupción, Rousseff es una de los dos funcionarios con pasado guerrillero que han integrado el gobierno de Lula.
La hija del abogado y empresario búlgaro-brasileño Pedro Rousseff tuvo un papel crucial en uno de los operativos más espectaculares de la guerrilla urbana en Brasil: el robo en 1969 a la caja fuerte del entonces gobernador de San Pablo, Adhemar de Barros, que guardaba 2,5 millones de dólares en la casa del hermano de su amante, en Río de Janeiro. El operativo fue coordinado por Rousseff y Carlos Franklin Paixao de Araújo, que más tarde se convertiría en el padre de la única hija de Dilma. Pero esta muchacha de clase media alta de Belo Horizonte no participó físicamente en el operativo. Su rol era tan importante que la cúpula dirigente nunca la enviaba al frente, asegura el semanario de centroderecha Veja. Stella, su nombre de guerra, tenía tanta información que su captura ponía en riesgo a toda la organización. Una de sus funciones habría sido decidir el tipo de armas que se usarían en cada operativo y dónde debían ser robadas. Cuando los militares la detuvieron en 1970, el oficial encargado de preparar la acusación contra Rousseff la describió como la “Juana de Arco de la guerrilla”. Sentenciada por un tribunal militar que le negó un abogado, fue enviada a la cárcel, donde permaneció tres años y fue torturada.
La liberaron a fines de los ’70, se casó con Araújo y se estableció en Rio Grande do Sul. Se doctoró en Economía en la Universidad de Campinas y se dedicó a participar en la reestructuración del Partido Trabajador Brasilero, que luego pasaría a llamarse Partido Democrático Trabajador. Fue secretaria de Energía durante el gobierno de Alceu Collares, en Río Grande do Sul y en 1999 se unió al PT. En 2003, pasó a integrar el gobierno de Lula como ministra de Energía, un puesto clave para el desarrollo del país y en un ministerio completamente masculinizado, donde la entrada de una mujer fue vista con reticencia, a pesar de la buena gestión de Dilma en el área energética de Collares. No le resultó fácil: no bien llegó a Brasilia tuvo que hacerse cargo de la reorganización del sector eléctrico, destartalado luego de la crisis de racionamiento de energía del 2001. Pero su golpe de suerte llegó en 2005, cuando Dirceu tuvo que renunciar a la Jefatura de Gabinete y ella fue elegida para sucederlo. A partir de ese momento, Dilma estuvo en el centro de los planes más importantes para la economía y desarrollo brasileros: en 2006, su cartera anunció la construcción de siete usinas nucleares que atenuaran la permanente dependencia de Brasil del gas boliviano, esencial en la industria y el transporte del país, que sufre recurrentes crisis energéticas. Sin embargo, ese año, la ministra anunció también la total autosuficiencia petrolera de Brasil, que desde fines de los ’50 dependía de la importación de crudo, y que a partir del anuncio incluso empezó a exportarlo en cantidades nada despreciables. El broche de oro llegó a fines de 2007 con el descubrimiento de una gigantesca reserva de petróleo en la cuenca de Santos, en el estado de San Pablo. El anuncio, que coincidió con el record histórico del precio del barril, fue realizado por Rousseff, lo que para los analistas constituyó un gesto político del presidente brasileño, que de esta forma la señalaba como su posible sucesora en 2010. El descubrimiento –el más importante en los últimos 20 años– desató la euforia en el país: se calcula que en 2014 el crudo descubierto podrá comercializarse, lo que convertiría a Brasil en el 10 productor de petróleo del mundo.
Paralelamente, Dilma se encuentra a la cabeza del plan de producción de biodiésel, ejecutado por la compañía petrolera pública brasileña, Petrobras. Este biocarburante se realiza con aceites vegetales y grasa animal, lo que puede contribuir a reducir el consumo de petróleo y a luchar contra el recalentamiento global. Sin embargo, varios ambientalistas señalan que la producción masiva de biodiesel, conducirá a una notoria alza de precios de los alimentos y a la deforestación de la selva amazónica, lo que es desmentido por el gobierno. “Este programa ofrece una solución al problema de las emisiones de gas causadas por los combustibles, al tiempo que combate el hambre y fomenta la agricultura familiar”, señaló recientemente la jefa de Gabinete.
A Rousseff se la describe como una funcionaria “técnica” y “seria”, pero con pocas habilidades políticas. Recientemente ha sido salpicada por un escándalo. Según el diario Folha de Sao Paulo, Rousseff habría mandado elaborar un informe de gastos realizados por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, su esposa y algunos miembros de su gabinete, entre 1995 y 2003. Para la oposición, se trata de una maniobra de la ministra para desalentar a los diputados opositores que investigan supuestas compras hechas con tarjetas de crédito funcionales por integrantes de la administración de Lula. Pero nada parece empañar la buena estrella de Dilma, que esta semana aseguró que pese a la actual crisis financiera, Brasil seguirá manteniendo su tasa de crecimiento del 5 por ciento anual, una cifra elevada si se la compara con las proyecciones de desarrollo de países del Hemisferio Norte como Francia o Alemania. Si todo sale como lo planeado, es probable que en dos años Dilma suceda al líder petista que, sin embargo, no le soltará la mano para así volver a gobernar en el 2014.
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