INTERNACIONALES
Valentine Moghadam, directora del Programa de Estudios de las Mujeres en la Universidad de Purdue, EE.UU., emigró de Irán en los años ‘70 para estudiar ciencias políticas y sociología en Canadá y Estados Unidos. Sin embargo, su país la mantiene cada día más activa. Desde hace décadas la investigadora se dedica al estudio de los movimientos de mujeres en los países de Medio Oriente y el norte de Africa, como también de los grupos fundamentalistas en esa región.
› Por Verónica Engler
”No fui a Irán durante la década del ‘80 porque fueron los años más oscuros del período post-revolución, muy difíciles para las mujeres, los liberales y los militantes de izquierda”, cuenta la socióloga iraní Valentine Moghadam en uno de los intervalos de la conferencia que la trajo de visita a Buenos Aires: “La democratización familiar y la democratización sociopolítica: integrando lo público y lo privado”, organizada por el Centro de Estudios sobre Democratización y Derechos Humanos de la Universidad de San Martín y por el Instituto Interdisciplinario de Estudios de la Mujer de la Universidad de La Pampa. Autora de una veintena de libros (el último publicado es From Patriarchy to Empowerment: Participation, Rights, and Women’s Movements in the Middle East, North Africa and South Asia), Moghadam participó en Medio Oriente de la creación del Centro de Investigación y Documentación de Mujeres Palestinas en Ramalá, junto con la activista Zahira Kamal —que supo ser secretaria general de la Federación Palestina de Comités de Acción de las Mujeres y luego ministra de Asuntos de las Mujeres de la Autoridad Nacional Palestina—.
“En el Medio Oriente y en el norte de Africa en general las mujeres tienen menos participación económica que en otras partes del mundo —señala la investigadora—. Por eso es importante tratar de impulsar políticas para incrementar el acceso de las mujeres a buenos trabajos, porque el empoderamiento económico es la primera condición para el empoderamiento político y personal.”
—En la región de Medio Oriente y el norte de Africa se da una situación compleja, una combinación de progresos y reveses. No se puede generalizar y decir que la situación de las mujeres en todos los países era mejor en los años ‘60. Varios de los países mulsumanes estaban colonizados y atravesaron un proceso de descolonización y construcción de estados en los años ‘50. Por ejemplo en Egipto, el presidente (Gamal Abdel) Nasser instituyó reformas para modernizar la sociedad y también para atraer a las mujeres a la administración pública, a la educación, al mercado de trabajo. También fue así en la República Tunecina, donde el presidente (Habib) Bourguiba fue inclusive más lejos que Nasser en este tema, porque ayudó a instituir una reforma de familia que tenía como modelo al sistema francés, lo que resultó en una ley de familia más liberal para las mujeres. Un proceso similar estaba avanzando también en Irán, en Irak y en otro montón de países, pero no por ejemplo en Arabia Saudita y en Marruecos. En Argelia se daba una especie de mix de las dos situaciones, por un lado el nuevo gobierno apreciaba el importante rol que las mujeres habían jugado en el movimiento independentista, pero por el otro lado no crearon muchas oportunidades para las mujeres en el mercado de trabajo, ni en los puestos de toma de decisiones políticas, y unas décadas más tarde, en los años ‘80, las mujeres argelinas todavía estaban con un nivel muy bajo de educación, de participación económica y política, y con un nivel muy alto de fertilidad. En cambio, la República Tunecina ha tenido un progreso sostenido desde los años ‘50 y continúa mejorando. Irán es otro ejemplo distinto, atravesó una revolución islámica a fines de la década del ‘70 y los progresos que las mujeres habían hecho en los años ‘60 y ‘70 fueron revertidos durante los años ‘80. Ahora las mujeres iraníes tienen sólo dos hijos, una cifra muy baja, más de lo que los líderes conservadores querrían que sea.
—Sí, hay diferencias. Tengo un nuevo libro, que se llama Globalization and Social Movements: Islamism, Feminism, and the Global Justice Movement, en el que muestro eso. Hay islamistas moderados, y también están los más extremistas de la Jihad. Hago una distinción entre fundamentalistas e islamistas: no todos los fundamentalistas creen en el poder político, pero los islamistas sí creen en el poder político y tratan de buscarlo. Pero todos acuerdan en que la ley islámica es superior a cualquier otro tipo de ley, y quieren instituir o imponer la ley islámica en sus países. Los islamistas quieren lograr eso por medios parlamentarios, entonces ellos tiene partidos y toman parte en las elecciones. Algunos de ellos están activos en Egipto, Jordania, Yemen y hay uno o dos partidos de este tipo en Marruecos. Hay fundamentalistas islámicos que hablan de la Jihad, de destruir el imperialismo y los valores de Occidente, y creen en tomar las armas. Hay diferentes tipos de movimientos islamistas, pero incluso los grupos menos violentos no repudian completamente la violencia.
—No, yo no creo que sea una contradicción. Creo que hemos visto mujeres creyentes en otros países y culturas tratando de reconciliar las creencias religiosas y los derechos de las mujeres. De hecho hay mujeres judías y cristianas que argumentan que su religión es fundamentalmente justa e igualitaria, y que los hombres interpretaron mal y secuestraron la religión, lo mismo sucede con el Islam. Ellas (las feministas islámicas) dicen: “Esta no es la religión, el profeta Mahoma intentaba traer justicia e igualdad. Y los primeros años del Islam se caracterizaban por la igualdad, por la participación de las mujeres”. Hacen un tipo de reinterpretación, la iytihad. Ellas están haciendo su propia relectura y reinterpretación del Corán y de otros textos religiosos y de la historia temprana del Islam para mostrar que la sharia (ley musulmana) implementada hoy en día es errónea, que no refleja el verdadero Islam. Este fue un gran movimiento en Irán a comienzos de la década del ‘90, pero ha declinado porque no pueden ir muy lejos con ese argumento. Entonces esas feministas llegan al límite de su discurso, no pueden ir más lejos. Por eso dejaron de hablar de feminismo islámico en Irán, y ahora están usando el lenguaje de los derechos globales de las mujeres, ahora hablan acerca de la “Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer”, por ejemplo. Pero en otros países continúan utilizando el lenguaje del feminismo islámico, por ejemplo en Marruecos, en Egipto, en Yemen. Y es posible que en alguno de estos países pueda tener más éxito, pero también es posible que, como en Irán, alcancen el límite de ese discurso y se den cuenta de que tienen que utilizar el lenguaje internacional de los derechos humanos de las mujeres para perseguir sus objetivos.
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