PALABRAS MAYORES
Un recorrido por las jugueterías en vísperas de Reyes ofrece un panorama tan claro como esquizofrénico de cómo se prepara a la infancia para jugar, consumir y salir cuanto antes de la misma infancia. Ya existen, entre los juguetes “indicados” para las niñas, algunos que las convertirán en señoras paquetas de la tercera edad.
› Por Liliana Viola
Los Reyes, en aquella oportunidad que los lanzó a la fama, no tuvieron que pensar mucho en los regalos. El arrope, la miel, formaban parte de una tradición que simplemente se limitaron a seguir. Así que no debería asombrar tanto que 2000 años más tarde, los Reyes Magos relajen su imaginación y regalen, aunque a regañadientes, lo que hay que regalar. Esto es, lo que la publicidad les ha vendido a niñitos y niñitas durante todo el año, y no por igual —por ejemplo, el rosa especialmente rosado para ellas vende más que nunca—. Porque a pesar de la profusión de jugueterías alternativas —que merecen un gran capítulo aparte— las cartas para los Reyes consignan juguetes con nombre y apellido, marca registrada y correspondiente publicidad en televisión por cable. Según las megajugueterías consultadas, los más vendidos son aquellos que tienen su propio personaje en televisión. La saga de los Pet Shop es una de las más codiciadas, con su gran variedad de ofertas y tamaños que incluye ejemplares básicos —todos a partir de unos dibujos asombrosamente antiguos—, hasta llegar al “Diario íntimo” de los Pet, que responde a la voz de su dueño/a y devela o no secretos según se diga la contraseña correspondiente.
Más allá de este clisé, o más acá, hay que decir sigue impertérrita la vieja Barbie, que en muchas jugueterías figura como una categoría de la misma entidad que “Disfraces”, o “Juegos de mesa”. Barbie, como ya es sabido, se encuentra en todas las situaciones que puede, aunque la más buscada este año es aquella en la que cobra un poco de vida cantando un tema en español (las muñecas de los sesenta ya sabían hacerlo) mientras el corazoncito rojo que tiene en la garganta se le ilumina. Es que habrá que convenir en que a pesar de los grandes avances electrotécnicos, los juguetes siguen estando bastante atrás, demasiado estáticos y chapados a la antigua. Las infinitas reversiones del juego de la oca, que prometen un “tablero divertido”, son, si se las mira de cerca, la misma carrera de siempre donde se ha reemplazado a la ya vieja ave por un personaje del momento, que puede ser la misma Barbie o los chicos de High School Music. Será por eso que niños y niñas avezados en lógica cibernética agradecen con creces (y con creces pagan sus progenitores ya que estos ejemplares no bajan de los 200 pesos) los juguetes que demuestran alguna habilidad extra. Figura en muchas listas de agotados una mascota (Pet peluche) que promete interacción con su dueño/a mediante el ingreso a una página de Internet.
En el horizonte de las muñecas sigue firme desde su aparición, en 2001, la Bratz producida por MGA Entertaimuñeca, competidora un poco más latina, un poco más bocona y un poco más barata que Barbie, que también tiene su acompañante masculino, que a su vez se presenta con muchos atuendos y con una pose mucho más ambigua que la de Kent. “The only girls with a passion for fashion”, como reza su slogan, tiene también su propio descapotable, que como todo acto de rebelión al clisé de su rival, no es rosa sino blanco... Pero quien busque una muñeca que intente romper con la “norma muñeca”, se sorprenderá con Jaggets, una línea que tiene ya su propia música, programa y publicidad donde estas niñas bastante más “machonas” que lo autorizado en juegos y en la vida real, sin dejar de ser preciosas se salen del modelo: chicas con caras regordetas, bracitos rellenitos y pancita incipiente que además de este detalle vienen disfrazadas. Las muñecas que muy lejos están de la delgadez de Barbie no tienen profesión sino que se encuentran en plena situación de juego: una está disfrazada de modelo, otra será princesa y una tercera viene disfrazada de pirata.
Al sueño de ser grande no hay consejo ni lamento de adulto que lo pueda opacar. Ahora, de ahí a fomentarlo con juguetes que hagan avanzar a la niña unos sesenta años de un solo plumazo, sólo en las mejores jugueterías. Porque a los lápices de labios, brillantinas, taquitos y pelucones que ya son tradición y objeto de deseo indiscutibles, se agrega un accesorio que promete pasar sin escalas a la peor caricatura de la tercera edad glamorosa: se llama Fur Real y consiste en una carterita muy fashion y muy pequeña que sirve para llevar de paseo a la mascota que también viene en la caja. Algo así como un caniche toy que ladra estrepitosamente y se contonea como lo hace la mascota de Susana y de otras divas americanas y de comedias por el estilo. Pero para llegar a eso tal vez sea bueno incursionar primero en la etapa de las transformaciones del cuerpo. No digamos el viejo juego de las operaciones ni del doctor. En otro estante, uno de los juegos más caros propone: “Ahora puedes ver lo que puedes ser”. Esta promesa existencial no es otra cosa que un “Cambio de look digital”, pantalla que conectada a la computadora permite cambiar color de ojos, de pelo y otros detalles para ver el futuro de tu propio cuerpo. Hay también juegos que emulan máquinas de tatuar (Barbie también tiene una máquina de tatoo) que no se sabe bien si alientan o permiten posponer la pulsión por emprender la construcción y reconstrucción del propio cuerpo unos añitos más. El estereotipo de niña afeminada se confirma en la sección destinada a ellas en el estante de los juegos de mesa: hay uno que propone mediante tarjetitas, dados y preguntas poder conocer los secretos de tus amigas, cambiarte de peinados y hasta pegarte manchitas de acné como castigo cuando perdés.
El resto de los juguetes, fieles a la tradición que no deja morir al Estanciero, al Teg ni al pequeño pony, que este año está enfermo, tiene fiebre y se le pueden escuchar los latidos del corazón, se mueven en ese terreno incierto entre la sorpresa y lo previsible.
Es cierto que se puede decir que hace ya un tiempo hay más autos para chicas y más motocicletas que años atrás. ¿Pero cómo nos damos cuenta? Porque ambos son rosas, tienen una corona o un asiento dorado como marca inconfundible de que la usuaria, tarde o temprano, cometa o no infracción, debería dedicarse a lavar los platos. Salvo que se choque con un príncipe.
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