INTERNACIONALES
Sin experiencia diplomática y dueña de declaraciones poco felices y contradictorias sobre Medio Oriente, la próxima secretaria de Estado de Obama, Hillary Clinton, podría, sin embargo, sorprender a más de uno con su trabajo en la región.
› Por Milagros Belgrano Rawson
La guerra en Gaza ya ha cumplido una veintena de días desde que, a fines de diciembre pasado, la organización islámica Hamas violara el cese del fuego con Israel y que éste respondiera con ataques aéreos, que ya se han cobrado la vida de casi mil palestinos. Mientras el próximo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se prepara a asumir su cargo la semana que viene, los analistas y medios internacionales se preguntan qué pasos tomará Hillary Clinton ante este conflicto. La senadora por Nueva York se dispone también a asumir como la nueva secretaria de Estado, en reemplazo de Condoleezza Rice, que deja su cargo con menos opiniones favorables que cuando era consejera de Seguridad Nacional de George W. Bush.
Con un grueso currículum orientado a las relaciones internacionales, Rice resultaba una elección obvia para los Halcones que la asignaron al más alto cargo diplomático de los Estados Unidos. Hillary, en cambio, una brillante abogada con un impecable trabajo como Primera Dama, pero sin experiencia en política exterior –lo mismo que le criticaba a Obama cuando éste era su rival en las primarias demócratas– muestra un historial bastante errático en esta área. Quizá para limar su imagen de “izquierdista” que los republicanos siempre le endilgaron, como senadora –quizá la más popular legisladora de Nueva York– la esposa de Bill Clinton adoptó posiciones que horrorizaron a los sectores más progresistas de su país, como cuando apoyó la guerra en Afganistán y en Irak, contienda a la que Obama se opuso desde un principio. En 2006, mientras preparaba su candidatura a la presidencia, fue elegida por la revista Forbes la 18º mujer más poderosa del mundo. Obama terminó por vencerla en las primarias demócratas, pero su revancha llegó cuando el primer presidente afroamericano de ese país la nombró secretaria de Estado en diciembre pasado.
A pocos días de asumir su nuevo cargo, muchos recuerdan una ventaja que Hillary trae con ella: el nombre de su propio marido, que ostenta buenas credenciales en sus esfuerzos por negociar la paz en Medio Oriente. Pero, además de su inexperiencia en la diplomacia, la funcionaria también arrastra una serie de declaraciones contradictorias sobre la región. Mientras su marido era presidente, Hillary compartió la posición oficial de Estados Unidos, que por entonces abogaba por el establecimiento de un Estado palestino independiente. En 1999, fue criticada por mantenerse callada cuando Suha Arafat, la esposa del fallecido líder palestino Yasser Arafat, acusó a Israel de utilizar gas venenoso contra los palestinos y envenenar el agua potable. Un año más tarde, fue destrozada por varios grupos pro-israelíes cuando saludó con un beso a Souha. Sin embargo, pronto volvería a contar con el beneplácito de los sectores sionistas: desde su entrada al parlamento norteamericano, Hillary ha ratificado su apoyo a Israel. Incluso el año pasado, cuando competía contra Obama, declaró a los medios que si Irán atacaba a Israel, Estados Unidos iba a “destruir totalmente” al país islámico. Muchos recuerdan cuando, en el 2007, en el Senado condenó los ataques de Hamas contra Israel y cuando, en medio de la contienda electoral demócrata, indicó que el próximo presidente norteamericano debía dar por terminadas todas las negociaciones con esta organización islámica. Más tarde, cuando ya había sido nominada por Obama a este cargo diplomático, declaró ante miembros del Comité americano de asuntos públicos israelíes –un grupo de lobbystas estadounidenses que impulsa políticas pro-Israel en el Congreso norteamericano– que tanto el presidente electo como ella apoyarán a Israel “ahora y para siempre”.
Para Aaron David Miller, analista del Centro Internacional de Graduados Woodrow Wilson, citado hace unos días por The New York Times, si Hillary quiere empezar con el pie derecho no bien asuma, “tendrá que demostrar que es independiente de Israel”. Sin embargo, para otros, el conflictivo historial de Hillary en torno a estos temas y, sobre todo, sus idas y vueltas en sus encendidas declaraciones, podrían también fortalecer su posición como diplomática y negociadora, indicaba hace unas semanas Tamara Wittes, investigadora especializada en procesos de paz en Medio Oriente. La especialista del Brookings Institute también subrayó el hecho de que su marido Bill Clinton sea recordado con incluso afecto por tanto los israelíes como por los palestinos. “Al final de su presidencia, sus esfuerzos fracasaron, pero fue reconocido por ambos sectores”, sostuvo Wittes en declaraciones al sitio ABC News. Ante el fracaso de su antecesora, Condoleezza Rice, por negociar la paz en la región, a Hillary se le abre, sin embargo, un panorama optimista. Como política respetada y poseedora de impecables antecedentes en temas sociales –sobre todo en cuestiones como el acceso universal y gratuito a la salud y derechos reproductivos– y de derechos humanos, quizá, aunque pocos lo esperen, Hillary pueda hacer avances significativos por restablecer la paz en Medio Oriente. Por qué no.
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