Viernes, 13 de marzo de 2009 | Hoy
VISTO Y LEíDO
Una antología felina acerca las poesías de Olga Orozco, Ernesto Cardenal y Susana Villalba (entre otros) dedicadas a sus gatos.
Por Liliana Viola
El libro de los gatos
Liliana García Carril (Selección y prólogo)
Editorial Bajolaluna
187 páginas
Los gatos, si uno prefiere guiarse por esta antología, son una especie capaz de ser clasificada por el idioma. Por lo pronto, “Los de acá” y “Las versiones”. Es decir, los que están en castellano y los que han sido acercados al castellano desde alguna otra lengua. ¿Acaso son palabras, los gatos? Ninguno de los autores y autoras seleccionados parece tener la distancia necesaria con el objeto como para negar. Al menos no rotundamente. Se trata de versiones no sólo porque son poemas traducidos sino porque fueron poetas a su vez quienes se ocuparon de acercar a Ewart Milne, Edwin George Morgan y Elizabeth Bishop, entre otros. (Aunque las versiones son excelentes, también se incluyen los poemas originales.)
Entre los poemas “de acá”, donde ingresan argentinos, españoles y poetas latinoamericanos, figuran las mascotas de Olga Orozco, Joaquín Gianuzzi, Ernesto Cardenal y Susana Villalba, entre otros.
Pero ésa no es la única clasificación. En cada nuevo poema donde el felino se escurre y deja en evidencia a quien intenta detenerlo, los autores aparecen con el mismo orden con el que han ido apareciendo en este mundo. De mayores a menores de edad. La antología incluye autores muy jóvenes así como también alguno que otro de hace diez siglos. Es una antología de dueños, más que de gatos, se podría decir: sobre el modo en que no se puede poseer, la perplejidad que provoca este señuelo tan inspirador como amigo de la poesía.
Liliana García Carril, autora de esta antología de poemas gatunos, destaca desde su prólogo la relación equívoca y estrecha que existe entre la palabra y los felinos. Un poema de la polaca Wislava Szymborska, titulado “Un gato en una casa vacía”, parece ser el inspirador de la búsqueda del resto de los poemas. Pero García Carril señala que cada gato que ha tenido en su vida le ha dictado una nueva relectura para ese mismo texto. La misma antóloga se muestra enajenada ante estas criaturas que colecciona. ¿Los poemas o los gatos? Siguiendo mansamente el criterio de selección, pasando de un poema a otro –desde Jorge Luis Borges, para el que el gato es un simulacro, hasta la brasileña Angélica Freitas, para quien el gato es dueño esquivo que deja pelos, olores y ruidos–, parece ser convincente la relación equívoca que se plantea entre el gato y las palabras. Con toda la cuota de comunicación e ilusión vana que ellas traen. La antología, que reúne 60 poemas, no incluye el de la autora polaca que la inspiró. Todo un gesto gatuno, prueba de lo peligrosas y fuertes que son estas influencias.
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