VIOLENCIAS
Pasado el primer estupor después de la desaparición de la estudiante Florencia Pennacchi en 2004, sus amigas de la infancia se organizaron en el grupo Sin Cautivas. Desde allí recorren colegios para prevenir la trata, buscando crear conciencia sobre este delito entre las adolescentes.
› Por Elisabet Contrera
Cecilia y Flor se conocieron en la fila de salita roja, en el jardín de infantes. Cada una lucía su guardapolvo a cuadritos con aroma a nuevo. “Fuimos juntas hasta primer grado. Luego nos cambiaron de colegio, pero seguimos la amistad.” En ese cambio de escuelas, Flor se encontró con Silvina. “Yo la conocí en segundo grado. Su desaparición marcó un antes y un después en mi vida.” Leonora, en cambio, afianzó su amistad con Flor muchos años después, cuando emprendieron juntas el viaje hacia Buenos Aires. “Yo no sabía nada de trata hasta que ella desapareció.” Lilen descubrió a Florencia ya instalada en la ciudad, donde compartieron sueños y horarios de oficina. “Yo fui la última en verla con vida.” Las cuatro amigas de Florencia Pennacchi, una desde Buenos Aires y las otras tres desde Neuquén, ciudad natal de la víctima, marcharon el lunes pasado al cumplirse cuatro años de su desaparición y reclamaron a la Justicia que avance en la investigación de su búsqueda. Se sospecha que cayó en manos de una red de trata para explotación sexual.
“En este tiempo, el fiscal a cargo de la causa (Marcelo Retes) no hizo nada o casi nada. Se ocupó de investigar algunas llamadas anónimas sobre el paradero de Florencia, pero dejó de lado a un hombre clave en la causa, que sólo fue llamado como testigo, y con quien estuvo hablando horas antes de su desaparición”, denunció Lilen Díaz, que fue compañera de aula (ambas estudiaban Ciencias Económicas en la UBA) y en la oficina (trabajaron en el Instituto de la Vivienda de la ciudad de Buenos Aires).
Pocas horas antes de que la joven neuquina se esfumara, el 16 de marzo de 2004, con 24 años, Lilen había estado cenando con ella. “Ese día, Flor nos invitó a mí y a un amigo en común a su departamento, en Palermo. Cenamos tranquilos y a eso de las 3 nos fuimos. Ella nos acompañó hasta la parada del colectivo y luego se fue a un boliche de la zona”, recordó. En ese lugar –según el mismo testimonio– se habría encontrado con la persona que la había llamado reiteradas veces. Cerca del mediodía, Florencia llama a su jefe para avisarle que no iba a trabajar porque se sentía mal y a su hermano para saber si había mensajes para ella.
“Hay pruebas de que está viva y está con alguien en contra su voluntad. El fiscal lo sabe y no hace nada”, reiteró Lilen. Ella, junto a la mamá de Florencia, Nidia Aguilera, y su hermano, Pedro Pennacchi, se concentraron al frente del Congreso para reclamar por la vida de la joven y por la de cientos de víctimas de trata en la Argentina. La cruzada fue acompañada por las organizaciones antitrata que integran la campaña “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución”. ¿Dónde está? era la pregunta que brotaba del grupo de mujeres y para la cual no había respuesta.
La misma pregunta se hicieron en Neuquén, donde Cecilia, Leonora y Silvina, apoyadas por cientos de organizaciones sociales de la provincia, recorrieron las calles de la ciudad exigiendo la aparición de su amiga. “El 16 de marzo es un día de dolor y de mucha bronca para nosotras, pero lo hemos transformado en un día de lucha”, remarcó Silvina Bergmann.
Desde el momento en que desapareció Florencia, ellas luchan cada día contra los prejuicios, la desinformación y la impunidad que envuelven el delito. En ese proceso, el grupo de amigas decidió crear la organización Sin Cautivas. Feministas por la Resistencia y recorrer colegios secundarios, organizaciones sociales y barriales informando sobre la trata de personas. “Con la desaparición de Florencia descubrimos lo que es el delito, lo siniestro de sus conexiones y el dinero que mueve. Para ayudar en la búsqueda de Florencia y para que no haya más ‘Florencias’, decidimos conformar este espacio”, contó Silvina. “Como nos parecía muy difícil luchar cuerpo a cuerpo contra este negocio pusimos el énfasis en prevenir nuevos casos, crear una red de contención”, explicó Leonora.
“Yo fui la que más dudas tuvo en su momento con respecto al destino de Florencia”, recordó Cecilia Cavilla. “No podía creer que ella fuera víctima de trata, pero cuando conocí otros casos similares, como el de Marita Verón o Fernanda Aguirre, tomé conciencia de esta realidad y decidí comprometerme con esto”, contó. “Yo tampoco sabía nada sobre trata. Fue Silvina la que me empezó a contar, a pasarme información, a explicarme el alcance de las redes, a saber de otras chicas en la misma situación”, señaló Leonora.
Para que otras y otros jóvenes no caigan en redes de trata, durante todo 2008 las jóvenes visitaron escuelas secundarias de la provincia dando charlas sobre el tema. “Elegimos las escuelas secundarias porque concurren chicos y chicas que por su edad y su situación social pueden ser posibles víctimas de las redes”, explicó Silvina. “Les decimos qué es la trata, sus modos de captación, cuestionamos ciertos estereotipos, como por ejemplo, que las chicas se van de sus hogares por propia voluntad o que las únicas víctimas son mujeres pobres y morochas”, remarcó. “Florencia siempre nos sirvió de ejemplo para pensar lo contrario”, agregó. “Es enriquecedor estar con los chicos, colaborar a cuestionar ciertos conceptos y situaciones naturalizadas. Lo importante es generar los mecanismos para que las chicas no entren en pánico y brindarles información en situaciones de peligro”, sostuvo Cecilia.
La foto de Florencia en los carteles de las organizaciones de mujeres, en las manos de su madre, recordaron un año más de ausencia. Cada 16 de marzo, sus amigas invadirán las calles gritando a coro el nombre de su amiga. Tal vez, algún día, Florencia vuelva a estar entre ellas. Ya no se escuchará su nombre. Ella se convertirá en una voz más de ese grito colectivo.
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