Vie 27.03.2009
las12

Rosa quedó lejos

La ficción sobre temas de mujeres que puso en el aire Canal 7 a principios de marzo, con idea y libro de Leonor Benedetto, cumple con la enumeración de temas de género que no logran fraguar en una buena historia.

› Por Marta Dillon

“Entre nosotras nos apañamos”, decía el memorable personaje de Carmen Maura en la película Volver, de Pedro Almodóvar, sobre el final de esa historia de mujeres alteradas y aguerridas. Algo de eso puede verse en Rosa, Violeta y Celeste, la ficción que estrenó Canal 7 en los comienzos de este marzo, realizada con la clara intención de poner en pantalla temas de género. Pero, lástima, el “algo” apenas tiene que ver con el asunto de apañarse, porque aquí, por más que los muchos personajes femeninos emprendan sus luchas personales con una fortaleza un poco impostada, lo que sobrevuela toda la tira es un aire de melancolía demasiado visto y una cantidad de buenas intenciones que fueron haciendo agua a pesar de un buen elenco y una calidad de filmación al menos prolija. Falta lo de aguerridas, o tal vez esté, pero enunciado, sólo enunciado, demasiado enunciado. Es que, en general, si algo sobra en esta tira son las palabras: todo lo que no se puede ver o sentir está puesto en diálogos recargados, en opiniones de especialistas intercaladas con fórceps –se supone que aparecen en el marco de un programa exitoso que conduce la protagonista, Fem news (¿tenía que ser en inglés para dar idea de éxito?)–, en dramas que se abren tan pronto como se cierran como si de lo que se tratara, al hacer una ficción con perspectiva de género, fuera de enumerar padecimientos. Violación, embarazo no deseado, cáncer de mama, soledad, infidelidad, compulsión por el juego, por estar siempre joven y bella –al precio de la cirugía–, violencia intrafamiliar, compulsión por el consumo y otra vez soledad. Los temas van pasando como si hubiera que tildarlos de una lista, aunque su resolución sigue anotándolos en la lista del debe. Un ejemplo rápido: a poco de iniciada la historia, la hija de la protagonista, la veinteañera Celeste en la piel de Agustina Cherri, es violada (después se usará el término “abuso”, sin que se explique por qué el cambio de denominación) por un muchacho con el que estuvo coqueteando minutos antes. No deja de ser una sorpresa que por una vez el violador no sea un desconocido perverso que ataca desde la sombras y que la chica, antes de ir a su casa, corra a la comisaría, se supone, a hacer la denuncia. Pero, con el correr de los capítulos, resulta que el chico se excusa con su víctima diciendo que lo hizo porque “le gustaba mucho”, a lo que ella le pregunta: “¿Y por qué no me lo dijiste antes?”, como si eso cambiara en algo la situación ya vista. Evidentemente sí, porque veremos que padre del ahora abusador –se ve que la buena intención pesa en la tipificación del delito– y madre de la abusada –la Violeta de Leonor Benedetto, autora también del libro de esta historia– viven un romance mientras hablan livianamente de los errores de los chicos. Por supuesto, Celeste queda embarazada y decide tenerlo con la ayuda de una obstetra que no se ahorra lugares comunes al hablar –mucho, como todas– del milagro de la concepción y la vida. Promediando marzo no sabemos qué pasó con la denuncia y en cambio el abusador se muestra enamorado y preocupado por su futuro hijo o hija, de quien quiere hacerse cargo. Valga esta gema de sobrada muestra. Otros temas aparecen con la misma liviandad, igual que aparecen una y otra vez los muertos –sin ánimo de humor negro, uno de ellos es Ulises Dumont– a observar y obligar a reflexionar a las vivas sobre los errores que pesarán después en el más allá. Hay una amiga de Violeta que descubre a tiempo unos tumores en el pecho gracias a las buenas artes de un amante que reparó en sus tetas (demos gracias). Hay otra amiga que en la misma clínica se somete a la décima operación para quitarse arrugas sin reparar en que hay males mayores. Hay una abuela –Rosa según Carmen Vallejo– que habla de sexo y se apaña junto con su mejor amiga por la pérdida del amante de la primera y marido de la última. Y hay, por supuesto, una protagonista, bella, elegante, afectada y sola –a pesar de que no le faltan amantes, incluso uno más joven que ella, otro tilde en la lista– que llega a exasperar con su tono monocorde y ese rictus en la boca que caracteriza a Leonor Benedetto. Ella encarna a la mujer dedicada a su trabajo, exitosa y, digámoslo otra vez, sola. Cabeza de familia de mujeres e incomprendida por los hombres; seguimos tildando.

Algo amargo queda en el ánimo después de haber visto, con las mejores intenciones, un mes entero de novela. Es ese sabor que dejan las oportunidades perdidas. Porque el medio es ideal para plantear estos temas, porque podrían salvarse algunas actuaciones, porque, en definitiva, parece que no es posible tratar temas de mujeres sin estar pidiendo perdón por hacerlo. En palabras de la autora de idea y textos: “Estamos muy solos todos; el feminismo a ultranza nos ha llevado por un camino fatal. Algo puso frente a frente a los géneros, cuando lo lógico es caminar unos al lado de los otros”. Sucede que ese “algo” no es un meteorito como el que exterminó a los dinosaurios sino un cúmulo de razones culturales que tal vez habría que haber revisado antes de lanzarse con la enumeración obsesiva de padecimientos que parecen simples consecuencias de una catástrofe natural. ¤

Rosa, Violeta y Celeste, lunes, martes y miércoles a las 23. Canal 7.

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