Viernes, 10 de abril de 2009 | Hoy
INTERNACIONALES
Mientras aún resuenan los pedidos de Susana Giménez para instaurar la pena de muerte en Argentina, la lucha de la francesa Heloïse Mathon, madre del penúltimo ejecutado en ese país, ayuda a recordar que la Justicia no sólo no es ciega, sino que a veces comete errores imperdonables.
Por Milagros Belgrano Rawson
Son muchos los franceses que buscan contactar a Heloïse Mathon, madre de Christian Ranucci, el penúltimo ejecutado en Francia, en 1976, por el asesinato de una nena de ocho años. Son muchos los que leyeron El pullover rojo, el libro donde su autor, Gilles Perrault, denunció los gruesos errores en el proceso que condenó a este joven de 22 años a la guillotina. A muchos los impresionó esta historia donde la clave del asesinato nunca resuelto parecía ser un pullover rojo, el mismo que según testigos portaba el secuestrador de la niña y que era tres talles más grande que el de Christian y de un color que éste detestaba. Los policías y jueces a cargo de la instrucción eliminaron sistemáticamente pruebas que ponían en duda la culpabilidad de Ranucci. Luego de un extenuante interrogatorio que duró 20 horas, éste terminó por confesar el crimen. Después se retractó, pero ya era tarde. La opinión pública se encargó de hacer el resto: por entonces los franceses estaban shockeados por el crimen de un niño asesinado unos días antes. Ni la policía ni los jueces querían cargar con la muerte de otro menor y firmaron la sentencia de Ranucci. A diferencia de otros condenados a muerte, que recibieron la gracia presidencial, el presidente Valéry Giscard d’Estaing se negó a perdonar a Christian.
Madame Mathon vive en Avignon, en la Provenza francesa, en un modesto departamento. Se sabe poco de ella, que está muy enferma, que tiene 85 años y que no contesta la correspondencia ni los llamados de aquellos que quieren expresarle su apoyo, a ella y a su hijo, a quien muchos creen inocente. Sin embargo, y a pesar de su edad, sigue comprometida con la causa de su hijo. Minutos antes de morir, Christian pidió a sus abogados que lo rehabilitaran. Desde entonces, los letrados y su madre se han abocado a exigir la revisión del juicio para que Christian sea declarado inocente post-mortem. Tres pedidos fueron presentados ante la Justicia, que los rechazó por falta de “nuevos elementos”. Un par de años después de la muerte de Christian, Heloïse publicó el diario que éste había escrito en la cárcel. Un postfacio escrito por esta mujer sencilla y sin estudios acompaña el libro.
Durante gran parte de su vida Heloïse trabajó como niñera. Separada de su marido, Jean Ranucci, durante la infancia y adolescencia de Christian, Heloïse se mudó más de una veintena de veces, cambiando de barrio e incluso de ciudad. Tenía terror de que su ex esposo, alcohólico y violento, secuestrara a su hijo. Algunos dicen que simplemente no quería compartirlo con su ex esposo. Otros, que éste jamás se interesó por Christian. Para Gilles Perrault, en el caso de Heloïse, “la madre borró a la mujer”. Nunca volvió a estar en pareja y sólo se dedicó a ser mamá, que muchos describen como sobreprotectora y excesiva.
En 1996, cuando se cumplieron 20 años de la ejecución de Christian, Heloïse participó en un libro que escribió junto a Perrault y los abogados de su hijo. Más tarde se filmó una película sobre su lucha, con la actriz Catherine Frot en su papel. En el 2006 estuvo muy cerca de cumplir la promesa a su hijo. Por entonces, un periodista marsellés denunció que el famoso pullover rojo estaba escondido en un juzgado. Pero los jueces decidieron que después de tantos años de manoseo era inútil hacer una prueba de ADN sobre la prenda. Fue entonces que la salud de Heloïse, ya muy deteriorada, empezó a empeorar. Desde la ejecución de su hijo, regularmente aparecía en los estudios de televisión, con un pañuelo negro cubriendo su cabeza. Probablemente desconociera que, a miles de kilómetros, en otro país y en otro contexto político, decenas de madres con pañuelos blancos sobre sus cabellos reclamaban también por la suerte de sus hijos. “Estoy contra la pena de muerte y espero poder volver a este estudio algún día y decir que he podido probar que mi hijo era inocente”, dice en una emisión grabada en 1977 que todavía circula por Internet. Cuatro años más tarde, el ministro de Justicia Robert Badinter lograba que Francia aboliera la pena capital. Sin embargo, la Justicia francesa sigue sin aceptar el error que cometió con Ranucci. “Aceptar revisar las razones que hicieron condenar a un hombre tendría consecuencias graves para la Justicia”, decía hace unos años Jean François Le Forsonney, quien tenía apenas 24 cuando le tocó defender como abogado de oficio a Christian. “Pero también, al reconocer sus errores, la Justicia no se degrada ni se debilita, sino que se engrandece.”
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