PANTALLA PLANA
Romántica y protofeminista, la novela sensación de 1847 actualiza la versión gracias a la BBC y llega a la pantalla chica por el canal Europa Europa. Desde la pluma de Charlotte Brönte, Jane Eyre aún mueve estanterías.
› Por Guadalupe Treibel
Por la sed british de adaptar los clásicos locales literarios para TV (Orgullo y prejuicio, Feria de las vanidades, y más), la pantalla chica recibe una buena nueva que, con origen en la pluma de Charlotte Brönte en 1847, acerca una época y una figura femenina fuerte: Jane Eyre, el personaje que optó por la igualdad sentimental y el amor (propio y en pareja, ante todo).
En cuatro entregas, la miniserie –que la BBC realizó en 2006 bajo la dirección de Susana White– suma una nueva interpretación en la piel de la ignota Ruth Wilson, actriz con belleza que filtra e inunda, muy a pesar de unos labios colagenados que amenazan con falsificar un rostro del siglo XIX. Con todo, la versión de la novata da pelea a otras voces de Eyre (Charlotte Gainsbourg, Samantha Morton o Joan Fontaine, dependiendo década y adaptación) y termina asentándose en pantalla.
Así, la cinta que retoma la poco colorida infancia de la pequeña Jane (un mundo gris y rojo, a los ojos la realizadora), muestra el devenir a institutriz de la heroína de papel que, a pesar de las restricciones de época, se anima a reflexionar: “¿Cree que soy una autómata? ¿Una máquina sin sentimientos? ¿Cree que, sólo porque soy pobre, pequeña, básica, no tengo alma o corazón? Cree mal; tengo tanto espíritu como usted. No le estoy hablando ahora desde las convenciones o la carne mortal. Es mi espíritu el que se dirige al suyo, como si ambos hubieran pasado la tumba y los dos estuviésemos frente a Dios, como iguales”.
Así responde al hombre que quiere (y vuelve a querer), el bestial Edward Fairfax Rochester, un tipo con dinero y posición que le devuelve el sentimiento y una oferta: casamiento. Interpretado por Toby Stephens (que supo ser archienemigo del James Bond de Pierce Brosnan), el actor da en la tecla en su rol de hombre inaccesible y descolocado, aun cuando cierto donaire y elegancia le brota naturalmente, como al propio personaje.
Pero, claro, por su destino de culebrón, la trama no termina en nupcias: se complica y el argumento inglés –que había comenzado sombrío– se oscurece todavía más.
Filmado en hermosas locaciones (el castillo medieval Haddon Hall y las dunas de Derbyshire, al norte de Inglaterra), el lugar –por su naturaleza– encuadra a la perfección el tiempo de Charlotte Brönte, sus hermanas y su obra, tiempo en que la mujer comenzaba a cultivar (por su cuenta), sin formación académica, e incluso a escondidas y con seudónimo, el arte de la literatura. De allí que el hit de la década del ‘40 saliera bajo la firma de un nombre (por lo menos) ambiguo: Currer Bell (o sea, la propia Brönte).
Miope, tímida, nerviosa, con un dejo de acento irlandés... Así era Charlotte. Ella no aceptó los convencionalismos de la época y eligió casarse (por amor) a la cuarta propuesta, viajar, instruirse, escribir. Mujeres que no resignan, a pesar de lo “incompatible” que era ser mujer y hacer-lo-que-más-o-menos-se-quería. Murió estando embarazada, pero el reconocimiento la sobrevivió. No como Currer Bell, como Charlotte. En primera persona.
Y en primera persona va la vida de su personaje más famoso, Jane Eyre, la mujer que nos devuelve el canal Europa Europa, en una bonita (pero siempre oscura) adaptación que se ajusta al clásico y le hace justicia.
Jane Eyre Viernes 17 de abril a las 24, por Europa Europa (www.europaeuropa.tv)
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