DIEZ PREGUNTAS > A DIEGO BRACCO
› Por Roxana Sandá
–La gran mayoría de los documentos del siglo dieciséis fueron escritos por hombres e informan sobre lo que esos individuos consideraron relevante. Sobre las mujeres que vinieron al Río de la Plata en general y sobre ella en particular, hay muchos vacíos. María de Sanabria era hija del tercer adelantado del Río de la Plata. Como consecuencia de la muerte de Juan de Sanabria, zarpó –fue un hecho excepcional– hacia este “Nuevo Mundo” en el contexto de una expedición de mujeres. Desafió hambre, enfermedad, abordaje de corsarios. Sucesivos naufragios, la selva, el temor a la antropofagia de los indígenas hicieron que alcanzar su destino le llevara años.
–María de Sanabria estuvo prometida al hijo mestizo de Hernán Cortés. Para hablar sólo de un aspecto bastante abordado por los historiadores, en el “Nuevo Mundo” fue madre de dos hombres de Estado excepcionales. El primero, el obispo Trejo y Sanabria que, entre otras cosas, fue el fundador de la Universidad de Córdoba. El segundo, medio hermano del anterior, Hernando Arias de Saavedra, más conocido como Hernandarias, varias veces gobernador en Buenos Aires a fin del siglo XVI y principios del XVII. Si los progenitores fueron distintos, ¿cuál habrá sido la influencia de María para que alcanzaran esos destinos?
–Narra la peripecia de una protagonista del pasado temprano del Río de la Plata. En tanto novela histórica, utiliza una combinación de hechos documentados y sentimientos recreados. Es un hecho, por ejemplo, que en la armada Sanabria viajó Hans Staden, soldado de fortuna de la actual Alemania. Como consecuencia de los naufragios que sufrió la expedición, Staden fue capturado por indígenas. Los meses siguientes vivió aguardando ser sacrificado y devorado. Consiguió escapar y ya en Europa publicó e hizo ilustrar su relato, hoy muy relevante para los estudiosos de la antropofagia. A la hora de recrear los sentimientos, desde la novela se explora: ¿cuáles fueron las relaciones entre el arcabucero Staden y la noble María de Sanabria? Al respecto, los documentos son de escasa o ninguna utilidad. Sin embargo, para devolver la voz a quienes vivieron sabiendo que tal vez morirían al día siguiente, risa, amor, o sexo son imprescindibles.
–Frecuentemente cito a un eminente historiador argentino, cuyo texto me llamó la atención cuando empecé a pensar en esta novela. Enrique de Gandía, en relación con el ataque de corsarios que las expedicionarias sufrieron durante la travesía, escribió: “Mientras las damas y damiselas se agrupaban atemorizadas y silenciosas, ahogando los sollozos, en la popa del navío, los franceses pillaban todo lo que hallaban a la mano”. ¿Es posible creer que mujeres que tomaban riesgos tan enormes se hayan dedicado a “ahogar los sollozos”? Hace falta –sin perder de vista los juicios y prejuicios de esa época– rescatar de entre la documentación la voz de las mujeres. Y también es necesario dejar de lado textos que parecen escritos por hombres buscando justificarse por no haber impedido el abordaje.
–Me parece que escribir novela proporciona una fantástica herramienta para entrar en la inteligencia y sensibilidad del otro. Así, investigar y hacer ficción sobre mujeres me interesa principalmente por lo poco que las entiendo, y lo mucho que me gustaría entenderlas. Los días que estoy optimista, creo que he aprendido algo. A veces me parece que mi mirada ha cambiado, que ha ganado en profundidad.
–No. Sin embargo, aunque la respuesta fuera afirmativa, también contestaría que no. Incluso desde la perspectiva de que el aborto es la menos mala de las alternativas en unas circunstancias por las que nadie desearía pasar: ¿beneficiaría a alguien una respuesta positiva?
–Desgraciadamente ocurre con frecuencia; mi reacción tiende y ha tendido a ser anticuada. La última vez, el agresor se envolvió en la cobardía que los caracteriza y se alejó. Ella me agradeció con una sonrisa indulgente, con aprecio por mi buena voluntad pero con ironía. Resultó evidente que disponía de mejores medios para defenderse que mi ayuda decimonónica.
–¿Cosas? Mi gente es imprescindible; soy imprescindible para los míos.
–A mi gente. A una buena compañía. A la risa. A la montaña y el río. A un buen día (es de mis pasiones actuales) de vuelo libre en parapente.
–Mandar y obedecer son dos cosas que verdaderamente me desagradan; llegado el caso, mandar me resulta todavía peor. Para ejemplificar con una de las preguntas anteriores, creo que una ley que despenalice el aborto evitaría males terribles a mucha gente de la mayor valía. Al mismo tiempo, no puedo ignorar que aumentaría el sufrimiento para quienes creen que esencialmente se está matando a un niño. Toda ley, incluso la más beneficiosa, tiene su reverso. Cualquier ley, incluso la aprobada con la mejor buena voluntad, puede causar más daño que beneficio. En suma –y bien que podría haberlo dicho brevemente–, no me gusta decidir por los demás.
Investigador, profesor, doctor en Historia por la Universidad de Sevilla y por el Programa Europeo de Doctorado. Publicó numerosos libros académicos. Su novela El Mejor de los Mundos fue galardonada con el Premio de Narrativa Universidad de Sevilla y con el premio Revelación de la Feria del Libro de Uruguay. Nació en Copenhague en 1957, tiene nacionalidad uruguaya e italiana. En la actualidad reside en España. Además de su última novela, María de Sanabria (Editorial El Ateneo) ha publicado Memorias de Ansina, Guenoas y Una degollación de charrúas.
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