Vie 05.06.2009
las12

MEDIOS

Yo pongo condón

La campaña del Ministerio de Sanidad español para promover el uso de preservativos entre jóvenes abrió la polémica sobre cómo dirigirse a una población que parece manejar códigos propios.

Como si fuera un eco de aquella campaña llamada “Triki triki bang bang” –debiendo entenderse por Triki triki, preservativo y por bang bang, coito o relación sexual– que fuera financiada en Argentina por el Fondo Mundial contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, en España empezó a verse y a escucharse una campaña del Ministerio de Sanidad de la península para fomentar el uso de preservativo entre los y las más jóvenes, no tanto pensando en la transmisión de enfermedades infecciosas como en los embarazos no deseados, ya que según las cifras de ese mismo ministerio al menos un 12 por ciento de las chicas entre 13 y 19 años quedaron embarazadas por no usar anticonceptivos y la mitad accedió a un aborto. El spot –que tiene su versión radial y televisiva– se llama “Yo pongo condón” y muestra a una pareja heterosexual en el momento en que se disponen a tener relaciones sexuales. Es entonces cuando comienza la música, un conocido –en España, claro–rap cuya letra se compone íntegramente de palabras con la letra O. Pero, claro, el recurso creativo es también la trampa: para poder utilizar palabras con una única vocal es necesario recurrir a eufemismos como “con condón yo floto pronto”, dicho por el varón, no se sabe si en referencia a la velocidad con que logra la erección o la eyaculación –eyaculación precoz, menuda preocupación para adolescentes que inician su vida sexual.

Para la chica el texto es más explícito: después de un violento “stop” y de llamar a su pareja “tronco”, ella canta: “Yo no corono rollos con bombo/ Como fosos. Como pozoz. Somos dos/ O con condón... o yo sobro”. Es verdad que los españolismos pueden dejarnos afuera –al menos de las comparaciones: ¿como fosos? ¿como pozoz?, cabe aclarar que la letra está tomada de la página oficial de la campaña–, pero si se juzga por la repercusión que ha tenido entre foros de jóvenes en internet esta rima, se diría que están hablando en un idioma que lejos de ser el mismo que se usa en las escuelas es directamente críptico para la mayoría. “La primera evaluación del Ministerio de Sanidad fue que el spot había sido un éxito porque su página en el portal YouTube había tenido casi 200 mil visitas en una semana –dice la periodista española Esther Samper–, pero lo que no dicen es que el 90 por ciento de los comentarios dejados son de burla por un vocabulario desconocido e imposible de apropiarse”.

En el caso del parlamento que le toca cantar al varón, las cosas no mejoran demasiado: “BÓMBÓN / ... Yo propongo cóndón como modo... / ... lo cojo, lo toco, lo pongo... / ... con cóndón... yo floto pronto... / Sólo con koko”. Léase por koko, esta vez, condón.

Sin embargo, a pesar de las críticas que llueven sobre la campaña española, desde aquí se puede mirar con cierta nostalgia por lo que nunca se ha tenido hacia el otro lado del océano. En definitiva, más allá del enredo de la o, la palabra condón se dice claramente y los chicos que aparecen en el spot no están bailando en la calle si no haciéndose caricias, apoyando lo que se escucha con el cuerpo, tanto en el momento en que la chica dice “stop” –en ese exacto momento en que todas las campañas naufragan, cuando el no de una mujer no se escucha, cuando los chicos en lugar de planificar sus relaciones se zambullen sin pensar ni tomar precauciones–, como cuando el varón se detiene para insistir: “lo cojo, lo toco, lo pongo”. Por aquí, ya ni siquiera queda aquello del “triki triki, bang bang”, eufemismo imposible de descifrar si no fuera gracias a un enorme esfuerzo de imaginación, bien entrenada después de años de campañas intermitentes que llegaron a comparar al preservativo con un salvavidas, con un impermeable, con una camiseta pero pocas veces habilitaron la seguridad sobre su efectividad tanto como método anticonceptivo como para prevenir infecciones de transmisión sexual. Aunque, claro, en épocas en que los preservativos ya ni siquiera se ven en los hospitales públicos –al menos en la ciudad de Buenos Aires– hasta aquella onomatopeya se extraña.

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