Viernes, 26 de junio de 2009 | Hoy
VISTO Y LEíDO
La sentencia contra Carlos Carrascosa, ex marido de María Marta García Belsunce, pone a los ojos de la Justicia el crimen del country El Carmel en un caso más de violencia de género. El libro Mía o de la tumba fría relata cuatro casos policiales sin descontextualizar que son producto de la agresión machista.
Por Luciana Peker
En la provincia de Buenos Aires, el 68 por ciento de las mujeres que son asesinadas fueron muertas por sus maridos, novios, amantes o ex parejas. María Marta García Belsunce fue, igual que casi 7 de cada 10 bonaerenses, víctima de la inseguridad íntima. Su muerte se contó como una novela, pero en realidad formó parte de un engranaje de episodios de violencia de género que aparecen, todavía, a las sombras de la atención mediática y estatal.
El libro Mía o de la tumba fría, de Liliana Caruso (periodista de Clarín y Radio Mitre), Florencia Etchevés (periodista de Canal 13 y TN) y Mauro Szeta (periodista de TN y Radio Mitre), de Editorial Longseller, cuenta que en la Argentina el 24 por ciento de las mujeres son víctimas de violencia y en 1 de cada 5 relaciones amorosas hay violencia contra la mujer. En los diez primeros meses de 2008, 110 mujeres murieron a manos de parejas o ex parejas. Y sólo en la ciudad de Buenos Aires llaman pidiendo ayuda (a un 0800 que la gestión macrista acaba de peligrosamente desarticular) casi 1000 mujeres por mes.
La contextualización estadística del libro no sólo describe cifras. Allí también se relatan crímenes que no pueden dejar de ser historias atractivas porque muestran la oscuridad que se esconde tras el verde rutilante de los countries, como la oscuridad que acechó a María Marta García Belsunce, en Pilar, o a Nora Dalmasso en Córdoba. Pero implica un gran paso que tres periodistas policiales (se los podría llamar de raza), de esos que cuentan en vivo y en directo (con los riesgos y hallazgos de esas coberturas) cada robo o asesinato rutilante, den un paso al costado al puro anecdotario o al temerario término de crímenes pasionales (que sólo minimizan los asesinatos de mujeres enmarcándolos en arrebatos de pasión) para diagnosticar y relatar las historias en el contexto de la violencia machista que arremete contra las mujeres en la Argentina.
De una violencia machista que todavía no se nombra en la mayoría de los medios y a la que políticos y periodistas –en general– no visualizan como una problemática a solucionar. O, por el contrario, que en medio de una campaña electoral el 0800 de la Dirección de la Mujer del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sea unificado con consultas de cualquier tipo (como el pedido de talar un árbol), sin que se dimensione la amenaza a nuevos crímenes y golpes que ese desmadre de recursos significa.
“La violencia de género es un hecho en la Argentina y es por estas cifras que ante cualquier crimen el primer sospechoso, el principal sospechoso, el eterno sospechoso siempre es el compañero sentimental. Pero si a esto le agregamos encubrimientos familiares, alteraciones en escenas del crimen, tráfico de influencias, agentes policiales y judiciales sospechados de mal desempeño, dinero, poder y hasta política, conseguimos los cuatro casos policiales más interesantes de los últimos tiempos”, se presenta el libro en el que se cuentan las muertes de María Marta García Belsunce, Nora Dalmasso, Rosana Galliano y Andrea Pajon.
No es la primera vez que un libro relata el crimen de María Marta. De hecho, ya Ricardo Canaletti y Rolando Barbano escribieron El caso Belsunce, enemigos íntimos, de la colección Policiales Reales, de Editorial Planeta. También los propios Caruso, Etchevés y Szeta publicaron No somos ángeles. Historias secretas al filo de la ley, de Editorial Marea, donde se describía la muerte de la socióloga que fue asesinada en el country El Carmel. “María Marta y el pituto asesino” se llama el capítulo del texto de Editorial Marea en donde se relata: “El domingo 27 de octubre de 2002 Boca Juniors le ganaba a River Plate por dos goles contra uno. Los bocinazos, que anteceden siempre a los festejos, coparon la típica escena argentina. Nadie imaginaba que una mujer estaba siendo brutalmente asesinada dentro de uno de los countries más exclusivos de la Zona Norte de la provincia de Buenos Aires. Era María Marta García Belsunce. Su marido y su familia la velaron y la enterraron convencidos, según ellos, de que se había muerto a causa de un golpe en la bañera. Cuarenta días después, y entre miles de dudas, una autopsia descubrió la verdad: seis balas habían acabado con la vida de la mujer, miembro de Missing Children. Así empezó a escribirse una de las historias más enigmáticas de la crónica policial argentina”.
Pero el enigma terminó, al menos para la Justicia, con el fallo de la Sala I de la Cámara de Casación Penal que revocó el fallo del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 6 de San Isidro y condenó al agente de Bolsa Carlos Carrascosa a prisión perpetua. “No es una situación excepcional en un país donde en el 2008 hubo 110 casos de asesinatos de mujeres perpetrados por su círculo íntimo (esposo, novio o amante), un dato que tiene, comparándolo con España –donde la violencia de género es una cuestión de Estado–, 90 casos registrados. Estamos ante un grave problema que debería llamar el interés de las autoridades que miran para otro lado. Amnistía Internacional advirtió que no hay planes para que la violencias de género se erradique y el tema ni siquiera entra en la agenda electoral”, advierte Liliana Caruso.
La muerte de María Marta apunta a un tema tabú: la violencia machista en las clases altas.
Incluso, esta semana se supo que Carrascosa reclama su herencia como viudo: un tercio de un departamento en San Isidro, un terreno en Pilar, tres lotes en el country El Carmel, dos camionetas, una 4x4 Honda y una Ford, en un trámite sucesorio sospechado desde el momento en el que para pedir las propiedades presentó el certificado de defunción trucho en donde a María Marta se la daba por muerta por un resbalón en la bañadera y no por los disparos que le costaron la vida.
Etchevés recalca: “María Marta fue víctima de violencia de género y eso prueba que el violento que le pega a una mujer no tiene por qué no tener educación. Un tipo sin antecedentes, espléndido, educado en los mejores colegios y con plata, puede cometer un crimen de género. El fallo de la Cámara deja en claro que la violencia de género atraviesa todas las clases sociales, aunque las mujeres pobres se atreven más a denunciar que las mujeres ricas, que por pudor o vergüenza prefieren quedarse con ese problema en su casa”.
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