TENDENCIAS
Carritos para compras en cuero y animal print, aspiradoras con incrustaciones de cristales, guantes para lavar los platos con plumitas, palas de jardín con formas de bichitos, escobas estampadas... el diseño todo lo toca con su varita mágica para hacer la vida, si no siempre más confortable, al menos más bella. Pero ¿es posible convertir en placenteras las tareas domésticas? ¿Es necesario?
› Por María Mansilla
El de Florencia, amiga de la facultad de esta cronista, fue uno de los deditos que mandó a sus contactos la campaña virtual contra el uso de bolsas plásticas. Al poco tiempo era su cumpleaños: qué mejor regalo –pensé– que el bolso de tela que promueve esa movida. Lo compré en Tienda Palacio, un local trendy de San Telmo. Le pusieron un moño y... lo guardaron en una bolsa de nylon. El medio justificó el fin: Florencia ya es conocida en toda su cuadra por mover la cabeza de un lado a otro cuando le embalan las compras en el lugar común.
Las bolsas alternativas no están en cualquier lado. Búsquense en tiendas de diseño. Hay una variada oferta: desde las producidas por Cooperativa La Alameda –integrada por sobrevivientes de talleres textiles clandestinos– hasta las que produce la gente de Mundo Bird –que declaró que un viaje a Europa les inspiró la idea–.
Se trate o no de una nueva estrategia de consumo, detrás de la tendencia de moda hay una causa ecológica. Lea si no el artículo “Desembolsadas” que este suplemento publicó hace un año: 25/07/08. ¿Habremos consumido menos de un millón de bolsas por minuto, en todo el planeta, como se calculaba entonces? De esa nota a esta parte, cada vez más gente, gobiernos y empresas buscan hacer añicos la postal urbana de la bolsita viajando por el planeta, inmortal.
Porque esas bolsas están hechas con recursos naturales como el gas y el petróleo, viven más que la abuelita más longeva y luego arrojan sus cenizas (tóxicas) al suelo donde crecen las plantas y el alimento de los animales que comemos...
Así estamos, según www.nousobolsasplasticas.com, en la batalla que se libra, también, desde cada hombro fashion victim.
Irlanda, Escocia, Reino Unido e Israel cobran el 20 por ciento sobre las compras a usuarios de bolsas plásticas.
Taiwán prohibió a los supermercados que las entreguen gratis.
San Francisco exigió que las reemplacen por bolsas reciclables.
Kenia, Tanzania, Ruanda y Uganda las prohíben, por ley.
¿En la Argentina? Un proyecto legislativo propone tolerar hasta el 2013 como plazo máximo para reemplazarlas. Mientras, en El Calafate están prohibidas y dicen que multan a los negocios que las entregan. En Mendoza, Buenos Aires, Tucumán y Chubut hay medidas similares. Por ahora, sólo WalMart incorporó bolsas oxibiodegradables.
Olvidémosla. Para qué comprar una Etelvina, esa hermosa gallina guardabolsas: dejará en evidencia la indiferencia ante la mencionada campaña y la insensibilidad por el bienestar animal al tener en casa a un pollo patas para abajo, como a punto de ser acogotado. Y todo por $70. ¿Demasiado políticamente incorrecto?
Entonces, volvés a tu casa sin la gallina pero con las compras del supermercado chino apiñadas en el bolso pro, y ahí está él: changuito ruedas tipo 4x4, hermoso, parecido a una valija cabsize, tela marrón con lunares beiges. Tu vecina lo empuja y, tranquila, con la otra mano sostiene a su caniche. Apenas entrás, buscás en Google “Arredo” y lo encontrás: cuesta más de $100, se destaca como “Objeto de decoración” (viene también en animal print, su versión underglam).
El psicoanálisis dice que el objeto satisfactor de la felicidad no existe, se corre todo el tiempo. Pero a veces pareciera que está ahí, en la vidriera o peor, al alcance de la mano en las tiendas modernas donde sólo te atiende la persona que cobra. Le Corbusier –además de arquitecto, diseñador– creía que la arquitectura podía cambiar el mundo, relacionaba diseño con utopía, pero relacionaba belleza y libertad con racionalismo y austeridad.
Quizás la cita viaja demasiado lejos a la hora de pensar las consecuencias inmediatas de la llamada democratización del diseño. ¡Diseño en todas partes! En aparatos tecnológicos, indumentaria, elementos de limpieza... hasta en el papel higiénico. Hasta en el tiempo libre. Palas y escobas animal print, guantes de lavar los platos con plumas, palitas para arreglar las plantas con forma de vaquita de San Antonio. Delantales que parecen una prenda by Juana de Arco. Sartenes pintarrajeadas en la parte que va al fuego (no aptas para cacerolazos). Electrolux se entusiasmó en serio: tooneó una aspiradora al estilo high cuouture: le incrustó 3730 cristales Swarovski.
“Sobre todo en tiempos de crisis, se debe privilegiar la función de los objetos. Pero es cierto que la neurosis del ama de casa puede ser más benigna si se le agrega un condimento lúdico. De todas formas, si ese objeto no brinda una satisfacción sólida, pronto va a requerir de un nuevo objeto para desandar la frustración. Si no está resuelto cabalmente su aspecto funcional, es consumismo barato, es suicido plantario”, opina Marcos Shayo, director de Productos Banus y miembro de la Asociación Argentina de Inventores. Shayo inventó la cortina magnética y la jabonera Banus, objetos amigables en cuanto a función y economía.
No es cuestión de ser apocalípticas si todo es puro diseño. Celebramos la llegada de la pava eléctrica que, aunque nos divorcia de la contemplación del fuego, nos permite tomar mates sin quemarnos la lengua. Compramos los pañales más modernos porque sabemos que en serio cuidan el culito del bebé de dermatitis. Nos divierte que nos regalen portarretratos dobles con formas de anteojos y posamos la mirada en la revista que presenta las banquetas de plástico con patas símil elefante. Hasta pesarnos duele menos si la balanza tiene cierto touch.
Pero tampoco es cuestión de ser ciento por ciento integradas. Es que hay tanto. ¿Es un chiste? ¿Un aliento? ¿Es una nueva exigencia la de estetizar incluso el ámbito más trabajoso de la casa? ¿Qué fue del batón, jogging y las pantuflas? ¿La celda del hogar se vuelve fashion? ¿Hay que maquillar las rutinas de la casa para creerlas tolerables? ¡¿Asistimos a la maitenización de la chica Utilísima?!
Cecilia Sonzini empezó diseñando changuitos para las amigas porque “veía que nos había cambiado el ritmo de vida, había una vuelta al mercado, disfrutamos de cocinar, de recibir amigos”. Luego siguió por canastos y manteles de hule. Una vez, un hombre le reprochó: “¡Vos no querías lavar más manteles y te inventaste los de plástico!”.
Sonzini descarta la teoría del complot. “El diseño busca siempre nuevas formas. Hoy hay más consumismo, entonces se buscan propuestas que hagan a la gente consumir más. Pero el diseño siempre estuvo: las cosas antiguas para la cocina son una belleza. Hoy, hay más opciones. Desde sus propuestas lo que busca el diseño es hacer bello el día a día.”
La consultora Euro Rscg Worldwide hace un tiempo golpeó puertas de EE.UU. y de Inglaterra. Las abrieron mujeres para las que estar en casa, como no es obligación ni aterrizaje forzado, es una fiesta (léase: un símbolo de status). Muchas elogian la figura de la abuela...
Las llamaron “Home Divas”, especie un poco menos histérica que las Desperate Housewifes pero con la misma debilidad por el consumo. Todo lo prefieren deco, y ya no hablamos de changuito sino del celular, de la netbook, del home theater. Gran parte de su vida social la desarrollan in house. Muchas apuestan al home office. Y brindan por la diversidad... del delivery. Miran al primer mundo. Viven en palacios urbanos. Y ni hablar de la seguridad. “Heal the World, make it a better place”.
Así como las falsas gurúes de la sexualidad nos señalan cómo comportarnos en uno de los principales cuartos de la casa –el dormitorio–, pareciera que el diseño llegó para repatriarnos a nuestro lugar de origen. Como si quisiéramos que la cocina sea nuestro “cuarto propio”. Qué dirá Virginia Wolf desde su tumba. Quizás ría.
En www.espacioliving.com, por ejemplo, al revelador artículo “Qué poner en la mesa ratona”, le sigue “Convertí la cocina en el centro de tu casa”. En él, un arquitecto explica: “El estilo de vida informal y la necesidad de simplificar las cosas nos permiten recibir gente en la cocina, lugar que hasta no hace tantos años era sólo un área de servicio. Hoy es considerado el corazón de la casa”.
En la misma línea, Clarín publicó una investigación del Instituto Nacional del Envejecimiento estadounidense. “Algunas tareas hogareñas son buenas para sumar esas dos horas de actividad física diaria que se necesitan para estar saludable”, descubría. En su enumeración subrayaba la utilidad de “pasar la aspiradora o limpiar ventanales”.
Si es que el diseño es inimputable y está para hacernos las tareas doméstica más felices, ojalá algún día el oficio se solidarice con otra causa: ¡promover la equidad de las tareas domésticas! Mientras tanto, si tenemos ayuda es paga, y como escribió Lucy Kellaway en el Financial Times: “Lo bueno de nuestra empleada doméstica no es que ordene las cosas, sino que evita que odie a mi marido”.
En los años ’50, en pleno boom en EE.UU. por los electrodomésticos, Clarice Lispector escribía columnas en revistas femeninas brasileñas. En “Limpar a casa e ficar bonita”, ironiza sobre una supuesta amiga que friega y se somete a un tratamiento de belleza al mismo tiempo. “¿Es sabia o está loca?”, dispara Lispector, y relata. 1) Antes de empezar se despinta las uñas, se embadurna con crema y se pone guantes de lavar los platos. Al terminar, las manos están listas para el nuevo esmalte. 2) Antes de hervir alimentos y lavar con agua caliente se pasa una buena crema en la cara (nada mejor que el vapor de agua para tonificar la piel). 3) Rescata unos huevos de la heladera y... al pelo. “De vez en cuando, para el trabajo y respira profundamente. Así, además de descansar, tonifica su cuerpo.” La escritora insiste: “¿Sabida ou maluca?”.
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