Vie 11.01.2002
las12

ESPECTACULOS

Más allá del arco iris

En la Sala Actor’s Studio, de la calle Corrientes, se estrena la pieza Fridas (Monólogo confesional), cuya interpretación está a cargo de la gran Ana María Casó. Su autora, Cristina Escofet, dice que el texto le fue dictado por la propia Kahlo, en una ensoñación a bordo de un avión que la llevaba a Bahía Blanca.

› Por Moira Soto

Esta he sido yo
La devota blasfema
La dulce salvaje
La partida
La deforme
La de los pies de Hefesto
La del vientre apuñalado
La de los ojos de la tierra
La de alas de Icaro
Y corazón comunista.

Así se describe a sí misma Frida Kahlo en la pieza Fridas (Monólogo confesional) que se estrenará el próximo martes, protagonizada por Ana María Casó, actriz de descollante actuación teatral (Solas en la madriguera, La visita inesperada, De pies y manos) que también ha incursionado en el cine y la TV. La escenografía, el vestuario y las luces se anuncian como “creación colectiva” y la dirección general es de Casó y Cristina Escofet.
Conocida dramaturga (Té de tías, Nunca usarás medias de seda, Ritos del corazón), investigadora en temas de género y teatralidad, coordinadora de talleres de creatividad literaria, invitada regularmente a participar en cursos, congresos y seminarios en los Estados Unidos, Cristina Escofet declara sin ambages que en esta ocasión los poéticos textos de Fridas le fueron dictados por la genial artista mexicana que vivió intensamente entre 1907 y 1954: “Ella se me apareció en un avión cuando iba a Bahía Blanca y me avisó que tenía algo para dictarme. Fue una especie de ensoñación, algo que les sucede a los escritores, que a veces no saben bien quién escribe a través de ellos. En este acto, no era yo escribiendo, en absoluto... Había terminado de pasar estos textos cuando empecé a leer el Diario de Frida. Y me impresionó mucho porque me encontré con expresiones de ella que yo ya había escrito. Por supuesto, antes de conocer el Diario yo ya estaba empapada en su vida, tenía una gran empatía con Frida. Pero lo que me resultaba enigmático era el hecho de sentirme tan comprometida con el dolor. Porque en mi teatro –si bien es espectral, poblado de ensoñaciones– no hay un regodeo en el sufrimiento ni -habitualmente– me convocan este tipo de temas. Por eso no podía entender esta consustanciación placentera con el dolor”.
–¿Podría ser un nexo ese sentido del humor negro que destilaba Frida y que tiene mucho que ver con tu teatro?
Cristina Escofet: –Puede ser, en parte. Pero hubo algo más: mi pareja se enfermó muy gravemente, y en todo ese trance viví íntimamente las vicisitudes de acompañar a alguien que va a partir. Ahí comprendí el porqué de esta atracción y de este compromiso con el calvario de Frida. Y hoy siento claramente que estos textos son de ella.
–¿Tu rol es el de una suerte de médium?
C.E.: –Totalmente. No me da ninguna vergüenza que me digan premoderna, bruja, loca... Me importa un pepino porque sé que estoy diciendo la verdad. Cada texto emana de una pintura de Frida.
–Estos textos, ahora reescritos y ampliados, ya aparecían en tu ensayo Arquetipos, modelos para desarmar, publicado en el 2000. ¿Ya entonces pensabas en la transposición escénica?
C.E.: –En verdad, cuando presenté el plan original del libro a la beca del Fondo, estos textos no figuraban, los filtré después... Los incluí porque me pareció que correspondía, porque atravesaban una máscara, un icono, una pintura. Bueno, resulta que yo había juntado estos textos y estaban sobre la mesa de la cocina cuando llegó Ana (María Casó) de visita. “¿Y esto?”, se interesó vivamente. Y se los llevó.
–¿Qué fue lo que te flechó en esos papeles, Ana?
Ana María Casó: –Aunque me gustaban mucho sus cuadros, no conocía bien la vida de Frida Kahlo. Lo primero que leí sobre ella fue en una biografía de Tina Modotti, que era su amiga. Tiempo después, vi en el Museo Metropolitano de Nueva York una exposición de buena parte de su obra. Yo pensaba que sus cuadros –con tanta selva, tanto color, tanto animal– eran enormes. Y no. Al ahondar en su vida, al saber que pintaba en su cama, con un espejo, entendí lo del tamaño pequeño. A mí me conmueve muchísimo El hospital Henry Ford, donde ella se muestra desangrada, refleja su aborto, su deseo ferviente de ser madre, su terrible dolor frente al fracaso...
–¿Cómo procesás en tu propio cuerpo ese dolor, ese desgarramiento?
A.M.C.: –Al principio me costaba mucho entrar en el dolor. Pero me enganché cada vez más y empecé a sentirlo en la columna, lo siento ahora mismo en los ensayos. Sé que es una somatización, claro, y lo estoy tratando en mis clases de eutonía.

Cuadros de
una exposición total
“Tac es adicta al amor. Tic a la anestesia. Y así andamos
entre la dependencia y el adormecimiento. Decididamente
me molesta no poder levantarme y dejar colgada (a Tac), con
ese aire de novia traicionada, de reina ofendida que exhibe con
tanto orgullo, como diciéndole al mundo: yo la más mártir,
yo la sufrida, yo, la que se pinta flores de sangre como si fuera
una modista asesinada.” (Pasaje de Fridas correspondiente al cuadro Las dos Fridas)
–¿Qué descubriste de Frida tanto a través de las lecturas como del proceso de construcción del personaje como intérprete?
A.M.C.: –A mí lo que me apasiona de esta mujer, aparte de su talento como artista, es la enorme libertad corporal que supo tener. Porque si pensás en las incontables operaciones de columna, las molestias permanentes, las marcas de las cicatrices, una pierna semiortopédica, más tarde un pie cortado, tener que caminar con muletas... E ir igual a los bailes y comer y beber y tener amantes sin privarse de nada. Ella rompió el estereotipo, se liberó desde lo profundo superando trabas tremendas. Un personaje tan rico y complejo de investigar, ¿cómo se lo podía transmitir? Y con Cristina optamos por esta posibilidad del recital semimontado.
–Cuando le robaste tan decidida a Cristina los textos en su propia cocina, ¿qué entreviste en lo que alcanzaste a leer en ese momento?
A.M.C.: –Que había material para hacer algo teatral. Fijate que ese mismo día ella me había propuesto otro espectáculo, pero me tropecé con estos textos y ahí nomás me los apropié. Me sentí muy identificada con la palabra de Frida formulada a través de Cristina, con su mundo poético tan personal que se integraba a sus maravillosos cuadros.
–¿Vieron ustedes la película Frida, de Paul Ledouc?
C.E.: –La vimos hace poco, es muy hermosa. Y en un punto tiene que ver con Fridas, porque no es una narración cronológica. Claro que, en nuestrocaso, la propuesta es más austera, más conceptual, con elementos que representan parte del universo de Frida.
–Una diferencia básica es que mientras Ofelia Medina es Frida, vos Ana, actriz, le avisás al público vas a ser su vocera.
A.M.C.: –Sí, aviso que voy a interpretar desde la sugerencia: no voy a ponerme un vestido tehuano, no usaré peluca negra ni me pintaré bigotes. En escena habrá dos cuadros reproducidos con muñecas –Las dos Fridas y Autorretrato con el pelo cortado– y yo me maquillaré apenas al estilo, voy a tener en la cabeza una redecilla negra con unas flores, collares, las botas: algunas referencias.
C.E.: –Elegimos la forma del semimontado, la actriz no se parece a Frida Kahlo y no va a convertirse en Frida Kahlo. El semimontado tiene algo que ver con el género, como de espectáculo inacabado, con todos los hilos a la vista. Pero sin perder la magia teatral, ni la frescura del ensayo. Por cierto, se trata de un semimontado muy trabajado, coreografiado, pulido: se camina por los mismos lugares, se hacen los mismos gestos, se dicen los mismos textos: es un rito, una ceremonia ritual alrededor de los textos de Frida Kahlo, con algunos nexos que escribí yo.
–¿Y pensás cobrar derechos por el total de Fridas?
C.E.: –Sí, aunque tendría que pagárselos a Frida...
–¿Siempre tuvieron claro que a la obra la dirigirían ambas?
A.M.C.: –Sí. Más allá de las diferencias de personalidad o de opinión, en el trabajo nos entendemos muy bien, hay un respeto mutuo. Por otra parte, sentíamos que este espectáculo nos pertenecía íntimamente, que la visión de afuera de un director podía quebrar esta familiaridad que tenemos con Frida.
C.E.: –Todo tiene que ver con la escritura desde un cuerpo como mujeres. En el libro Arquetipos, en el capítulo de “Género, mujer y teatralidad”, anoto que el teatro es la apropiación simbólica de la acción; la apropiación simbólica de un escenario que en la realidad no está retaceado. Me da la impresión de que no basta ser actriz, no basta ser autora: la parte de la dirección es importante, es un espacio decisivo. Por eso decidimos compartir ambas la dirección en este caso.
A.M.C.: –Hemos trabajado mucho, hemos discutido, hemos pactado. El dirigir para mí, personalmente, en un punto, representa estar dirigiendo mi vida. En este momento es mi forma de seguir para adelante, de resistir, Nadie mejor que Frida para no rendirse: una semana antes de morir salió en silla de ruedas con una pancarta que decía “Por la paz” y fue a una gran manifestación en el Distrito Federal... Eso es justamente lo que yo no quiero perder en mi vida: la fuerza y la ilusión para seguir adelante peleándola, bregando, sin entregarnos.

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