TEATRO
Un personaje decadente, que asegura haber sido estrella en la época de oro del cine argentino, sirve de excusa para que la actriz y cantante Verónica Díaz Benavente rinda tributo a mujeres que cantan. Y qué bien lo hacen.
› Por Guadalupe Treibel
Del aeropuerto ficcional parisiense a las tablas nacionales, el regreso de la ¿diva? exiliada Beba Baguet es el disparador del unipersonal Mujeres que cantan, donde una estrellita de la década del ’40 –hoy en franca decadencia– reconstruye su mundillo dimensional tomando “prestados” algunos episodios (y canciones) de cierta Santísima Trinidad pasional: Libertad Lamarque, Edith Piaf y María Callas.
¿Por qué este dream team? “María Callas era sólida, musicalmente perfecta. ¿Cómo pudo quedarse sin voz porque un hombre la dejó? Piaf era absolutamente frágil y, sobre el escenario, su metro y pico se volvía inmenso. Libertad era la tanguera que no dejaba atrás a la mujer, al igual que Nelly Omar, Ada Falcón, Susy Leiva. Ahora, en cambio, el tango pareciera ser cosa de hombres y la mujer se masculiniza para cantarlo o simplemente hace firuletes”, explica Verónica Díaz Benavente, la actriz y cantante lírica a cargo de darle voz y cuerpo a Baguet, posesa de María, Libertad o Edith. “Va jugando como si fuera una nena que se pone y se saca el disfraz”, remata la artista.
Ella misma –Díaz Benavente– escribió la pieza unipersonal rondando una pregunta: ¿Qué pasa con la mujer cuando canta? “Pareciera que sube al escenario con una mochila de cosas y el cantar la sana, le cicatriza las heridas. Hay mucho más detrás de la canción.” Para hacer eco de la cuestión, el repertorio va por géneros varios (zarzuela, tango, arias, canción, bolero) y, entre los temas, suena “Loca”, “Palomita Blanca”, “Flor de lino”, “Madreselvas”, “Vete de mí”.
El personaje de Beba –alias “el gorrión de Mataderos, el tango hecho mujer”– juega al patetismo florido. “La felicidad es como un pionono”, dice sonoramente y, así, pone en jaque el arquetipo de la diva siempre glamorosa. También recibe más de un palazo como star clase B: es protagonista del supuesto film de la época de oro Arráncame el soutien, dudosa ejecutora de la cachetada a Evita. “En esa época se usaban los nombres franceses”, explica al comienzo de la obra. Si su padre era un panadero de Lugano, ¿qué otro apellido le podía correr en suerte a la hora de la fama?
Pero, ojo, que Baguet tiene club de fans. Al menos, eso indica la herramienta social online Facebook, donde los “admiradores” se suman a la jugarreta: “Qué mujer tan chic” o “Partió a Europa llevando algunos kilos de harina como muestra de solidaridad con la comunidad europea”, son algunas de las frases que se cuelan en la red. También rumores de su tendencia a desayunar con fernet o tomar alcohol en gel.
Fanática de Catita y de los films de canal Volver, Díaz Benavente reconoce: “Me gusta reírme de las palabras, rescatarlas. El lenguaje se ha ido reduciendo. Antes era más amplio y se usaban construcciones que hoy resultan insólitas”, recuerda, mientras bromea con la voz y la palabra “apoteótica”.
“A veces, algo absolutamente trágico puede ser cómico si se le da una vueltita de tuerca”, justifica Díaz Benavente, que comenzó a experimentar con este vocabulario propio (humor, música, actuación y recursos de época, todo junto y bien batido) desde Las tontas, creación en colaboración con Gimena Riestra, donde dos hermanitas esperaban a “papito” y cantaban temas sobre reencuentros y desamor. Después vino Oveja gris, no me dejaron ser negra y –ahora– el doblete se vuelve tríada con Mujeres que cantan, dirigida por Liliana Pécora y arreglos musicales de Julián Caeiro.
Sobre su búsqueda, la también profesora de canto e integrante de la compañía lírica Positano, abre las persianas laborales: “Estoy un poco cansada del acartonamiento, de sentirme encorsetada por la ópera. No me alcanza. Estás tan ocupada por cantar bien que no terminás de desarrollar el personaje plenamente. Con un aria podés estar tres minutos repitiendo la misma frase y haciendo coloraturas en la misma palabra. Hay algo en el decir que hace difícil que una fluya actoralmente”.
De ahí el cambio y la intentona por el humor: “Siento que atravieso un momento de inflexión en el que estoy generando un lenguaje propio. Contrariamente a lo que parece, siempre fui muy miedosa pero tengo actitudes contra-fóbicas, como subirme al escenario y decir lo que escribí, actuarlo y cantarlo. Y es más trabajoso desarmarse que haberse armado. ¿Por qué no puedo cantar jazz o rock and roll? Es cuestión de comprometerse con lo que uno hace y listo”.
Mujeres que cantan: todos los sábados a las 20.30 en Caras y Caretas, Venezuela 370. Entrada $ 20.
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