PERSONAJES
El presidenciable Carlos Reutemann se salió de pista y expresó “que se recontrametan la candidatura en el medio del culo”. ¿Borocotización femenina o el cupo se acepta si las mujeres están a raya?
› Por Luciana Peker
”Que se recontrametan la candidatura en el medio del culo”, dijo Carlos Reutemann, en LT9 Radio Brigadier López. No sólo se metió con el culo sino con otras genitalidades que no son únicamente expresiones desbocadas, coloquiales o genitales. “Me importa tres pitos”, contestó el ex corredor de Formula 1, actual senador y ex gobernador de la provincia de Santa Fe cuando le preguntaron si el conflicto generado por la firma de su compañera Roxana Itatí Latorre (ex aliada suya y operadora en las sombras del político con tostado permanente) para avalar la discusión de los superpoderes propuestos por el Poder Ejecutivo fue una “operación” preparada por el Gobierno.
Mientras algunos piensan que Latorre se borocotizó (sinónimo de entrar por la oposición y pasarse al bando oficialista) y otros/as que la senadora tiene derecho a tener criterio propio y no estar a raya de su supuesto jefe político, el debate va más allá de la pelea política entre Reutemann y el kirchnerismo. Por un lado, él se sintió desbancado no sólo políticamente, sino –¡oh!, ¡oh!– despechado por una mujer que lo dejó plantado cuando firmó para que se pudieron discutir los superpoderes y le sacó a Reutemann el traje de supercandidato. Y lo puso en ridículo cuando él se postuló como un defensor del campo. Y ella salió a calificar de cuasi golpistas a los dirigentes rurales: “Quieren la entrega anticipada del poder”, justo cuando el campo anuncia cortes y movilizaciones porque el freno a las retenciones móviles que consiguieron el año pasado no les resultó suficiente. Por eso, él le exigió que deje su cargo. Sin la elegancia que parecía tener después de tantos años de vivir en el Principado de Mónaco.
No se trata de ponerse moralista con el lenguaje público de un hombre de 66 años, ya abuelo y casado con una mujer 26 años menor (Verónica Ghio) o de identificar a culo y pito como malas palabras. Pero no puede dejar de resaltarse que el pensamiento de Reutemann es parte de una cultura en donde el pito es tan importante que tres pitos son sinónimo de mucho (¿y no tener pito como no lo tienen ni la Presidenta ni Latorre de poco?) sino que, además, la introducción anal sigue siendo, también, un modo de demostrar poder. Mandar a meter algo en el culo no es sólo un zarpe, sino que muestra que el poder sigue siendo masculino y tradicional. Y es parte de una cultura que sacraliza el culto al culo —y a la penetración anal— de mujeres o de varones gays visto como débiles por la mayoría de la sociedad machista ¿Por eso jode más (sin necesariamente defender o justificar a Latorre) que la que lo desbanque sea una mujer que no tiene pito y a la que —supuestamente— se puede penetrar?
El además mandó a meterse la candidatura en el culo —el medio del culo— cuando ella denunció que él la amenazó si no renunciaba a su banca por sus cambios de opiniones. Y, si fuera cierta, la violencia de género —que rige en la política— también implica que nunca la virulencia de un varón con poder es igual que la vulnerabilidad de una mujer, aún por la mirada social que considera un atributo la autoridad masculina y un rasgo de locura la denuncia femenina.
Sin embargo, el criterio propio de Latorre lo habían conquistado en un primer momento. Su relación comenzó cuando ella era directora de una escuela y él gobernador de la provincia y ella le exigió, persistentemente y a través de los diarios, mejoras para su colegio. La maestra logró que el gobernador la visite y Reutemann llevó a su gestión a una mujer con los pies en la tierra (y no en el acelerador de las pistas como él) a una aliada incondicional (hasta ahora) en el Senado. Después, ella fue secretaria de la Tercera Edad y ministra de Desarrollo Social provincial y de ahí él le hizo el pase al Congreso. Muchos, ahora, la acusan de traidora. Por empezar, Alfredo De Angeli. Ella aseguró que no es kirchnerista y que no quiere hacer el papel de “novia resentida”, pero tiró: “A él lo manejan su mujer y su hija”.
Algo cambio en Reutemann. Tal vez, se volvió más criollito porque, todavía viviendo en el principado, Mimicha Bobbio, su ex esposa y madre de sus dos hijas, escribe poesía: “Mi amiga hormiga de satinada piel morena me aseguraba, con aterciopelados ojazos rasgados, y largas y curvas pestañas, que no temiera”, se inspira, lejos de la virulencia de su ex. Hoy Reutemann teme. Pero a otra mujer. Despechada o decidida.
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