[IN CORPORE]
“Le apareció otro hijo al presidente de Paraguay”, tituló en su tapa el diario Clarín, del 25 de noviembre, día de la no violencia hacia las mujeres, que no publicó ninguna noticia en el medio periodístico sobre el maltrato a las mujeres, a pesar de las innumerables actividades realizadas para conmemorar la fecha. También el diario se explayaba: “Una chica de 19 años pasa a ser el cuarto hijo que le adjudican a Lugo”. La noticia seguía en la página 24 de la sección internacionales “Sigue el escándalo por la paternidad de Lugo: apareció un cuarto hijo”. “Todos sabíamos en la familia que Fátima era la hija del tío. Yo le desafío a que se haga el ADN. Si no es su hija yo me presento a cumplir una condena por difamación y calumnia”, sostuvo Mirta Maidana Lugo, sobrina del presidente paraguayo.
Lo llamativo –más allá de la violación al derecho de identidad y sustento material, afectivo y social de los cuatro chicos y chicas que le reclaman sus obligaciones como padre a Lugo– es la definición de la noticia. “Le apareció otro hijo al presidente de Paraguay”, engloba una idea social que excluye a los varones de la responsabilidad de generar (o arriesgarse) a que se produzca la concepción de un bebé cuando ellos no usan preservativo. Pero los hijos no aparecen, se hacen.
Los varones no son santos que tienen sexo como una pulsión incontrolable –con sotana o sin sotana– y pueden ser engañados por parejas que no se cuidan para embarazarse a propósito –como sostiene uno de los prejuicios más dañinos contra las mujeres–, sino que pueden decidir tanto sobre su cuerpo, su deseo y, también, si cuidarse de un embarazo no buscado.
Sin caer en dogmatismos –que están lejos, muchas veces, del lenguaje popular que buscan los diarios–, y justo en un día emblemático para los derechos de las mujeres, que Clarín considere que los hijos le aparecen a un varón es una muestra de las desigualdades vigentes no sólo en la violencia ejercida directamente contra las mujeres, sino, también, a la hora de tener sexo (las mujeres son responsables de tener o no hijos y los hombres son inocentes eyaculadores) y en el momento de priorizar las noticias (en donde los hombres no crean o abandonan a sus hijos sino que les aparecen como si fueran conejos que salen de una galera) y, a la vez, se invisibiliza la violencia machista, al menos, como una temática de la agenda pública cotidiana.
Pero, justamente, el Lugogate habla de cómo el primer mandatario no sólo tuvo hijos que no reconoció (y les quitó sus derechos), sino que tampoco usó preservativos (exponiendo a las mujeres que tenían relaciones sexuales con él a ser madres solas y a poder contraer enfermedades de transmisión sexual). El dato es importante porque el preservativo no sólo sigue siendo la única barrera probada contra el VIH sino que, además, es un método que depende de los varones (que no pueden alegar ser embaucados si no desenrollan el látex) y que, además, los obliga a asumir su responsabilidad sexual.
En este contexto, a pesar del escepticismo de investigadores europeos, en China anunciaron que podrían haber encontrado un anticonceptivo inyectable para varones, según publicaron en la revista The Endocrine Society’s Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism (JCEM). Qun Yi-Gu, MD, del Instituto Nacional de Investigación sobre Planificación de la Familia en Pekín, China observó: “Nuestro estudio demuestra la posibilidad de contar con un anticonceptivo hormonal masculino que puede ser una potencial, novedosa y viable alternativa en anticoncepción masculina”. Ojalá que aparezca el anticonceptivo para ellos y no que los varones sigan diciendo “yo no fui”.
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