Vie 27.11.2009
las12

TEATRO

Doris Day not dead

Dos mujeres jóvenes en un ambiente y con un atuendo que evoca los ’50, parlotean sobre el escenario, citan ideas recibidas, eslóganes publicitarios, indicaciones de manuales de autoayuda. Gaby Ferrero y Andrea Jaet interpretan a estos estereotipo de la femineidad, bajo la dirección de Vilma Rodríguez, en Toda mi vida he sido una mujer.

› Por Moira Soto

Afortunado convite de talentos femeninos, el reciente estreno teatral Toda mi vida he sido una mujer remite con original escritura e incisivo humor a los chiches de la publicidad que se globalizaron en Occidente en la posguerra de los ’50, con la fiebre del consumismo, y que aún perviven en los avisos y el mensaje de los medios de la actualidad. El texto también alude a las exhortaciones de los manuales de autoayuda y de las revistas femeninas, a todo ese mundo de las comedias de Doris Day que, como dice Vilma Rodríguez, ahora viene camuflado.

“Moulinex libera a la mujer”, “Cómo habitar su cuerpo en 25 pasos”, son algunas de las frases que pronuncian las protagonistas, encarnadas por Andrea Jaet, docente, cantante, con habilidades sorprendentes (manejo de armas de fuego, espada y florete) y su partner, Gaby Ferrero, también docente y –entre otras cosas– musicoterapeuta. Ambas intérpretes fueron llamadas por Vilma Rodríguez, notable directora, licenciada en letras, docente teatral. Por su lado, Leslie Kaplan (nacida en NY, afincada en Francia), filósofa, historiadora, novelista, es la autora de esta pieza inspirada en extractos de textos de Rodrigo García. A la ficha técnica de esta obra estrenada la semana pasada, hay que sumar los nombres de Florencia Zavadivker (vestuario) y Valeria Abuin (escenografía). Y desde el aporte masculino, a Ricardo Sicca (iluminador) y Fabián Dellamonica (diseño sonoro). Toda mi vida... no se inscribe en ningún género, aunque esta puesta se haya decantado felizmente por el lado de la comedia satírica, siempre dentro de una estructura atípica.

Vilma Rodríguez: –La verdad es que el humor me fue sorprendiendo dentro del proceso de ensayos, afloró casi diría espontáneamente. Y me terminó de sorprender en las funciones con público, primero en el semimontado. Por supuesto, toda la temática de lo que se supone que es ser femenina me resultaba interesante, y a la vez me inquietaba pensar hacia dónde nos podía llevar el discurso sobre la mujer. Creo que a partir del hallazgo del humor y de la idea de ubicar la obra en algún lugar en torno de los años ’50, en este estereotipo que se fijó tan fuertemente en esa época en publicidad, en los medios, nos empezó a dar un aire para jugar creativamente.

Esta pieza podría tomarse como la versión escénica de la famosa frase de Simone de Beauvoir: la mujer no nace, se hace. La mujer como construcción, en este caso de la publicidad, las revistas femeninas, los manuales de autoayuda.

V. R.: –Sí, hay mucha mención al discurso de la publicidad que, con algunas variaciones, sigue siendo el de los años ’50: la mujer siempre divina, arreglada, feliz entre electrodomésticos, la cocina como su ámbito natural.

Andrea Jaet: –En la primera escena, yo salgo con una revista de 1959. Entre nosotras, nos reíamos de ciertos avisos relativos a la belleza femenina, el mandato de no permitirse imperfecciones. Y en la actualidad, ¿qué mensajes nos mandan? Estar siempre perfectas, flacas, no arrugarse, comer cero por ciento de grasa, tener el pelo abundante y reluciente, superar el tránsito lento... En esencia, el discurso sigue siendo el mismo. Por no hablar de lo que proponen las notas actuales de las revistas llamadas femeninas.

V. R.: –Es que ese estereotipo se instaló en los ’50 y después se fue camuflando un poco para no desentonar con los cambios que se produjeron en las mujeres. Pero increíblemente, en esencia el modelo es el mismo. Descubrir eso fue fuerte para mí.

Gaby, ¿por qué aceptaste hacer este texto?

Gaby Ferrero: –Venía de hacer Crave, la pieza de Sarah Kane, otra obra nada convencional. Cuando me llama Vilma, antes de conocer el texto, me entusiasma la idea de trabajar con ella, con Jaet. Cuando leí la obra, me dije: bueno ¿esto con qué lo vamos a mixturar? Pero confié en Vilma. Después, en la primera lectura con Andrea, sintonizamos mucho las dos, empezó a aflorar el humor. En este plano, hay algo que cuidamos mucho, un borde que puede llevar a un equívoco. La verdad es que nos resulta muy placentero decir estos textos, más allá de las dificultades de ciertas repeticiones.

La formulación tiene algo de partitura musical...

G. F.: –Sí, en este punto también lo asocio con Crave, en los papeles un ladrillo tan difícil de masticar... Pero hay algo de lo poético también en Kaplan que fuimos percibiendo. A Vilma se le ocurrió decir tal texto como una canción porque su sonoridad tenía algo de un fraseo, del orden de lo musical. Y me parece que realmente le fuimos encontrando un sentido haciéndolo. Se produjo un encuentro muy fluido, actoral puro. A veces sucede y es muy bueno.

De todo lo dicho por Vilma y Gaby, se desprende que hubo plena coincidencia de tu parte, Andrea.

A. J.: –Bueno, cuando Vilma me llamó para preguntarme si quería hacer un semimontado en un mes, le respondí que sí. Pero leé primero la obra, me sugirió ella. No hace falta, es sí, le aseguré. Y cuando la leí, me interesó mucho, me pareció que había ahí un gran potencial.

¿No te extrañó que no hubiese personajes perfilados, que no se contara ningún cuento?

A. J.: –La verdad, me pareció que había muchas cosas para hacer. Si Gaby venía de interpretar a Sarah Kane, yo había hecho Dramas breves, de Philippe Minyana, un tipo que escribe sin puntos, sin comas, sin nada, y vos tenés que armarlo. Un gran entrenamiento para mí, de modo que Toda mi vida... no me pareció nada inaccesible. Este tipo de textos te dan mucha libertad creativa, eso me encanta. Y más trabajar con Vilma, que nos dejó hacer cualquier cosa... (risas).

¿Cómo se logra la diferenciación de estas dos voces sin nombre, sin historia?

V. R.: –La única consigna que surgió fue que hubiera contrapunto. Nos preguntamos si era una sola voz femenina desdoblada, o si eran dos voces diferentes. La idea del desdoblamiento quedó circulando por ahí, se filtra en el vestuario. Lo interesante del tema del doble es la contradicción, la paradoja. Por eso, cuando una está angustiada, la otra luce espléndida. Cuando una se excede, la otra la frena.

G. F.: –El mismo texto, al ponerlo en dos tipografías establece una diferenciación. Mi personaje hace una arenga con la Moulinex, también pone una calentura al citar las verduras. Pero cuando habla de la sexualidad tiene un parate, como volver a la moralidad aceptada. Una cosa es entusiasmarse con las papas, las verduras, los pepinos, y otra es que se mencione la masturbación. Esto marca cierta coloratura de la actuación. El resto va con las tendencias actorales de cada una.

Por este año se están ofreciendo funciones, hasta el 3 de diciembre, los jueves a las 21, en Beckett Teatro, Guardia Vieja 3556, 48675185.

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