Vie 27.11.2009
las12

MúSICA

Como encendida

Juana Molina va y viene por el mundo, toca en megarrecitales y también en ámbitos más íntimos como el de este sábado en el ND Ateneo. Ya tiene suficientes discos, aplausos y besos como para hacer un balance, elegir sus mejores trabajos, improvisar sobre el escenario y divertirse con ella y con su público.

› Por Laura Rosso

Dice que Segundo es su disco favorito. Grabarlo le llevó dos años, 1998 y 1999, y es su “primogénito” a pesar de la contradicción en el título. Es el trabajo que llegó primero a Japón y después a Inglaterra por alguien que lo vio en un negocio de Tokio, preguntó qué era, lo compró y se lo llevó al sello con el que ahora trabaja Juana. “Todo fue muy como a mí me gusta que sean las cosas, sin forzar nada, sin acomodos, sin ser el hijo de nadie. En ese disco opté, y creo que fue un hallazgo, dejar todas tomas que sonaban muy mal, cosas que técnicamente no estaban bien, pero que cuando las grabé de nuevo bien en un estudio no tenían esa frescura. Me parece que Son y Un día son mejores discos, pero yo tengo un cariño especial por Segundo.” En este balance improvisado a poco de dar un recital en el ND Ateneo, Juana reconoce que todos sus discos tienen una coherencia interna. “Sin embargo el anterior, Rara, es muy diferente, no soy yo exactamente. Me gusta que los discos sean como de una época. Prefiero que todo pertenezca al mismo momento. Me gusta que el sonido de un disco sea homogéneo. Entonces después cuando ponés un disco atrás del otro podés ver la evolución o involución, o lo que quieras...”

Después de tanto tocar ¿qué cosas te pasan por el cuerpo?

–Hace muchos años que ya no me pongo tan nerviosa ni sufro. Antes sufría muchísimo, y el público también; sufríamos todos... Yo era tan responsable, estaba tan atenta a que podía equivocarme. Pero eso hace mucho que lo dejé atrás. Me pasó durante un tiempo y después crucé esa barrera. Cuando vi que a la gente no le importaba nada, a mí dejó de importarme por completo y la empecé a pasar mucho mejor.

¿Con qué música te nutrís?

–Poco. Tengo un casete que grabé a los catorce años cuando vivía en Francia, unas canciones de cuna de unos países que en ese momento no sabía muy bien dónde quedaban. Dos mujeres de las islas Salomón, que están al nordeste de Australia, que cantan como en un canon rarísimo, muy tribal, muy profundo, muy verdadero. Yo hoy escucho eso de nuevo y soy feliz. Siempre me gusta lo mismo. Cuando escucho un disco me gusta ponerme a escuchar el disco sin estar haciendo otra cosa. Y siempre recurro a discos que ya conozco y que tengo ganas de escuchar de nuevo.

¿Cómo aparecen las ganas de escribir una canción?

–Siempre es a partir de la música. Pero es por épocas. A veces es simplemente cuestión de decir, “tengo que ponerme a hacer algo”. Entonces me pongo a trabajar y al cabo de una semana quizás empiezan a surgir cosas. No soy una de esas personas que son prolijísimas trabajando y tienen un método o están todo el tiempo tocando algo y la vida gira realmente en torno de la música. Yo me distraigo muchísimo y a veces no tengo ganas de tocar y me paso meses sin tocar ni cantar. Hago otras cosas, no es que lo único que quiero hacer en el mundo es música.

El reconocimiento vino primero de afuera cuando tu disco Tres cosas fue incluido a fines del 2004 entre los diez mejores del año por la revista The New York Times.

–Sí, pero hubo algo que sucedió acá y fue anterior a lo de The New York Times. En septiembre de ese año toqué en la Sala AB del Centro Cultural General San Martín, con una entrada simbólica de dos pesos, pero por más gratis que sea algo si uno no quiere no va. Y estaba repleto, había gente sentada en todos los pasillos, escaleras, barandas, rampas, era una cosa impresionante. Fue la primera vez que yo realmente me emocioné con lo que estaba pasando porque sentí que había como una comunión y que yo estaba transmitiendo algo y que la gente lo recibía y lo recibía bien. Fue un antes y un después de esa fecha en Argentina. Lo de The New York Times sirvió para los medios masivos. Los teléfonos no paraban de sonar. Me llamaban de las radios y me decían: “¿Pero algo debés tener, no?” Había cero sensibilidad. Si sos un periodista y estás al aire decí: “Felicitaciones, qué bien”, y después a escondidas pregunta, “¿qué carajo hace ésta?”.

Juana Molina en el N/D Ateneo. Sábado 28 de noviembre a las 21. Paraguay 918. Tel.: 4328-2888.

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