[IN CORPORE]
“La anticoncepción del futuro será por métodos quirúrgicos”, vaticinó Carl Djerassi, conocido como “el padre de la píldora” que, ahora, dice que hacer el amor y esperar a la próxima menstruación no será más la forma habitual de enterarse de un embarazo sino que para saber “de dónde venimos” habrá que recurrir a médicos, inyecciones, tubitos y un deseo, sí, muy fuerte de ser madres o padres (la semillita ya fue).
El hombre que encontró la forma de tener orgasmos con un trago por día de agua y una pastilla fue uno de los tres científicos que en 1951 lograron la síntesis del compuesto activo que fue base del primer anticonceptivo oral. Este desarrollo se realizó en México, apostando al desarrollo científico desde regiones menos favorecidas.
Entre decenas de reconocimientos, recibió el premio Wolf de Química y la Medalla Priestley, que es el honor más alto entregado por la Sociedad Química Americana. También le otorgaron la Medalla Nacional de Ciencia y de Tecnología en Estados Unidos por un descubrimiento que evitó embarazos no buscados, multiplicó orgasmos (sí buscados) y es utilizado hoy en día por, aproximadamente, por 100 millones de mujeres en todo el mundo.
Pero Djerassi no se queda en los ’60. Es miembro de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense y de la Academia Americana de Artes y Ciencias. Más allá del amor libre que abrió la píldora (y que ahora ya llaman “amor líquido), él sigue investigando y enseñando. Actualmente es profesor emérito de la Universidad de Stanford y escribió la novela No. Además predice una masividad del amor biotecnológico.
El 23 de marzo, Djerassi disertó en la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, invitado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. La conferencia se llamó “El sexo en la edad de la reproducción tecnológica”, en referencia a los nuevos sistemas de fertilización asistida a los que recurren muchas parejas con problemas de fecundación, mujeres solas que no quieren tener sexo ocasional para concebir un hijo y otras con más años de los que el reloj biológico les permite naturalmente para ser madres, lesbianas con deseos de criar entre dos mujeres, familias queer u hombres con bajo esperma.
Pero no son sólo excepciones. O no lo serán. O podrían no serlo. El científico pronosticó que el futuro de la anticoncepción será a través de métodos quirúrgicos. “Los hombres y mujeres congelarán sus óvulos y espermatozoides hasta que decidan tener hijos y luego se esterilizarán. Con esto se acabarían los abortos por embarazos no deseados”, aseguró. La buena noticia es que el aborto –y más en la Argentina, donde es clandestino– cuesta más de 300 vidas por año sólo en nuestro país. Igualmente, el problema es la difusión, democratización y acceso a estos métodos. Por ejemplo, en la Argentina, los tratamientos de fertilización prácticamente sólo se realizan a nivel privado y a muy altos costos.
Y además de las diferencias entre clases sociales –las más pobres tendrían que ser madres jóvenes y las mujeres con poder adquisitivo podrían postergar a afianzarse en sus carreras, sus parejas o su economía para la llegada de un hijo/a–, la idea de la concepción masiva por fertilización también plantea algunas cuestiones de género. Por ejemplo, el esperma masculino es más fácil de congelar y descongelar –y que su uso sea propicio para la concepción– que los óvulos que, aun con modernas técnicas de vitrificación a muy bajas temperaturas, suelen perder sus potencialidades en el momento de poder generar un bebé. Igualmente, a favor de las mujeres, el congelamiento de los óvulos sacaría a las jóvenes (o apenas pasadas de jóvenes) de la esclavitud de tener que pensar sí o sí en ser mamás entre los 30 y los 35 años –cuando decae su fertilidad– y postergar esta decisión al compás de la mayor esperanza de vida actual y no de los tiempos naturales que no acompañan el nuevo cronómetro femenino.
Más información: www.mincyt.gov.ar
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