ESCENAS
El mundo mágico y perturbador de Maruja Bustamante se despliega con toda su potencia en Paraná Porá, reciente estreno protagonizado por dos actrices muy jugadas, Monina Bonelli y Valeria Lois, en un paisaje de fin del mundo, a quienes se suma, en un registro de glamour ecológico, la notable arpista Sonia Alvarez.
› Por Moira Soto
De este lado, a la izquierda del público, una nave hecha de maderas usadas donde puede leerse algún “Made in Brazil”, que lleva a bordo a dos estrafalarias mujeres emperifolladas con saldos y retazos. Del otro, una esbelta y bonita rubia en traje de sirena verde agua, sentada junto a un arpa. Menos mal que en el programa de mano ya se dio la voz de alerta: “La tierra se congeló cerca de los mares. En la Argentina hay que ir a Córdoba o a la montaña. La Gringa y la Polaca vienen bajando por el Paraná...”. Estamos entrando en el mundo personalísimo de Maruja Bustamante; en consecuencia, no hay que extrañarse de tener visiones, creer en alucinaciones, ver apariciones. Un mundo donde te puede picar un cucarachón y en el río presentarse una vaca-pez, animal mutante o bestia mitológica, vaya una a saber... Lo mejor es dejarse llevar por este ensueño de un futuro no tan lejano que vislumbra la obra Paraná Porá. Ensueño perturbador, humorístico, trágico, que te puede conducir hasta el arrebato emocional cuando uno de los personajes, la Gringa Bataraza, entona “Anahí”, la clásica guarania sobre la princesa india de la voz tan dulce como el aguaí.
Maruja Bustamante (autora y directora de No me iré sin Mirta, Adela está cazando patos, Mayoría; codirectora de la tira romántica lésbica Plan V, que se estrenó on line el año pasado) dice que le encanta la etapa de elección del equipo que la va a acompañar en cada proyecto. Será por eso, porque escoge tanta con fruición, que lo hace con maravilloso acierto. En Paraná Porá protagonizan Monina Bonelli (gestora cultural, dramaturga, directora, intérprete de Adela, actualmente ensayando 1810 con Eva Halac) y Valeria Lois (integrante de Grupo Sanguíneo, estuvo en Afuera, Kuala Lumpur, Dos minas), dos actrices fuera de serie. Y bien podría decirse que coprotagoniza Sonia Alvarez, la muy joven arpista que está en escena haciendo temas incidentales propios con actitud participativa, además de acompañar a Bonelli en “Anahí”. El diseño de la nave es de Gustavo Diéguez y Lucas Gilardi (de a77), los objetos pertenecen a Carolina Villacorta, el vestuario fue diseñado por Candelaria Aaset y la dirección de actrices estuvo a cargo de María Urtubey.
Sonia Alvarez se decantó muy niña por ese instrumento antiquísimo que es el arpa: ya estudiaba a los 7 años y a los 9 ingresó en el Conservatorio. Luego se perfeccionó en arpa paraguaya en el propio Paraguay, participó en festivales de Cosquín, hizo giras latinoamericanas, dio conciertos en el interior y en Capital. Tiene editados dos CDs (Paisajes y Tiempos) que van de la línea folklórica argentina y paraguaya al jazz y el tango. “En Paraná Porá me siento parte de la escena”, dice la chica de 24, feliz de haber tenido esta oportunidad. “Maruja me dio la libertad de componer la música. Por supuesto, nos pusimos de acuerdo sobre las situaciones donde ella quería que hubiese arpa, y dónde silencio. Me fui metiendo cada vez más en la obra, en esos dos personajes, siempre buscando crear los climas adecuados. Porque las cosas van cambiando: hay momentos de nostalgia, de alegría, de gran tristeza. Fui haciendo arreglos de composiciones mías. Entonces estoy del lado de la música, pero a la vez, desde el vamos, la idea era que no iba a quedar para nada al margen. Por eso el vestido verde, la flor en el pelo representando un poco al Litoral. También el estar tocando descalza, cosa muy típica de toda esa zona, sentada en una silla especial de la misma madera que el barco. Está todo muy relacionado. Y yo no hago a una arpista en concierto: si bien nunca estudié teatro, el hecho de haberme dedicado desde chica a tocar en público me dio soltura. Seguí las indicaciones de Maruja: en momentos de risa del público, acompaño naturalmente con mi expresión, lo mismo en las escenas más dramáticas. Además de los temas musicales, produzco sonidos que se mimetizan con los ruidos ambientales. Es cierto que el arpa es un instrumento melodioso, que siempre suena bien, pero se le pueden extraer otros efectos: la tormenta, la lluvia, el hielo que se quiebra. Para mí es una ocasión creativa muy grande, es estimulante salirse de lo habitual. Todo gracias a que un amigo de Maruja quería estudiar arpa conmigo, justo cuando ella andaba buscando una arpista...”
Reunidas Sonia Alvarez, Monina Bonelli, Valeria Lois y Maruja Bustamante, se trasluce que hay mucha empatía e intercambio entre ellas. La autora y puestista de Paraná Porá declara que le interesa que se escuche la voz del interior del país en sus obras (Adela... transcurría en Formosa), que ama el Litoral, su cultura, sus colores, sus comidas, sus caballos, aunque le ha costado aprender el guaraní.
Maruja Bustamante: –Toda esa historia del fin del mundo a mí me da mucho miedo. Me pasa algo parecido cuando se empieza a hablar del Universo, del cosmos. Me asustaba cuando mi papá miraba los videos de Carl Sagan: los planetas desconocidos, tantas estrellas. Pero no puedo sustraerme al maltrato a la naturaleza. Cuando fui al Chubut, percibí que allá se están preocupando muchísimo por la ecología, mi mamá trata de reciclar todo. Cuando vuelvo a Buenos Aires me doy cuenta del desastre que es en todo sentido. Esta preocupación mía coincide con que Monina conoce a los de a77, que trabajan con materiales reciclados y son los que hicieron el barco. Hace poco supe que quedan mil yaguaretés, especie de tigre nuestro, un animal de la selva. Me dio mucha pena, ahí me di cuenta de que en la obra estoy nombrando a animales en vía de extinción. Reconozco que me causaba aprensión bajar línea, pero también tengo ese lado serio, del que me quiero hacer cargo a veces. Lo de Córdoba, esto de que hay que irse a la montaña, está inspirado en esa noticia de que supuestamente el 5 de mayo de 2005 iba a llegar el fin del mundo.
M.B.: —Sí, eso buscan en cierta forma, cumpliendo el deseo del hombre que compartían. También está la historia de que los marcianos bajan en esa provincia.
M.B.: –Las tragedias me parecen enseñanzas para renacer, aprender algo nuevo. Hablan de lo que es inevitable, el destino, el camino a seguir. Y en Paraná... tenemos a dos mujeres solas frente a la nada, con un destino trágico... También me gustaría hacer comedias brillantes, que la gente se ría hasta sentir un vacío en la panza.
M.B.: –Durante un tiempo yo cuidaba una casa en la calle Paraná, estilo pensión, de doce habitaciones. Vivía sola, el lugar era muy frío y le quise poner un nombre lindo: Paraná Porá. Porá significa “querido, hermoso”, y Paraná, “fantasma”. Pensé en la palabra “añorado”.
M.B.: –Yo le cantaba a mi hermana ese tema para que se durmiera, imaginate lo incorporado que lo tengo. Por otra parte, es muy fuerte el mito de la inmolación de Anahí, que da lugar a la aparición de la flor del ceibo, nuestra flor nacional. No había Paraguay cuando nace esta leyenda, que es de los guaraníes. Me gustan la comedia musical, la ópera, que el canto surja de la acción. Además, me encanta el folklore, bailar chacarera, no lo veo ni antiguo ni moderno. También voy a bailar a Niceto electropop en castellano, o escucho a los Pet Shop Boys, a los Ramones. Y en Paraná..., con lo del folklore, decidí ir con todo.
Monina Bonelli: –La de Anahí es una leyenda basada en hechos reales de la época de la Conquista: una india fue hecha prisionera, se escapó, la volvieron a agarrar y la quemaron, como a una bruja. Era una guerrera de mucho coraje, como dice la canción, cuya hermosa letra también señala que era fea. Anahí tiene otros valores más importantes que la belleza física.
Valeria Lois: –Fui madre en 2008 y estaba en un momento en que actuaba poco cuando me encontré a Monina y a Maruja en la puerta de un teatro. Nos pusimos a bromear con Monina diciendo que nos parecíamos. Yo venía de un casting donde había estado con Elena Roger, y comentábamos que también nos asemejábamos a ella y que, por lo tanto, tendríamos que juntarnos y hacer Tres hermanas. Poco después, estando en mi casa entregada a la tarea doméstica, encuentro una llamada en mi celular de número desconocido. Llamo y una voz me dice: “Yo no fui, quizá fue Maruja Bustamante”. Quedé muy expectante. Y después me divirtió mucho que la convocatoria tuviese algo que ver con esa charla informal que habíamos tenido con Monina delante de ella... Maruja me dijo: “Son dos mujeres que comparten un hombre, y por eso me gusta que tengan un parecido”. Desde el primer momento, Paraná Porá me entusiasmó mucho. Por Monina, por hacer algo con Maruja, por la propia obra. La primera lectura fue de lo más emocionante. Eso que dice Maruja de su sentimiento personal por los personajes, que lloraba por ellos, la comprendo bien: a mí me pasa aun hoy, que cuando pienso en la obra y en el final, se me cae alguna lágrima.
V.L.: –Sí, te lleva un paso más a lo profundo, sobre todo cuando ya sabés que la Polaca y la Gringa están atrapadas sin salida. Incluso el embarazo es algo que te atrapa, puede ser muy feliz, pero a cierta altura no tenés opción. Este viaje tampoco tiene vuelta atrás. Están metidas ahí porque la naturaleza se está destruyendo, y por un hombre. Porque si mi Polaca hubiese sido madre alguna vez, quizá podría identificarse con otra mujer embarazada. Pero ella, como la Gringa, está ahí por un hombre, cumpliendo lo que dispuso el Santo con intención de protegerlas. Por otra parte, con la obra me pasa algo especial en estas épocas de cierto teatro muy intelectualizado, palermero conflictuado, familia disfuncional, etcétera: Paraná Porá me parece una jugada bien fuerte, bien contra la corriente. Y tampoco es que esta obra incurra en facilidades: el comentario que recibo es que a la gente le lleva unos minutos entrar en clima, concentrarse. Hay que ir habituándose a ciertas imágenes, a las tonadas.
V.L.: –No hay nada previsible para el público. Además, para mí, éste es el tipo de trabajo donde el actor es muy autor, yo vengo un poco de esa escuelita. En Paraná Porá, aparte de Maruja en la puesta, tenemos a una directora de actrices, así figura en el programa. Y otro aspecto que querría destacar es que la obra está toda escrita, es un texto: todo ese mundo que nosotras habitamos lo bajó Maruja. El espesor, lo sabroso que traía el texto ya era suficiente. Este desafío me motiva mucho. Hace un tiempo nos juntamos un grupo de mujeres –actrices, vestuaristas, locutoras– que tuvimos hijos en 2008, una reunión de hijos y madres. Nos escuchamos, jugamos, jodimos. Luego, en el cumple de uno de los chicos que nació en la casa, vino la partera y al irse nos dijo: “No dejen de hacer esto, ustedes son mujeres que se ayudan entre ustedes”. Yo encuentro algo de eso en Paraná Porá, a pesar de los enfrentamientos, de la rivalidad por el Santo, son dos mujeres que se tienen la una a la otra.
M.B.: –Soy amiga de Maruja, de modo que estoy familiarizada con sus gustos, sus ideas. Al escuchar a Valeria, se me refrescó todo el proceso de la obra, tan incitante. Yo tengo una postura ideológica con respecto a la actuación y el teatro muy compartida con Maruja. Esto que ella dice de la actuación nacional, de no tenerle miedo al gran gesto porque en esa artificialidad puede haber mucha carnadura. Nosotras somos de una generación que en los ‘90 tuvo un recorrido del que yo me sentí siempre un poco outsider. De hecho mi propio trayecto es tirando a atípico, cosas fuera del canon, un poco corridas del camino a Alemania... No le tengo miedo a la emoción, aunque aclaro que detesto la solemnidad. Me importa mucho estar haciendo esta obra en este momento, a la que se sumó la figura de María Urtubey, siempre muy presente.
M.B.: –Estaba en una lectura en La Boca, treinta personas, una de ellas, Toia, directora y curadora de La Guanaca Azul. Ella, que es de Santa Cruz, se acerca y me dice que tiene una galería que cruza lo autóctono con lo contemporáneo, que querría ayudarme en algo. Me guardo la tarjeta y un día caminando por San Telmo con mi asistente, Gael Policano Rossi, él me señala: ahí está la galería de la madre de mi amiga. Era La Guanaca Azul. Entro y compruebo que es el lugar de mis sueños. Cosas de toda Latinoamérica muy accesibles, nada elitista. Me gusta especialmente cierta ropa, le pregunto a Toia si quiere hacer el vestuario de Paraná... y me entero de que son diseños de su hija, Candelaria Aaset, artista plástica, a quien le pregunto: “¿Viste Mad Max? Bueno, busco en esa línea, con acento autóctono”. La volví un poco loca dándole indicaciones, pero lo concreto es que cuando me entregó los primeros dibujos, era lo quería. Todo fue así, sobre rueda: yo pensaba que la arpista tenía que llevar un vestido verde, pero no se lo había dicho. Y cuando llegó el momento de esa parte del vestuario, Candelaria me comenta: “¿Sabés que podemos ponerle un vestido verde de fiesta que yo tengo? ¿Te parece desubicado?”. “Nooo”, le aseguré, “es perfecto”. Para la nave, Monina me sugirió que mirase el blog de a77, ellos entendieron todo de entrada. Trabajan con esas cajas, reciclando, tienen un vuelo extraordinario.
V.L.: –Quiero agregar que el trabajo con María Urtubey estuvo buenísimo porque se dedicó a armar la ruta de cada personaje con nosotras, a apuntarnos dónde se nos perdía, dónde se nos caía. Todo con una paciencia, una delicadeza y una elegancia nunca vistas para bancarse los demonios de las cabezas de las actrices y de la autora.¤
Paraná Porá, los miércoles a las 21 en Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131, a $ 35. Estudiantes y jubilados, $ 25.
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