MUESTRAS
Popular y vanguardista, idolatrada por intelectuales y artistas, Antonia Mercé, La Argentina, había nacido por azar en Buenos Aires, hija de bailarines españoles de gira. Una abarcadora muestra recupera su trayectoria y su pasión por el intercambio cultural.
› Por Moira Soto
“Mujer en vilo”, la llamó Federico García Lorca. “Heroína de su propio cuerpo, domadora de sus deseos fáciles.” Según el poeta, Antonia Mercé, La Argentina, era capaz de mirarse bailar y así regir sus menores movimientos, sofrenando a su gusto “las ráfagas ciegas del instinto puro”. Admirada por intelectuales y artistas, desde Valle-Inclán a Manuel de Falla, Antonia también hechizaba al público más popular que la coronó reina varias veces: de la danza española, de las castañuelas, de la gracia... A 120 años de su nacimiento en Buenos Aires –su padre y su madre estaban de gira por estas tierras–, la genial bailarina es homenajeada en una muestra que acaba de inaugurarse: Antonia Mercé, La Argentina, Alma y vanguardia de la danza.
“Buenos Aires le debía este tributo a Antonia, una artista que tendió puentes entre España y nuestro país, ya desde el momento en que eligió ese nombre artístico que la acompañaría para siempre”, dice Patricia Nobilia, investigadora y firmante de los textos que figuran en los atriles y en el primoroso catálogo. “A ella le corresponde el mérito de haber reinventado la danza española, partiendo de la tradición más clásica pero interesándose vivamente en los bailes regionales más genuinos. Antonia, La Argentina, tan innovadora y creativa, hace esta fusión entre pasado y presente, lo que la convierte en vanguardista. Ella investiga en cada rincón de España, rescata coreografías a punto de perderse. Y en uno de sus viajes a nuestro país, en 1934 –luego de haber hecho exitosas temporadas en el Colón en los ’30–, descubre las danzas locales tradicionales y las estudia. Un grupo de folkloristas la va a ver al Plaza Hotel y le enseña la zamba, el bailecito, la firmeza, la condición. Ella se lleva las partituras en la valija y al año siguiente, dentro de su repertorio presenta en París la Suite Argentina, usando un traje de paisana diseñado por el artista Rodolfo Franco. Traje que también podrá encontrarse en esta muestra.”
Así como había nacido en 1890 fuera de España (en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, Talcahuano 306, en una casa que aún existe), Antonia Mercé murió el 18 de julio de 1936 fuera de su país, en Bayona, Francia, abatida por un dolor insoportable al saber que las tropas de Franco se habían sublevado contra la II República Española. Es verdad que la bailarina y coreógrafa, a punto de cumplir los 46, tenía una afección cardíaca, había trabajado y viajado sin descanso desde la adolescencia, era fumadora. Pero no es menos cierto que su corazón feminista estaba con la República y que había sido la primera artista condecorada por el presidente Manuel Azaña.
Antonia Mercé, La Argentina vivió hasta los 2 años en Buenos Aires. Luego sus padres regresaron a Madrid y se instalaron en el barrio de Lavapiés. La niña Antonia se salía de la vaina por danzar, mientras que el padre, bailarín y coreógrafo muy conservador, quería que la hija aplicara su bonita voz de contralto al bel canto. Entonces, la manda a los 10 al conservatorio, donde la chica estudia hasta los 13, edad en que la muerte del progenitor la lleva a trabajar de corista en un teatro de varietés, el Apolo. La adolescente, alta, esbelta y morena, de unos ojazos verdes que le encendían la cara, se pone rellenos para parecer mayor. De teatro en teatro, se cruzó en los pasillos o en los escenarios con divas como La Fornarina, Pastora Imperio, Candelaria Medina.
La joven superdotada descuella prestamente y a los dieciséis sale por primera vez de España para debutar en Portugal. De allí a París, al Jardín, al Moulin Rouge: su brillante carrera empieza a dispararse, encabeza la compañía El Embrujo de Sevilla, el estallido de la Primera Guerra la sorprende en Rusia. La inagotable energía que consagra a ensayar, investigar, cultivarse, no le impide –precisamente porque cuidaba los diseños de sus vestuarios escénicos, algunos bien modernistas– tomarle el gustillo a la moda, adopta el sombrerito cloche de Lucienne pero mandándolo hacia atrás, cosa de lucir sus misteriosos ojos verdes orlados de kohol. Lo propio solía hacer con los turbantes de Chanel, así como alargaba las faldas de Jean Patou”.
Las distintas salas de la abarcadora muestra del Museo Larreta ofrecen documentos originales, fotografías, materiales audiovisuales y toda suerte de objetos. Imágenes de infancia, numerosos trajes, esas castañuelas de las que extraía sonidos únicos. “También tenemos a Antonia como artista de vanguardia, testimonios de sus vínculos con figuras de las letras, de la música”, detalla Patricia Nobilia. “De su colaboración con Manuel de Falla, cuyo Amor Brujo recreó con gran suceso en los años ’20, fascinando al gran compositor. La Argentina supo crear obras de avanzada como Triana, de Isaac Albéniz, o el Fandango del Candil, de Enrique Granados.
La última sala está tomada por la Suite Argentina que Antonia ofreció en París, haciendo conocer nuestras zambas, nuestros bailecitos, un año antes de morir con el corazón destrozado. ¤
Antonia Mercé, La Argentina, Alma y vanguardia de la danza, en el Museo Larreta, Juramento 2291, lunes a viernes de 13 a 19, sábados, domingos y feriados, de 10 a 20.
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