Los libros son seis, de distintos colores, con formato de libro infantil. Están destinados a niños y niñas de 9 a 12 años. El primer testeo es exitoso. El nene de 9 no dice nada, pero se los lleva a su pieza, los lee a todos, y hace algunas preguntas en casa. La nena de 11, en plena pubertad, se ríe, se burla de los dibujos –hermosas ilustraciones de Mariel Bianco– y dice cosas como: “No puedo creer que hayan dibujado esto”, en tono burlón, cuando ve la lámina donde un hombre y una mujer se abrazan, en una relación sexual. Pero se queda con uno llamado Las relaciones sexuales y afectivas, que lee cuando nadie la observa. Publicados por Librería de Mujeres Editoras, el año pasado, los seis libros de la psicóloga Liliana Pauluzzi forman la colección Mi Sexualidad, un material prácticamente único en el mercado.

La autora trabaja desde hace más de 30 años con niños –y luego docentes–. Así aprendió a escuchar las inquietudes, a responder con claridad y sin eufemismos. Para ella, además, la educación sexual es “más que una vacuna” contra el abuso sexual infantil. “Tenemos que aprender a no querer agradar a las personas a cualquier precio, a no permitir que invadan nuestro cuerpo y a poder expresar que no se quiere hacer todo lo que los demás piden que uno haga”, dice en la página 15 de Ser sanas y sanos sexualmente. Completan la colección los títulos Rosa, celeste o todos los colores, El nacimiento de una nueva vida, Los cambios de la infancia a la adolescencia y La sexualidad.

La historia de Pauluzzi con la educación sexual comenzó de una manera casual. En 1986, fue convocada por la escuela primaria a la que iban sus hijos a dar una charla. Feminista, estudiosa de los mecanismos de represión, control y poder que rodean la sexualidad, la profesional realizó entonces un audiovisual bajo el nombre La aventura de crecer, que poco después se completó con un libro del mismo nombre, hecho de manera artesanal. En aquellos trabajos se veía un detallado dibujo de genitales femeninos y algunos padres de los compañeros de sus hijos pusieron el grito en el cielo: por qué no poner rayitas en lugar de dibujar la vulva. El otro escándalo fue el dibujo de una pareja haciendo el amor (tapada con una sábana). “Mi hija, que tenía siete años, nos mostró nuestra represión. Porque ella los dibujó destapados, con los genitales”, recuerda ahora la autora. Ante esa reacción, el audiovisual no pudo verse en la escuela. Pero Pauluzzi comenzó a ir a otras escuelas, a dar charlas para padres y docentes, hasta que una directora le franqueó la posibilidad de trabajar con niños. Jamás abandonó ese camino, aunque con el tiempo se fue enfocando en la formación docente.

También en 1986, Pauluzzi fue una de las fundadoras de Casa de la Mujer (www.casadelamu

jer.org.ar) una ONG creada para “trabajar por la eliminación de todo tipo de discriminación y violencia, para detener y prevenir el maltrato contra la mujer y el abuso sexual infantil” y que ahora coordina el Consorcio Argentino de Anticoncepción de Emergencia (CAAE).

Habían pasado pocos años desde aquellos inicios cuando, en 1992, la provincia de Santa Fe aprobó su ley de educación sexual. En ese contexto, la editorial Homo Sapiens publicó el primer libro de Pauluzzi, ¿Qué preguntan los chicos sobre sexo?. Allí recogía sus experiencias en diferentes escuelas –hasta entonces– de la ciudad. El libro les sirvió a muchísimos docentes, pero la ley provincial todavía no se implementó cabalmente, 18 años después de su aprobación.

Más allá de la ausencia del Estado, Pauluzzi siguió su tarea de hormiga, que se multiplicó a partir de otras docentes como Mónica Arrighi y Claudia Mauri, quienes llevaron esa tarea a sus aulas. Además, formaron el grupo Mujercitas, con adolescentes que realizaron sus propias experiencias de prevención de embarazos no deseados y de educación sexual a sus pares.

Cuando la directora de Mujeres Editoras, Carola Caride, le propuso hacer los libros, Pauluzzi no dudó sobre los contenidos que quería abordar. “Me pareció sumamente importante poner el tema de la diversidad, porque hay homofobia, hay mitos, y eso hace sufrir a muchos chicos y chicas en la pubertad y la adolescencia”, indicó la autora, que considera que “esto se debe sensibilizar en todos los niveles”.

“Lo que he aprendido, lo aprendí de chicas, chicos y docentes. Yo no empecé desde los libros, porque hay muchas cosas que se ven en los libros que están perimidas”, señala la autora mientras devela una de las razones de la actualidad y vitalidad de su trabajo. En 2006, la editorial Hipólita le publicó Educación sexual y prevención de la violencia, donde recogía sus experiencias en talleres con docentes. Allí, la primera actividad propuesta consiste en entregar a cada asistente un papel con distintos mitos sobre la sexualidad, y preguntarles si son verdaderos.

En cambio, estos libros están dedicados a chicos y chicas. Para Pauluzzi, la prevención del abuso sexual infantil es casi una obsesión. “La intervención tiene que venir desde el Estado”, puntualiza para alejarse de cualquier mirada voluntarista. Pero, en ese punto, reconoce que la educación sexual “permite brindarles herramientas a los niños. No podemos pretender que sean ellos los que puedan salvarse del abuso, deben hacerlo los adultos. Pero la educación puede darles herramientas. Una vez, estaba en un taller, y hablábamos de métodos anticonceptivos. Uno de los chicos me interrumpió y me dijo: ‘Pero qué hacemos con ésta que el padre la abusa todos los días’”. Como psicóloga, en su consultorio, recibe muchas pacientes que arrastran los efectos traumáticos de abusos infantiles. “Como dice la Alianza Internacional Save the Children, los gobiernos son cautos con las tradiciones, dejando vulnerables a los chicos. El abuso sexual infantil es una cuestión de poder y cultura”.