Viernes, 26 de noviembre de 2010 | Hoy
TEATRO
Con funciones desde el mes de mayo, Quién sabe Marta se instaló en la escena con una historia que recorre el imaginario de una mujer a través de una estética que remeda universos infantiles.
Por Sonia Jaroslavsky
Marta se despliega con ritmo coreográfico a través de siete actrices: Clarisa Hernández, Sol Tester, Cinthia Guerra, Laura Aneyva, Nadia Marchione, Luciana Sanz y María Florencia Savtchouk. Cada una de ellas atesora un poco de lo que Marta es. Una Marta vieja tortuga o la Marta romántica globo. Por qué no una Marta entusiasta flor o decepcionada sirena o la Marta solitaria niña. También ingresa la Marta caliente pájaro o la soñadora conejo. El mundo interno de Marta es muy rico y promete el ingreso a cuartos multicolores, viajes soñados, tal vez, como un modo de escapar a esa cotidianidad irritante de un 9 a 18 puntual de oficina.
La obra se concentra en el conflicto de una mujer con ella misma, más que con su entorno. Para poner el foco en las contradicciones de Marta, la escena se nutre del universo de Alicia en el país de las maravillas o Mary Poppins, pero con un golpe a tierra, gracias a palpitantes canciones como “Los siete enanitos” en versión del grupo punk vasco La Polla Record, Los Ramones, Talking Head o Blind Melon. Cada una de las melodías elegidas vuelve intensos cada momento que vive esta mujer de anteojos gigantes, gorrito de invierno, pollera debajo de la rodilla y medias que cubren el resto de las piernas sin dejar nada al descubierto.
Francisca Ure, directora y dramaturga de este espectáculo, sostiene que si bien no estaba saturada de ver realismo en los escenarios observaba la necesidad de “jugar más” y de “darle prioridad a lo estético dentro del juego”. Para ese propósito la técnica del clown fue una de las llaves: “Por su manera presente y libre de encontrar imagen en la acción”. Los rubros escenografía y vestuario (Sol Soto), animación (Dalmiro Zantleifer), audiovisuales (Martín Berra) y fotografía (Giampaolo Samá) se conjugan en su justa medida contribuyendo a crear las fantasías o delirios que llevarán a que Marta paradójicamente parezca tomar finalmente las riendas de su propia vida. Porque Marta es una mujer que está muy sola, comenta Francisca –hija del maestro Alberto Ure– y continúa: “Cuánto más contacto tiene Marta con la gente, más confirma su deseo de abstraerse del mundo. No se halla en la mirada de los demás porque siente que no existe. No por eso está triste, más bien todo lo contrario. Se siente mucho más feliz vagando en su cabeza. Puede ser reina, bailarina, verdulera, pájaro o cualquier cosa que se le cruce por la mente. Creo que por eso aparecieron como influencias Lewis Carroll o Mary Poppins, son materiales que les permiten a los personajes viajar por mundos de imaginación irresistibles, preferibles a la realidad”.
Desde el comienzo del proceso creativo, Marta fue parida como un personaje fragmentario. “Nos largamos a ensayar –cuenta la directora– sin saber para dónde íbamos. En una primera etapa ni tocábamos los textos: bailábamos e improvisábamos tratando de poner todo el énfasis en el cuerpo. El vestuario fue una de los lenguajes que más hizo crecer este proyecto, porque entendí y confirmé, la manera en la que, por ahora, quiero trabajar: no me gustan los vestuarios ni las escenografías como agregados que uno tiene que montar dos semanas antes de estrenar: la mayoría de las veces son un implante y quedan como algo externo al personaje o a la obra.”
Si bien la joven directora no se propuso plantear “un tipo de mujer” con esta obra, el hecho de abordar personajes femeninos la enfrentó a la pregunta si es interesante abordar un trabajo desde la cuestión de género. “Con lo que más me identifico como mujer con el personaje es con su constante necesidad de hacer/hacerse preguntas”, confiesa Ure pensativa.
Quién sabe Marta. Sábados 21 y 23 horas. Hasta el 4 de diciembre inclusive. Huella Teatro. Av. Medrano 535. $30. Reservas únicamente a través de www.alternativateatral.com
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