Norma Rivas murió quemada por nafta por su ex pareja el 5 de diciembre de este año en La Matanza. Es la mujer número 207 que es asesinada en el año por ser mujer, sólo según el conteo de femicidios publicados en los medios que hace el Observatorio Adriana Zambrano. Su caso representa al de 3 de cada 10 mujeres que son asesinadas cuando deciden dejar a un hombre, al de 5 por ciento de jóvenes que perdieron la vida incineradas, y denuncia la necesidad de mayores garantías judiciales para conservar la salud y la vida de las mujeres que denuncian violencia machista.
› Por Luciana Peker
Hasta el 31 de octubre del 2010 murieron 206 mujeres asesinadas por ser mujeres. El 5 de diciembre, a la noche, murió otra mujer, Norma Rivas, la 207. Por lo menos, la 207. No solamente una de las 207. Un número que lo dice todo: basta. Y un basta que tiene que decirse hasta que se cumpla.
El Observatorio de Femicidios en Argentina de la Sociedad Civil Adriana Marisel Zambrano midió la cantidad de muertes publicadas en agencias informativas y 120 diarios nacionales o provinciales y constató que fueron asesinadas, del 1 de enero al 31 de octubre del 2010, 206 mujeres, lo que representa una cifra un 19 por ciento más alta que el año pasado.
Aunque, en realidad, el propio monitoreo demuestra la falta de políticas públicas que todavía adeuda la posibilidad de contar con cifras oficiales y no sólo con monitoreos mediáticos. Aun así estas cifras sirven para enmarcar a los femicidios como un problema de violencia machista desatada contra la mujer cuando un hombre considera que ella es de su propiedad.
Norma tenía 22 años. Ya tenía tres hijos. Pocas cosas eran suyas en su vida de mamá joven y a tres manos en Rafael Castillo, La Matanza. Pero su libertad sí. Por eso, decidió cortar con su novio que –según contó después la mamá de Norma– tenía problemas de adicciones.
Su ex pareja le roció nafta hasta que Norma murió quemada en la hoguera machista que todavía no se apaga. El quedó procesado por homicidio calificado por el vínculo. Pero Norma murió. Igual que otras 206 mujeres –al menos– en la Argentina durante el 2010.
Y Norma es más que la 207, es más que una más, es también un símbolo. Una forma de contar que no son crímenes policiales, ni casos sociales, sino un problema tan íntimo como político que sólo con políticas de Estado puede prevenirse.
Norma murió a los 22 años. Perdió más de 50 años de posibilidades según la expectativa femenina de la Argentina, que supera los setenta años. Igual que ella, la mayoría de las mujeres asesinadas –el 36 por ciento– tiene tan sólo de 19 a 30 años.
Norma le había dicho no. No quería ser más la pareja de su pareja. Pero él no aceptó el no, como en la cultura no se respeta que el no de una mujer es no. Y la violencia contra las mujeres que deciden cortar una relación es muy alta. Antes se prejuzgaba a las mujeres que se quedaban con un maltratador. Ahora no se ayuda a las mujeres a poder cortar una relación sin volverse kamikazes contra su salvación. El 30 por ciento de los femicidios en Argentina, como en el caso de Norma, fueron cometidos por ex parejas, novios o concubinos. Y, si se tiene en cuenta que otro 37 por ciento de las muertes fue a manos de parejas, novios o esposos, se llega a la conclusión de que el 67 por ciento de las mujeres asesinadas no tuvieron que abrir la puerta para tener miedo. El miedo estaba adentro o no se quería ir de la vida cotidiana de las mujeres que dieron su vida sin que nadie escuchara su basta.
Norma ya había denunciado a su pareja por malos tratos, según relató su mamá. De hecho, en 26 femicidios se constató la existencia de denuncias previas al hecho, contra el varón, y en 5 existía exclusión o prohibición del hogar para el agresor, según destacan Ada Beatriz Rico y Fabana Tuñez, de La Asociación Civil La Casa del Encuentro. Por lo tanto, 26 mujeres pidieron en un juzgado protección y volvieron a un juzgado para ir a la morgue. Ellas, su cuerpo frío y latente, exige que se piense en medidas de protección (desde gps electrónicos hasta redes de solidaridad barriales) para proteger a las víctimas de violencia de género. Para que se animen a denunciar, pero la denuncia no se convierta en otra arma de doble filo.
Norma murió rociada por nafta y prendida fuego por su pareja. Igual que Wanda Taddei, la pareja de Eduardo Vásquez, el ex baterista de Callejeros, que está procesado con prisión preventiva presuntamente por haberla matado quemándola. Pero Norma y Wanda no son las únicas. Casi un 5 por ciento de las mujeres asesinadas sintieron el dolor de su cuerpo en llamas, la tiranía del fuego, el espanto de la cárcel de calor, el ahogo del humo sin poder salvarse.
Otro dato central es que casi 3 de cada 10 mujeres (el 27,10 por ciento) de las 206 mujeres asesinadas, fueron baleadas. La cifra apunta mucho más allá de un tema social, que ya diarios como Clarín, La Nación o Infobae tienen que mostrar, sino cómo se muestra. Si la inseguridad íntima no es tomada como una tragedia, sino como un delito evitable, la compra, tráfico, tenencia de armas debería ser atacada, ya que las pistolas o escopetas en el hogar (que muchas veces es fomentada por el discurso de la inseguridad en la vía pública de los medios) incrementa hasta 12 veces el riesgo de muerte de una mujer maltratada, según estimaciones internacionales de la ONG Madre.
Norma tampoco murió en un territorio casual, sin vistas. Por lejos, la provincia de Buenos Aires –donde La Matanza es su corazón más descarnado, poblado y necesitado– es el lugar donde más femicidios se producen. De las 207 mujeres asesinadas, 73 eran bonaerenses. Y la provincia que la sigue –muy por atrás– es Córdoba, con veinte muertes. No se trata de un mapa macabro, pero sí de un alerta rojo para poner más juzgados de la mujer, abrir una oficina de violencia doméstica de la Suprema Corte provincial –como ya hizo Tucumán imitando el modelo de la Corte Nacional–, generar una atención masiva y eficiente y darles subsidios, protección y recursos a las ciudadanas bonaerenses para que no tengan que aceptar ni violencia física, ni sexual, ni psicológica, ni económica, ni obstétrica, ni mediática, como dice la Ley para Prevenir y Erradicar la Violencia Hacia las Mujeres promulgada este año por la Presidencia.
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