MúSICA
La veneración del macho y el festejo por la locura salvaje de las mujeres están presentes en el tan esperado disco en español de Shakira, Sale el sol. Un nuevo aporte al estereotipo de las chicas ardientes latinas, tradición de la que parece muy difícil desmarcarse.
› Por Natali Schejtman
Algunas cosas están cambiando. Los mismos publicistas señalan que el “segmento latino” de la publicidad yanqui ya no es una cosa rígida ni tan fácil, sino que viene sofisticándose y que hay que educar a los clientes en esa dirección. Los mariachis y las morochas, de los que supieron abusar, ya no representan a la primera minoría de Estados Unidos, diversa, rebosante y también vulnerable. Incluso, está estudiado que buena parte del público latino ni siquiera habla en español porque lleva generaciones en Estados Unidos.
En este marco, surgen diferentes voces y personalidades que se posicionan al respecto. Por ejemplo: mientras Salma Hayek es, por un lado, un exponente de una apertura de la industria –que permite súper estrellas latinas–, la actriz rara vez interpretó a una no latina en la pantalla grande. Por otro lado, está el caso de Shakira que, con un largo derrotero respecto de la cuestión, yendo y viniendo con los idiomas, ahora aporta una nueva pista con Sale el sol.
Hay cuestiones que todavía subsisten en la industria del entretenimiento y la imagen: cachondas, pasionales, curvilíneas, al filo de la ley o narcotraficantes, a los latinoamericanos les cuesta salir de algunos estigmas, si bien la realidad muestra que cada vez hay más personajes latinos en el cine de industria.
Hace poco, Salma Hayek sorprendió contándole al mundo que sus primeros tiempos en Estados Unidos fueron como ilegal. Ella, la mexicana aceptada, de buena familia de origen, querida, casada con un millonario que encima es ¡francés! habló de la realidad de Hollywood con los latinos y contó cuánto le costó ser considerada una protagonista. Tiene en su haber roles identitariamente neutrales, pero muchos de ellos se anclan directamente en su cualidad de morocha, tetona y mexicana. Por ejemplo, una de las películas que la vio nacer en Hollywood es Desesperado (también conocida como La balada del pistolero), protagonizada junto con Antonio Banderas y dirigida por Robert Rodríguez, un promotor de los dobleces de la cuestión latina en Estados Unidos. En esa película, Salma, bibliotecaria, relacionada con un narcotraficante y muy creyente, vive un amor pasional con “El Mariachi”, nombre del protagonista. En su filmografía aparece también Bandidas, junto a la otra hispana tan pero tan exitosa y querida que hasta fue mujer de Tom Cruise: Penélope Cruz. Ellas eran dos latinas potras, aventureras... bandidas. Y un paréntesis merece en este racconto de Salma, su ex compañera de aventuras Penélope. Recordemos que su primera pegada en la gran industria fue gracias a la inefable película Woman on top (traducida como Las mujeres arriba), llena de tropicalidad, baile, bananerismo, o sea, latinidad. Penélope era una chef brasileña cuyo sueño era triunfar como tal y para eso ofrecía... ¡cocinar con pasión!
De todos modos, la cuestión es más fina. También podría pensarse que la presencia de estas mujeres, aunque a veces tengan que caer en el lugar común, es saludable y empieza a abrir las puertas a un juego más plural. De hecho, ahora Penélope Cruz, con su acento inconfundible, ostenta un Oscar y unas cuantas nominaciones en su haber, mérito que sólo había tenido otra hispana, Rita Moreno, por Amor sin barreras. Es delicado. Uno de los últimos protagónicos sonados de Salma fue la versión hollywoodense Frida, en donde como es clásico en las biopics sobre personajes latinos, todos hablan en inglés, aunque con acento marcado, como para mostrar la marginalidad y desfasaje (chequear si no Nine, un exasperante musical que hace lo mismo evitando hablar en italiano por medio de un inglés italianizado). Frida es una película llena de clichés. Pero aquí hay algo curioso: parte del estereotipo de mujer latina surge de la propia Frida Kahlo, su moda, una de las mujeres latinas más renombradas en el mundo, la mexicana que fue interpretada por el mercado como sinónimo de sexualidad, gracia y dolor, un dolor melodramático, camp.
Robert Rodríguez merece una nueva mención. Este año estrenó una película que hasta podría decirse que trata sobre las mujeres latinas. Es Machete, el nombre fálico del protagonista monumental, interpretado por Danny Trejo, un recio policía mexicano que se las ve duras en Estados Unidos. El podrá tener el Machete, pero las chicas de la película son las que mandan. La rubia de ojos celestes Lindsay Lohan es la drogadicta WASP hija de político. Michelle Rodríguez (estadounidense de ascendencia dominicana que hizo de “Ana Lucía” en Lost) es la morochaza aguerrida mexicana que vende tacos y maneja una red de resistencia latina, y Jessica Alba, castaña de labios carnosos, cuyo aspecto multirracial (explotado en la serie Dark Angel) contribuye a ubicarla fronteriza, es un personaje dual, sintético, del lado de la ley (no como Michelle) pero también de la Justicia. Una relación directa entre el color de piel y el origen emerge de esta taxonomía. Hay un interés de Robert Rodríguez por los estereotipos de género, con algo de comic y de chiste: como si tuviera la necesidad de imponer nuevos héroes, nuevos perfectos. Morochos perfectos. En lo que a las chicas se refiere, la propuesta es sexual y muerde en el común de la latina semidesnuda. Pero con un componente extra: en Machete, ellas son agentes, en todo sentido. Además de objetos son sujetos comprometidos políticamente en la acción.
A los hombres latinos también les pesa el cliché y hasta se trata de uno más específico: el narco. John Leguizamo, actor y productor colombiano, que vive en Estados Unidos desde los seis años, habla a menudo de la imagen latina que aparece en la televisión, de lo difícil que es para un joven representarse en eso, y dice, como en una entrevista que le dio a People en español a propósito del festival de cine latino en Nueva York: “Hollywood no respeta a los latinos, Hollywood es muy segregado y, a los morenos y a los latinos, nos ponen en sus películas siempre como sirvientes y eso tiene que cambiar. No saben en realidad cómo somos, no nos conocen y no se dan cuenta de que estamos en todo; un ejemplo de ello es la juez Sonia Sotomayor”.
Y todo esto podría servir de introducción para entrarle a un caso de ingreso tardío y actual al estereotipo: Shakira.
Shakira debe ser lo más cerca que estuvo la Argentina de tener una representante en el pop planetario, terreno en el que todavía no colocamos un peso pluma pesado. Quizá eso de verla como “un poquito” argentina (por su novio, entre otras cosas) sea parte de la estrategia: ella es de todos lados y de ninguno, por eso puede cantar el waka waka en inglés y en castellano, como si nada.
La desmarcación en ella ya tiene una década. A principios de siglo, Shakira le puso Servicio de lavandería y también Laundry Service a su primer disco editado en dos idiomas. Venía de ser más bien rockerita con pelo negro, bailes exóticos y buenos discos y era por entonces exploradora, tierna y también sanamente resentida. Capaz de expresar algunas sensaciones agridulces en letras que, aun con intenciones de sagacidad, mantenían a raya la arjonización. El lavarropas vino acompañado de un pelo rubio, dos versiones de distintos temas y proyección internacional. Y siguiendo este esquema, llegaron luego las fijaciones orales. Las dos editadas el mismo año, una en castellano y la otra en inglés, con canciones distintas en cada una (aunque algunas compartidas).
El nuevo disco de Shakira, su esperado disco en español, para decirlo con las palabras de la industria, ahora que es una estrella. Se llama Sale el sol y es muy rítmico, bailable y fortachón. Se podría pensar que desde la cima –después de uno en inglés de nombre She Wolf, bastante elegante y que no funcionó del todo–, cuando es mundialmente conocida, la mujer colombiana vuelve a las raíces y llama para dos temas al dominicano El Cata, para otra canción al portorriqueño Residente (de Calle 13), una vez más trabaja junto a su admirado Gustavo Cerati y le pide colaboración en las letras al uruguayo Jorge Drexler. ¿Pero es tan así? Mejor escuchar qué nos dice este disco “latino”. Su primera canción difundida se llama “Loca”, y allí ella compite con otra chica por un “tigre” que parece que les arrastra el ala a las dos palomas. A Shakira le encanta hablar de “otras” (“Si te vas” o “Don’t Bother”), pero esta vez ella parece ser la que roba, venerando a su macho, tanto como la otra, que “se hace la bruta pa’ cotizarse”. Ojo, ella le advierte: “Yo soy loca con mi tigre, loca, loca, loca”. Hay otra canción que se llama “Rabiosa”, un merengue pegadizo cuyo estribillo repite “Yo soy rabiosa”. Y está el que es probablemente el mejor tema, “Gordita”, que hizo junto a Residente, de Calle 13. O sea, loca, rabiosa, gordita. Shakira, que supo y sabe ser más específica, en Sale el sol cae por momentos rendida ante el mito de la latina pasional y cachonda, como si alguien le hubiera dicho que para vanguardia estaba Gaga, para sofisticada Beyoncé y para electroyanqui Britney. Que ella tenía que ocupar su lugar como latina con caderas que no mienten. Sale el sol tiene una producción indiscutible y un barniz de chicle que lo hace completamente ganchero. Lo caribeño, además, le sale bárbaro, porque Shakira tiene rebote al cantar, mucha arenga y un acento que le permite mezclar lenguas de manera natural. (También tiene canciones más rockeras, como “Devoción”, una joyita co-compuesta con Gustavo Cerati).
Pero Residente es el encargado de evidenciar una lógica omnipresente. Le dice que él gusta de ella, sí, pero que también le gustaba cuando estaba más gordita y “cuando pierdes los modales” o “cuando se te sale todo lo sucio, lo obsceno”. Por lo general, lo sucio es lo que hay antes del servicio de lavandería, en el caso particular, antes de que Shakira empiece a querer ser planetaria. O bien, por qué no, un viejo lugar común de la latinidad ligada a la barbarie y explicitado en las letras: sin modales, obscena, gordita (carnosa), rabiosa... ¿Alguien había dicho “ella se hace la bruta pa cotizarse”?
De paso aclaramos que las canciones “Loca” y “Rabiosa” tienen su versión en inglés, pero conservan esas palabras en castellano en el título y estribillo. Parece que hay términos, como rabiosa o como “bandida”, que son intraducibles.
Otra vez, es prudente hilar fino. Su éxito arrollador tal vez sea producto de una cierta apertura. Su apuesta de lanzar al mercado internacional un disco en español y mezclar idiomas también puedan tener un costado de autoaceptación. Shakira es una dama dedicada y talentosa. Busca lo espectacular y genera fantasías descontracturantes en la gente. Siempre es un mérito mayor hacer una canción que no bien alguien la escucha quiera salir a descoserse en la pista. Y también es festejable que pueda cambiar, que pase de lady a rabiosa. Además, su inclinación a embarrarse le dio muy buenos resultados en su carrera.
Pero cuando observamos que “lo sucio” se asocia, incluso aunque sea tímidamente, con “lo latino” o cuando lo “latino”, como suele suceder en el cine, va de la mano de una imagen preconcebida y muchas veces prejuiciosa, es necesario alertarlo. Y también, levantar nuestras copas de fin de año para brindar por un entretenimiento más sutil y diverso.
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