Viernes, 24 de diciembre de 2010 | Hoy
EL MEGáFONO)))
Por Maria Luisa Peralta *
La provincia de Buenos Aires promulgó, hace dos semanas, una ley de fertilización asistida. Es una buena noticia que, finalmente, se deje de considerar a la fertilización como una necesidad secundaria y se reconozca la importancia que tiene en la vida de quienes recurren a las tecnologías reproductivas. Es muy bueno también que se haya comprendido que la cobertura por parte del Estado de estas tecnologías es un paso en la eliminación de las inequidades de clase.
Sin embargo, la forma en que fue redactado el texto de la ley merece algunas consideraciones. Es cierto que hay puntos que quedarán pendientes hasta el momento de la reglamentación: como el tipo de tecnologías que se incluirán o el número de veces que se permitirá reintentar la posibilidad de un embarazo.
Pero otras cosas ya han quedado cristalizadas en la ley, como la consideración de la infertilidad como una patología y la restricción del acceso a las tecnologías reproductivas sólo a quienes demuestren ser infértiles. Esas condiciones cierran el acceso al sistema público a usuarias de estas tecnologías que no son infértiles: parejas de lesbianas y mujeres solas, cuya demanda de estos servicios viene aumentando en los últimos años.
¿El deseo de las parejas heterosexuales es más válido o urgente que el de las parejas de lesbianas? Es un inmenso avance que la nueva ley no discrimine por status marital y no imponga la absurda condición de matrimonio sobre quienes deciden usar tecnologías reproductivas, pero excluir a las mujeres solas es prejuicioso y machista.
El número de hogares formados por una mujer y sus hij@s es muy grande. ¿Se quiere transmitir el mensaje de que las mujeres pueden y deben hacerse cargo de sus hij@s concebid@s con hombres que luego deciden abandonar el rol de padres pero que no tienen derecho a elegir ser madres solas?
Es posible que calificar a la infertilidad como patología sea un alivio del estigma para muchas personas. Pero también es un aumento del estigma para otras. Se argumentará también que la codificación como patología era necesaria para lograr la inclusión de la cobertura dentro del Plan Médico Obligatorio generando obligaciones para el Estado, las obras sociales y las empresas privadas de medicina.
Sin embargo, la experiencia del vih/sida demostró que se podían reclamar ese tipo de derechos desde la salud y no sólo desde la enfermedad. Uno de los grandes logros de las organizaciones de personas viviendo con vih fue que se les dejara de considerar enferm@s, que se les llamara y considerara “portadores sanos” y que se les proveyera gratuitamente toda la medicación necesaria.
Para las mujeres y para las lesbianas el lugar de la patología no es un lugar grato ni gratuito. Ya hemos sido puestas ahí demasiadas veces y siempre con alto costo.
Los derechos reproductivos no pasan de ser declaraciones de principios si no se adopta un enfoque de justicia reproductiva que dé cuenta de las inequidades y que sea capaz de desmantelar prejuicios y privilegios patriarcales.
* Militante lesbiana, madre en comaternidad con su compañera a través del uso de inseminación artificial.
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