Viernes, 14 de enero de 2011 | Hoy
DEPORTES
Hartas de ser dejadas de lado en los torneos profesionales de surf, un grupo de mujeres decidió asociarse en Mar del Plata y crear un campeonato sólo para ellas. La convocatoria inicial fue un éxito y cada año se juntan a rockear las olas y mostrar su destreza, sin perderse entre las tablas de ellos.
Por Irupe Tentorio
No, no es que el surf esté de moda. Es un deporte que arrancó hace ciento diez años y su paraíso de olas –desde un principio– está ubicado en Hawaii. Claro está, que entre la odisea de ir buscando las mejores olas muchos surfers descubrieron que el horizonte se ampliaba y así reparten su vida entre diferentes países y diversos torneos. Argentina no está entre los países top ten, pero eso no quita que exista una enorme comunidad de personas –de todas las edades– que festejan durante todo el año la emoción de sentir la libertad que genera navegar lo que no se puede controlar, en la inmensidad del mar. “Aquí el que manda es el clima”, sostiene Fernando Aguerre, presidente de ISA (International Surfing Association), quien desde siempre practica este deporte “hasta cuando los militares nos sacaban de esta misma playa a los tiros”. No lo dijo en voz baja, lo gritó a los cuatro vientos cuando dio apertura el sábado 8 de enero a la Cuarta Competencia del Roxy Surf & Arte, el torneo femenino que cada año convoca a casi cien mujeres en Honu Beach, a la vera del Faro Norte y que este año contó con la participación Lalcec (Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer) que se sumó a esta fiesta con una serie de esculturas intervenidas por distintos artistas y dispersas por diferentes sectores de la playa.
¿Cómo es esto del surf únicamente para chicas? Esta cronista intentará averiguarlo desde La Feliz y con la impronta de este campeonato: flores en la cabeza y collares que cuelgan en cada uno de nuestros pechos. “Nuestra música es el mar, y también la percusión”, se escucha por el aire.
Fastidiada de competir sin siquiera un premio que diferencie a la ganadora del ganador y a que las mandara al agua en la última serie, Lucila Gil –doblemente campeona argentina en los años ’90– decidió junto a su hermana Moira y demás cómplices organizar un campeonato que sea únicamente para las damas de surf. Así fue que en 1998 fueron playa por playa alentando a niñas, adolescentes y mujeres para poder hacer visible lo que para ellas era posible y primordial. “Fue un éxito total. Hicimos categorías para que todas puedan participar”, lo dice Lucila mientras su hijo la amarra del brazo, hace una pausa y vuelve a la carga: “El Roxy Surf y Arte se destaca de cualquier otro evento de surf, porque reúne en iguales dosis surfing con arte, y además logra el balance casi perfecto entre lo competitivo y recreacional, hecho que lo convierte en un evento singular por su carácter integrador”, concluye.
Para muchos que no agarramos la tabla, aquí existen otras actividades. El día arranca con el saludo al sol y una clase de yoga de la mano de Flor Gómez Gherbi, quien también surfea y aclara que todo esto se lo toma como una filosofía de vida. “Hace doce años que hago yoga y diez que surfeo. Cuando agarré la tabla y me metí al mar, la respiración que aprendí con la práctica del yoga me ayudó muchísimo. Me di cuenta lo importante que era saber coordinar estás dos actividades”, explica.
Ella no está sola, Fernando la acompaña en esta aventura de ir bailando por las olas y entre ellos discuten qué porcentaje de hombres existen en este deporte. “Es cierto que en este deporte la mayoría son hombres, pero para mí es un poco hermafrodita. Jamás me hicieron sentir débil. Es más, cuando nos encontramos en el mar, me alientan y me dicen ‘qué bueno ver mujeres en el agua’”, arenga Florencia.
“Acá se compite y se gana un premio, hay chicas que vienen de todas partes de la Argentina. Sin embargo, que sea un campeonato no significa que en él exista un clima tenso. Es por esto que ofrecemos otras actividades como los masajes o la venta de artesanías. Nosotras venimos con nuestras familias y de paso competimos. Más que un campeonato es un lugar de encuentro, donde todos comunicamos lo que más amamos: el surf.” No cabe duda. A la hora de preguntarle cuál fue su día más feliz en este deporte, Lucila dice “cuando me casé por civil, después nos fuimos a festejar a Kikiwai y nos metimos todos al agua, a festejar”, evidentemente para Lucila el amor es igual a la libertad que le da el mar.
Ya es hora de poner los pies en el mar, así que decido buscar a la campeona de éste y de muchos más campeonatos mundiales. Ella es la surfista argentina rankeada en el top ten mundial (el WQS). Ornella Pellizzari está poniéndose el traje para dar la clase de surf que también ofrece el evento. Joven y audaz, sonríe y me dice “tengo 23 años y desde los 11 años surfeo. Mi papá era guardavidas, así que todos los veranos lo pasábamos en la playa junto a mi familia. Ahí arranqué. Empecé junto a mi hermana haciendo body y cuando comencé a pararme en esa tabla, veía cómo los demás en –otras tablas diferentes– podían llevar a cabo más movimientos y así fue como decidí con mis ahorros comprarme la misma que ellos.” Ornella dice que lo que más le gusta del surf es que “es siempre diferente y viajás constantemente, es diferente, es diferente”, una y otra vez lo dice con una sonrisa calma de punta a punta, la misma que se le dibuja cada vez que se para arriba de una ola y las sensaciones son –para ella– inexplicables. “Hay días malos, días buenos, pero cuando lo ponés en la balanza siempre pesa lo bueno. Tuve mucho atardeceres inolvidables junto al mar. Por lo general esto se da fuera de la Argentina, puede suceder también acá, pero con menos frecuencia. Lamentablemente las olas aquí no son tan grandes”, señala.
Ella tiene planeado seguir viviendo de las olas y la arena. “Hace tres años que trabajo de esto, no tengo casa y soy feliz así. Viajo con mi cofre de cuatro tablas y mi valija. Por ejemplo, en febrero ya parto por tres meses a Australia. Además este deporte cada año crece más. Pienso que cuando no me dé más el cuerpo, probablemente me dedicaré a producir o quién sabe. Pero siempre cerca del surf”, concluye.
Largarse a mar adentro y permanecer sin temor no es imposible. Claro que todo depende bastante del entrenamiento y la fuerza que cada uno tenga. Como todo, cada vez más chicas se dan cuenta de que es posible. La competencia de Surf & Arte crece en convocatoria cada año, da puntaje para el ranking nacional (ASA), tiene premio en efectivo y apoyo de nombres venerados de la especialidad, como el de Fernando Aguerre, quien cada año viaja para la ocasión. “Es bueno que haya más chicas haciendo surf, cambia la energía, hace bien”, sentencia.
Cae la tarde en la playa y también los resultados de este campeonato, una vez más el premio se lo lleva Ornella, pero antes cuenta cómo es su rutina: “Me despierto muy temprano, casi a las seis de la mañana voy a la playa donde no hay nada de gente y salgo a buscar las mejores olas. Cuando se dan las condiciones me quedo durante dos o tres horas; más no porque el cuerpo no da. Particularmente me gusta el mar sin gente y la ola que más me gusta es la break beach, que es una que rompe en la orilla, lo que te ahorra el ejercicio de remar. También hay una ola ‘algo corta’ –dos metros de altura– lo que genera no hacer tantas maniobras y que puedas meterte en un tubo y disfrutarla al máximo. Es mi ola perfecta”. Ornella gira su rostro y se le ve a toda hora su tatuaje en el cuello: un avión que hace volar la palabra intuición, la misma que está escrita con marcador negro en su tabla.
Si hay algo que queda claro es que no importa la edad, tampoco si se hace bien o se hace mal. Nada de todas esas conjeturas que importan en los demás deportes. “En la mayoría de los deportes no disfrutás si sos malo, acá lo único que importa es pasarla bien”, remata Fernando. El combo no podría ser de otra manera: playa, viajes, yoga y arte es, sin dudas, sinónimo de placer.
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