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Varias onzas de sonidos y estéticas componen el cóctel “Pink Martini”, que ya no es un derivado del mítico trago, sino una banda norteamericana, procedente de Portland, Oregón, cuyo repertorio lanza guiños cómplices a sonidos de diversos puntos del globo terráqueo y que se presentó en el Festival de Otoño recientemente celebrado en Buenos Aires. Su exquisita coctelera admite el jazz, el bolero, el music hall y la bossa nova, pasando por canzonettas de procedencia insólita, cánticos en mandarín, tributos a Raffaella Carrá y/o Chavela Vargas. Casi como un playlist para mp3 o iPod, deliberadamente seleccionada y ejecutada con exotismo y apología de la elegancia, desfilaron en el escenario de un club de tenis drags con atavíos para conquistar y una vasta audiencia de seguidores y diseñadores de moda que veneran el estilo de su cantante y frontgirl, China Forbes.

Forbes llevaba un vestido shift negro de encaje superpuesto sobre un viso rojo, que se adaptó a la representación on stage y a los modismos de cada estilo musical. Son célebres sus tomas donde osa cual diva con largos vestidos y flores, rodeada de su big band de una docena de hombres en clásicos trajes. También hay ocasiones en que posa con trajes de diseñadores avant garde: Catherine Malandrino está en la lista de sus favoritos. “Idolatramos la estética y los sonidos de Hollywood en los años ’40, somos lo más parecido a una banda de las Naciones Unidas con modismos retro”, suele enunciar Thomas Lauderdale, su fundador.

Thomas y China se conocieron en Harvard mientras estudiaban Historia y Literatura, y osaron alternar horas de estudio en el campus entonando arias de Puccini y covers de Barbra Streisand. El juego se profesionalizó circa 1994, cuando fueron invitados de honor y cautivaron a la audiencia del Festival de Cannes. Desde entonces editaron tres discos Sympathique, Hang on Little Tomato y el más reciente Splendor in the Grass, en que conjugan reversiones, pero varias canciones propias. Ella tiene una carrera musical propia (remitirse a la web y al disco 1978) y recientemente fue madre de un niño.

Lauderdale, quien comentó haber pasado unas extensas vacaciones en Buenos Aires en 2010, dijo acerca del glamour implícito en la banda: “Cuando empezamos, me propuse apostar descaradamente a su búsqueda. Por eso procuramos que nuestra música suene bella y arrebatadora, de ahí que cuidemos también tanto nuestra estética, el diseño de los discos, los videos. Quizá el nuestro es un sentido del glamour que faltaba en la música actual, venero la estética del cine de la época dorada de Hollywood desde niño y siempre recurro a ella”. Si intentásemos establecer alguna analogía con bandas locales y extranjeras, esta big band recuerda a Baccarat y los diversos proyectos de Sergio Pángaro, también a los comienzos de Juliana Gattas, frontgirl de Miranda! (cuando ella era ejecutante de jazz) y también a una banda incipiente que suele participar del ciclo Radio Royale-Brusa y los Bombones de Murano. Del lado foráneo, verlos y escucharlos trae un déjà vu a la imagen de la peluca rubia y los tuxedos de Mike Flowers Pop cantando “Light my Fire”, a comienzos de 1990. En cuanto a la moda, es extraño que luego de tal manifiesto no exista merchandising fashionista con el sello de Pink Martin: sería grato dar con paneos por la historia de la moda en su tienda virtual. Sí hay remeras con estampas de cámaras fotográficas y un accesorio insólito: parches para tunear o enmendar ropas cuyo icono es un castor, el animalito de la ciudad de origen de la banda. Una ironía tal vez del director de orquesta que comenzó militando por los derechos civiles y los de la comunidad gay, y quien no tiene pudor en confesar que suele asistir a clubes de strippers de Portland para tomar fotos de sus rostros.

Y cuando se lo inquiere acerca de su rol favorito en el escenario, suele dictaminar: “Concibo las puestas y la secuencia de sonidos como si fuese el decorador de un set de filmación”.