Viernes, 1 de abril de 2011 | Hoy
VIOLENCIAS
Rosana Galiano fue asesinada el 16 de enero del 2008. Su ex esposo, José Arce, está acusado de haber instigado su crimen. Después de dos años preso, salió en libertad gracias a una fianza que incluyó la casa en donde la mataron a ella. El hace un show mediático en el que se victimiza como cornudo y asegura que sus hijos quieren estar con él. Un femicidio que, por momentos, parece tener precio.
Por Luciana Peker
“Las dulzuras” se llama la casa que se nombra en los portones que abre José Jacinto Arce, en libertad después de ser acusado de instigar el asesinato de su ex mujer Rosana Galiano (y madre de sus dos hijos de entre seis y siete años), pero que contiene una historia amarga como la muerte.
José Arce asegura que su hijo mayor le dijo: “Vos no mataste a mi mamá porque estabas conmigo”. Lo dice como si la coartada de tener plata para mandar a matar a su esposa –que es el delito del que se lo acusa– pudiera derrotar la paradoja, cada vez más cuestionada, de que el padre que debe cuidar a sus hijos no sólo pueda ser capaz de matar a su madre sino que, para la Justicia, igualmente, sea capaz de cuidar a sus hijos.
“Desde que salí de la cárcel los tengo todo el día pegados a mí. Ellos saben que yo no tengo nada que ver con la muerte de su mamá”, le dijo a la periodista de Crónica María Helena Ripetta, mientras se lamentaba del deterioro de su quinta, en la que criaba pollos y tenía frutales, después de dos años de estar preso. Arce habla como si hubiera sido declarado inocente. Y, en realidad, fue dejado libre –después de pagar una costosa fianza gracias, entre otras cosas, a la propiedad del country El Remanso, en Exaltación de la Cruz, donde fue asesinada la madre de sus hijos– para esperar el juicio en libertad. Pero habrá juicio. Un mecánico está acusado de ser el autor material y él de ser el autor intelectual de la muerte de su ex esposa.
Aunque él acuda a las frases mediáticas que lo coloquen en un lugar de hombre víctima (cornudo, grande, robado, empobrecido, bizarro) para generar simpatía en la opinión pública, una simpatía que muchas veces logran los hombres maltratadores y que Arce cultiva con detalle. “Tuve que pedir fiados cien pollos para volver a empezar”, llora. Y anuncia un best seller de dudoso gusto: Don Arce, memorias de un inocente. Al menos, va a esperar que la Justicia no diga lo contrario, ya que –todavía– continúa procesado.
Arce estuvo detenido en la Unidad 41 de Campaña (donde compartía el pabellón con Carlos Carrascosa, condenado por el asesinato de María Marta García Belsunce, asesinada de cinco balazos en el country El Carmel) desde abril de 1999, imputado como autor intelectual del homicidio calificado por el vínculo de Rosana Galiano, hasta el 22 de marzo del 2011, en el que salió en libertad gracias a contar con 500.000 pesos para pagar la fianza.
La diputada Cecilia Merchán cuestiona: “La excarcelación de Arce pone en evidencia la lentitud de la Justicia, que demora más de dos años en iniciar un juicio, lo cual abrió la posibilidad de que Arce fuera excarcelado. Por otro lado, la excarcelación con fianza demuestra que el sistema judicial favorece a quienes tienen dinero: hoy en día nuestras cárceles están llenas de pobres a la espera de un juicio. Los ricos, en cambio, pueden esperarlo tranquilos en su casa”.
Tener plata no sólo le permite salir en libertad, también ser escuchado para decir –casi– cualquier cosa. “Soy descendiente de sirio-libaneses. Me podría haber ido a Siria y a Turquía y no me encontraban más, pero nunca me fui porque no tuve nada que ver con la muerte de mi esposa”, dijo en diálogo con Radio 10. Aunque, ahora más que nunca, Argentina parece ser mejor destino que Siria.
Rosana tenía 29 años y fue asesinada, a las 22 del 16 de enero de 2008. El fiscal sostiene que José Arce, de 62 años, instigó (pagó a alguien) para que la asesinara y que su mamá Elsa Aguilar (la suegra de Rosana) fue la financista del femicidio. Sin embargo, Arce cuenta una historia de hadas con una viejita más buenita que en los cuentos de hadas. “Los rateritos de siempre me robaron las herramientas, las máquinas, le pegaron a mi mamá que tiene 80 años. Ella estuvo cuidando a mis hijos y le hizo muy bien”, explica Arce, en el comedor de su casa adornada con guirnaldas y dibujos realizados por los nenes para recibirlo, según el relato de la periodista Ripetta.
La pregunta se repite como los disparos que le quitaron la vida a Rosana. ¿Pueden ser los acusados del crimen de la madre de sus hijos los cuidadores de sus hijos? La respuesta está en el limbo de la espera judicial. En el medio, los chicos crecen con los sospechados de asesinar a la mujer que los parió y los crió. La psicóloga y periodista Liliana Hendel crítica: “Me parece una canallada que Arce esté en libertad. No tiene sentencia porque la Justicia es lenta. Pero, además, en los casos de femicidios, debería invertirse la carga de la prueba y presumir que es culpable el acusado hasta que él demuestre su inocencia”. Además, la integrante de la red PAR se opone a que un acusado de femicidio pueda continuar con la guarda de sus hijos: “La ley le permite al padre que cuide a sus hijos, a los que no sólo no cuidó sino que además les provocó el mayor de los daños: la muerte de la madre. En esta historia hay tres víctimas: la muerta y sus dos hijos huérfanos. Es importante remarcar que la paternidad no es biológica, sino social, cultural, amorosa. Este hombre está lejos de esos conceptos, ya que por algo tenía dictada la exclusión del hogar por ser considerado peligroso”.
Pero, aun desde la cárcel, Arce les enseñaba –por teléfono– inglés, griego y las tablas de multiplicar. Y una –al menos cuestionada– idea de verdad: “Mis hijos saben toda la verdad. Al principio les dije que su mamá había muerto en un accidente, pero después que la habían matado. Ellos saben que está en el cielo y que desde allá los cuida. También saben que se me acusa porque escucharon, sobre todo a mi cuñado, por la tele. El más grande me dijo vos no mataste a mamá porque estabas conmigo en el hospital”, relata. Y se victimiza: “Yo la llamé al celular porque ella nunca estaba en el mismo lugar. De la causa no puedo hablar. Lo que sí puedo decir es que yo soy inocente, que mi único pecado fue amarla. En mi vida conocí a muchas mujeres, pero ella fue el amor de mi vida. Con los chicos siempre hablamos de ella, fue una muy buena madre”.
–La familia de Rosana teme que usted mate a los chicos porque son los herederos de la parte de ella –le dijo Ripetta.
–Es una barbaridad, mis hijos son lo más importante. Tampoco es cierto que yo sea millonario, ni que lave dinero. Pago todos mis impuestos.
Pero Rosana ya no era su mujer. Ni Arce el amor de su vida. Ella lo había acusado de maltrato y la Justicia había dictado una restricción para que el ahora viudo no pudiera acercarse a ella. El la llamó a su celular. Ella no tenía señal (un dato que, según sus familiares, conocía) y salió porque estaba esperando que trajeran a sus hijos. En ese momento la balearon.
La fantasía de la seguridad en los countries fue vulnerada. Aunque la violencia en los countries sigue tapada, como si maltratar a una mujer dependiera de un techo de chapa y no de una herencia cultural que se tolera más si el que maltrata, paga. La diputada María Luisa Storani analiza: “La situación de las mujeres que sufren violencia y pertenecen a la clase media alta, o que viven en countries, tiene algunas características diferenciadas de las otras situaciones de violencia. Aun viviendo con todo el confort de estos lugares, el victimario utiliza la violencia económica y la mujer no maneja nada de dinero, a pesar de tener auto no cuenta con plata para la nafta, sufre aislamiento y los recursos de lazos solidarios entre vecinos que se suelen dar en los barrios de clase media baja no existen en estos contextos. Además, la personalidad de ‘seductor’ que caracteriza a los victimarios hace que los vecinos no puedan creer en la mujer que manifiesta que sufre esta situación. Siempre es más creíble un ‘señor exitoso’ que una mujer golpeada”.
“El eliminó a mi hermana por una cuestión de bienes. Los nenes son los herederos de la mitad que le correspondía a ella. Ni Arce ni su mamá, Elsa Aguilar, quieren aceptar perder nada. El es capaz de matarlos”, le dijo Oscar Galiano a Crónica, en la mesa de su casa, junto a su otra hermana Mónica y su mamá Graciela. “Está acreditado el perfil psicológico, en el expediente dice que es un psicópata peligroso para la sociedad. Sin embargo le dan la excarcelación”, se queja la mamá.
“Los chicos están al cuidado de la mujer acusada de financiar el crimen de su mamá”, se indigna Oscar, en referencia a Aguilar, que fue imputada de ser la persona que le habría dado el dinero a Arce para que pagase a un sicario. Y revela: “Yo veía los malos tratos. Mi hermana me llamaba con cualquier excusa para que fuera a la quinta y me quedaba varios días. Le arreglaba cosas y escuchaba de todo, hasta le dijo ‘un día te voy a matar’”. Su hermana Mónica también reafirma que Rosana sufría violencia de género: “El la corrió con un cuchillo por El Remanso. Descalza por la ruta 8 corrió hasta un locutorio para llamar al jardín para que no le dieran a los nenes. Cuando llegó a la escuela llamó a la comisaría. Ahí lo denunció y no lo dejaron acercarse a 300 metros de la casa”.
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