INJUSTICIAS
Hace un año, este suplemento daba cuenta de la odisea judicial que enfrentaba Perla Pascarelli desde 2007, cuando una mala praxis durante una cesárea en el Hospital Durand provocó la amputación de sus brazos y piernas. El Gobierno de la Ciudad está obligado a través de un amparo a hacerse cargo de la atención psicológica de ella y de sus cuatro hijos, pero se niega a cumplirlo y esquiva a una familia que pelea por resarcir parte del daño irreversible que sufrió.
› Por Flor Monfort
No se victimiza, no derrama una lágrima, ni siquiera habla con nostalgia del cuerpo perdido. La manera en que Perla Pascarelli enfrenta la amputación de sus cuatro miembros debería ser una ventaja para que el jefe de Gobierno de la Ciudad Mauricio Macri se decida a recibirla. O tal vez por eso es que tanto él como su Robin, Horacio Rodríguez Larreta, la hacen esperar horas en las puertas de sus despachos: Perla y su marido Luis Sánchez van a preguntar con voz clara y firme, sin quejidos ni golpes bajos (algo para lo cual quién se animaría a decir que no están habilitados, pero no es esa su manera) por qué si la Justicia dispuso hace casi dos años la responsabilidad económica sobre sus vidas, ellos la vienen esquivando. Curioso movimiento en un equipo que se jactó de la inclusión de una persona discapacitada como Gabriela Michetti, quien bailó rock and roll en público tan graciosamente haciendo gala de una destreza a prueba de adversidades.
Pero vaya adversidad la de esta familia de Lugano, que Michetti, Larreta y Macri ignoran a pesar de la disposición judicial. Con su último hijo, Santino, hoy de 4 años, Perla siguió su embarazo en el Durand y tuvo una cesárea aparentemente normal. A la semana de nacido el varón, esta mujer, en ese entonces de 37 años, empezó a sufrir dolores persistentes, que eran paliados por el equipo médico del hospital con analgésicos. “Vaya a casa, no pasa nada”, le decían, aduciendo mastitis, gases o edad avanzada para tener un bebé. A las tres semanas de ignorar sus dolores, Perla entró por guardia cansada de aguantar lo que ninguna pastilla podía callar: sus tejidos, desde el aparato reproductivo hacia el resto de sus órganos vitales, se estaban necrosando (muriendo) producto de una infección masiva que nunca fue tratada. En esas semanas en que Perla entró en coma y que los médicos iban y venían con versiones varias sobre su estado, Luis afirma que a Perla la querían dejar morir, porque lo que realmente había pasado es que la cesárea estuvo mal hecha, y gracias a un virus intrahospitalario y a las malas condiciones de higiene de la operación (hasta se dijo que se olvidaron una gasa en el cuerpo de Perla) la infección que empezó en la misma sala de partos se diseminó sobre su cuerpo en tiempo record. Es difícil reconstruir para Luis esos días de locura: tenía un hijo recién nacido privado de su mamá, otros tres que atender, un trabajo al que no estaba yendo (y que luego perdería) y una falta de definición de parte del equipo médico sobre lo que estaba pasando. En ese espacio de tiempo siniestro en que ocurre la agonía de un ser querido, alguien le dijo que pida la amputación urgente y ese mismo día, o el anterior, él mismo descubrió cómo las manos y los pies de Perla se ponían negros. Casi a los golpes con los médicos que se negaban a hacer la intervención, Luis logró que le salven la vida a su esposa y después de siete operaciones, Perla abrió los ojos. Lloró ese día, lloró el día después cuando recibió a su hijo ya sin sus brazos ni sus piernas, pero no lloró más. Ahora buscaba responsables, y justicia.
¿Qué es lo que piden concretamente los Sánchez-Pascarelli? Ayuda psicológica para todo el grupo familiar, traslados a rehabilitación, ya que Perla tiene que ir tres o cuatro veces por semana al CER (el único centro especializado en pacientes amputados) y en ese traslado gasta alrededor de 200 pesos cada vez, y el pago del 50 por ciento de los impuestos de su casa. El titular del juzgado número 13 en lo contencioso, administrativo y tributario de la ciudad, Guillermo Scheibler, dispuso una multa de 300 pesos diarios a la ministra de Desarrollo Social, María Eugenia Vidal, por el incumplimiento del deber del gobierno porteño, pero tampoco Vidal se hace eco de la medida. “No estábamos informados”, dijo la ministra y prometió el pago, pero al cierre de esta edición nadie de su equipo se comunicó con Perla.
“Yo sé que este es mi momento, que estos meses preelectorales son ideales para presionar, pero no estoy viendo que les importe demasiado. Estamos en un momento clave porque también está por salir la demanda civil que nosotros encaramos en su momento y por la que pedimos 10 millones de pesos de indemnización. Se les va a venir todo junto, todo encima, y yo no me voy a rendir, así que más vale que nos atiendan” explica Perla, quien hoy trabaja el fortalecimiento de su cuerpo para recibir las prótesis que le dio el gobierno nacional. “A pesar de que Macri estaba obligado a pagarme las cuatro prótesis, conmigo se comunicaron desde Presidencia y se ocuparon de ese gasto, más la silla de ruedas que tengo ahora y la gestión de un permiso para que Luis trabaje en el Mercado Central”, cuenta. Desde septiembre del año pasado y en un lento proceso que puede llevar varios meses más, Perla se sube a las prótesis y camina algunos pasos. “Desde arriba es todo diferente, es empezar de nuevo pero con otra mirada, es pensar que voy a volver a caminar”, explica.
Cuando es contactada para esta nota, está haciendo los deberes con sus hijos, más tarde se va a contratar la animación de la fiesta de cumpleaños de uno de ellos, después va a decidir qué van a cenar, y después de comer se va a conectar a Internet, para chequear los mails del día y las noticias sobre su caso. Se acostumbró a usar los codos para hacer lo mismo que antes, un tiempo muy lejano, del que casi no se quiere acordar. “Yo no necesito ayuda psicológica, mi hijo más chico tampoco porque para él yo fui así siempre, no hubo un tiempo en que me vio caminar. Pero mis chicos más grandes, sobre todo uno de los varones de 13 está enojado con lo que me pasó y me gustaría que lo traten. Me voy a plantar en estos pedidos porque son justos. Y después, toda la tropa de médicos responsables del Durand, a quien no puedo nombrar hasta que no salga la resolución que, espero, los inhabilite de por vida para tratar a una persona. Todos esos profesionales hoy siguen atendiendo, siguen ‘salvando vidas’. Cuando a una mujer le duele, que insista, eso es lo que quiero que llegue como mensaje, porque muchas veces te subestiman, piensan que te quejás de más, que vas a una guardia de gusto, y te devuelven a tu casa sin hacerte ni un estudio.” Algo que en el caso de muchas es la diferencia entre la vida y la muerte y que en el caso de Perla, hubiera sido la diferencia entre la que fue y la que es hoy, una mujer que sin el temple de acero que tiene estaría desmoronada por una pérdida irreparable y definitiva.
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