Viernes, 22 de abril de 2011 | Hoy
RESISTENCIAS
Muy cerca de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, una comunidad guaraní consiguió que se les entregue un territorio que ancestralmente les había pertenecido usando una figura llamada “reversión” –los propietarios que no producen en condiciones dignas pueden ser expropiados sin indemnización–; es que los ahora propietarios y propietarias habían sido tratados como esclavos en la misma hacienda que ahora empiezan a administrar.
Por Maria Sol Wasylyk Fedyszak
“Un día se decidió que tenía que comenzar el saneamiento territorial porque los hermanos venían sufriendo en las haciendas como esclavos. No sólo hombres sino mujeres, niños y ancianos. Se ha visto el sufrimiento de los hermanos. Ha habido denuncias de violaciones de niñas en las haciendas por parte de los propietarios, de sus hijos y fruto de esas relaciones hay hermanos guaraníes. Y así empieza la lucha”, expresa Delina Cumandiri en un encuentro que recordó la lucha de mujeres y hombres guaraníes de Bolivia por recuperar su territorio. Esa hacienda en la cual se conmemora, denominada Caraparicito, sobre la cual ahora se asienta una comunidad indígena, contó hasta hace poco con un propietario al cual el Estado le expropió su tierra por someter a decenas de familias bajo un régimen de servidumbre. Ahora, para esas familias se abre otro camino.
Esta no es una crónica del siglo pasado. El pueblo guaraní viene exigiendo al Estado boliviano desde hace más de 20 años la recuperación de su territorio ancestral y la liberación de las familias cautivas. Después de muchos años de lucha de las comunidades, intervención de las autoridades estatales y de varios organismos internacionales, se lograron avances significativos en el proceso de liberación de las familias sometidas al régimen de servidumbre y en la reconstitución de su territorio. En ese marco es que las familias, las mujeres, que antes eran esclavas están aprendiendo a organizarse para salir adelante.
“Nos hacía trabajar fuerte, yo vi cómo los trataban. Nosotros veníamos a seleccionar pipoca (maíz). A los otros les daban harto para que escojan y tenían que escoger bien sino de nuevo se los mezclaban todo y de nuevo tenían que escoger. Tampoco les pagaban bien, ellos trabajaban por su propia comida. Les daban arrocito, jabón, nada más. Había nenes que trabajaban con su mamá escogiendo pipoca”, cuenta Elizabeth Flores, quien trabajó en la hacienda que se encuentra a unas seis horas del centro de Santa Cruz de la Sierra.
“El territorio es muy importante para nosotros, es por lo que venimos luchando hace muchos años. Nosotros peleamos por nuestro territorio porque desde siempre perteneció a nuestros antepasados, a nuestros abuelos. En nuestro territorio hay mucho hidrocarburo, flora, fauna y nosotros no lo aprovechamos y estamos luchando para recuperarlo”, afirma Delina, responsable de Género en la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG). Actualmente ella se ocupa de capacitar y formar compañeras para que tengan más participación en la organización.
En diciembre de 2010, 15 mil hectáreas de la hacienda Caraparicito, anterior propiedad de familia Larsen, fueron expropiadas y entregadas a familias guaraníes de la Capitanía de Alto Parapeti. Esta expropiación forma parte del proceso de reversión en distintas haciendas donde el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) identificó la existencia de la servidumbre en el chaco cruceño.
Delina tiene 32 años y 4 hijos. Ella fue una de las comisionadas para hablar con los peones guaraníes cuando aún estaban “empatronados”, como dicen ahí. No fue un proceso fácil porque ella y otra compañera tuvieron que ganarse primero la confianza y en su lengua pudieron ir averiguando cuál era la situación de sus compañeros que tenían mucho miedo de hablar por miedo a represalias de sus empleadores. Pero pasó mucho antes de llegar a esa instancia. La primera vez que el Estado trató de ingresar al territorio, una comisión del gobierno, compuesta por el viceministro de Tierras de aquel entonces más funcionarios del INRA, junto a miembros de ONG y periodistas, entre ellos un camarógrafo argentino, fueron atacados por terratenientes y ganaderos, en pleno 2008, cuando Bolivia ardía por los intentos separatistas de diversos sectores que se oponían a Evo Morales del único modo que sabían expresarse: la violencia.
“Un hermano guaraní fue golpeado, amarrado en una plaza en la zona de Cuevo”, relata Delina sobre un abogado que recibió azotes en su espalda. También una periodista fue golpeada y hubo un intento de violación, después de que los vehículos en los que se transportaban fueran atacados a piedrazos.
A pesar de ello, el proceso continuó. Entre 2006 y fines de 2010 se sanearon en Bolivia 43 millones de hectáreas. A eso hay que sumarle otros 9 millones anteriores a la gestión de Morales. Ambas instancias suman en total la mitad del territorio nacional sujeto a saneamiento. “En 2006 se produce un cambio sustancial con la ley denominada de Reconducción Comunitaria de la reforma agraria cuyo meollo es que la propiedad de la tierra, así estuviera legalmente otorgada, cosa que es muy rara en nuestro país, si no cumple con una función económico-social, tratándose de propiedades medianas y de empresas, es objeto de redistribución en favor exclusivo de los sectores mayoritarios que tienen que ser los destinatarios de las transformaciones sociales agrarias, empezando por la redistribución de las tierras”, cuenta Alejandro Almaraz, viceministro de Tierras en aquel entonces, integrante de la comisión atacada en 2008. Esta ley incorpora la figura de la reversión, que es “el retorno de la propiedad agraria al dominio del Estado, es decir, la reversión significa que ante la concurrencia de ciertas causales, particularmente el incumplimiento de la función económico-social, la tierra retorna a dominio del Estado que la redistribuye, la dota en favor de indígenas y campesinos, sin pago de indemnización porque lo que se está haciendo es que el país recupere tierras que tenían un propietario particular que incumplía funciones”.
El 8 de abril en el predio donde antes había un gran caserón donde dormían los peones fue el escenario del homenaje a quienes hicieron posible la reversión de la tierra. Comenzó con el canto del himno boliviano en guaraní en una ceremonia en donde se celebró la asistencia de quienes acompañaron el proceso de saneamiento en diversas formas. Para hombres y mujeres guaraníes se abre un nuevo camino, un proceso de reapropiación del territorio. Serán unas 40 familias las que allí vivirán.
Y esta etapa no es fácil. “Cuando los hermanos entraron y vieron que estaban libres, que estaba la tierra, no sabían cómo empezar a producir.” Por eso precisan apoyo desde el Estado para esta etapa, cuenta Delina. “Pero ahora están trabajando por tener algo mejor, por tener sus casitas en esas hectáreas donde ya están sembrando maíz y poroto.” Al mismo tiempo, “con las mujeres estamos viendo cómo se organizan, porque no saben, porque estaban acostumbradas a otra vida. Hay que comenzar a capacitarlas, a formarlas. Estamos socializando leyes que ellas necesitan conocer. Las mujeres piden que se las apoye con fortalecimiento, con capacitación para poder llevar adelante la comunidad”.
También las mujeres guaraníes deben enfrentar la violencia intrafamiliar, hacia las niñas, la violencia psicológica. “Eso se está viendo, eso ha venido sucediendo siempre pero a nivel organización va cambiando poco a poco. Tratamos de que salga a la luz, sobre todo en las nuevas comunidades, para que no haya violencia”. Delina junto a sus compañeras trabaja para formar nuevas líderes. “Sabemos que en nuestra organización las mujeres no tenemos mucha participación por eso empezamos a capacitar.” Actualmente están peleando por una escuela de formación para mujeres jóvenes.
El pueblo guaraní se encuentra en el departamento de Chuquisaca, Tarija y Santa Cruz, por eso ellos hablan de Nación Guaraní, que se extiende también por Brasil, Paraguay y Argentina. En Bolivia son aproximadamente 300 mil.
Cuando se habla de género, “en el pueblo guaraní decimos que no sólo hablamos de mujeres, entonces, cuando quiero capacitar y llamo a una reunión, no puedo llamar sólo mujeres, también están los hermanos. Es difícil, pero en eso estamos y empezamos a dar un paso más. Hay mujeres en las concejalías, algunas son mburuvichas (dirigentas) entonces vamos ganando espacio. En eso estamos”.
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