Vie 22.07.2011
las12

¡MIRá!

Florida en flor

Es una casa chorizo del barrio de Florida y, si no fuera por el fucsia que encandila desde las paredes, nadie sospecharía nada. Casa Florida es una flamante galería de arte, un proyecto cultural y familiar que inaugura con una muestra de siete artistas plásticas invitadas a recrear dos tópicos signados a lo femenino: la casa y la flor.

› Por Dolores Curia

Entre muchas otras casas bajas que se le parecen, se encuentra la recientemente inaugurada Casa Florida, un proyecto cultural-familiar. La madre fotógrafa junto al padre e hijos músicos reciclaron el espacio para convertirlo en una opción cultural no oficial y atípica en la zona, donde se dictan talleres de clarinete, piano, trompeta, acordeón, música electrónica, cine y creatividad, entre otros. En esta muestra inaugural (Casas Flores), siete artistas mujeres tomaron la “casa” y la “flor” como puntapiés y cada una, de modo personalísimo, se lanzó a construir distintas versiones (o microensayos fotográficos) que les dan vuelta y media a esas figuras.

Las fotos de Lorena Fernández bien podrían ser un tratado sobre lo vegetal, con una única figura humana a la vista (sin cara): “Hace tiempo que vengo encantada con el tema de las plantas, por la manera en la que se comportan, esa cuestión de criar algo muy salvaje y la necesidad de domesticarlo. Me encantan los patios internos que tienen los edificios en la planta baja, que tienen un mini-patiecito donde no llega la luz ni por casualidad, entonces sólo puede crecer cierto tipo de vegetación. Me llama la atención la pulsión humana de domesticar todo lo que nos rodea, estemos donde estemos. No es una crítica a la domesticación sino una pregunta sobre su funcionamiento. Hay un aspecto performativo en la naturaleza que, en general, entra en contradicción con el trabajo que hacemos para domesticarla. Eso me interesa: que siempre hay una dimensión salvaje imposible de domesticar. Por suerte”.

Mariana Roveda hizo la serie Casa Mitre para retratar su reencuentro con el hogar paterno en Tandil, un caserón que, desde que su hermana y ella se vinieron a vivir a Buenos Aires, a su padre octogenario le queda grande. Ambas son las protagonistas de las fotos y, en ellas, se vuelven a poner en situación de infancia. Las dos son mayores de treinta, pero tienen una contextura tan pequeña (por eso a Mariana le dicen “Marianita”) que, con esos vestidos estampados de cuello redondo, parecen las niñas que eran cuando vivían en la casona. Mientras, el padre (una presencia que no entrará nunca dentro de cuadro) coopera con la puesta en escena. Hacen pensar en instantáneas salidas de un cuento de Puig en las que se escucha algún radioteatro de fondo. Una reconciliación, o un rescate, del mundo de la niñez algo naïf y algo inquietante.

La serie de Luciana Betesh se llama Bulnes y sigue una línea similar. Luciana volvió a la casa de sus abuelos, ya deshabitada, e instaló un relato mínimo de una convivencia de décadas en un espacio, ahora destartalado. Unos guantes de goma todavía en su folio que nadie llegó a tocar, una pared descascarada por la humedad, una tele de los años ’70 y fragmentos de alfombras percudidas son algunos de los restos.

El trabajo que presenta Victoria Simón se llama Fábulas y son fragmentos tomados de películas en Súper 8 encontradas en mercados de pulgas y combinadas con fotos fijas de películas de su familia. Se vuelve imposible reconocer en ellas qué es lo propio y qué lo ajeno, cuáles son recuerdos verdaderos y cuáles prestados. La memoria queda expuesta como construcción subjetiva. Aquello que realmente pasó se le suman palabras e imágenes inventadas, o tomadas de alguna otra parte, en una estructura temporal anacrónica y fracturada. Uno pasos más adelante está la serie Ahora de Julieta Escardó, fotorreportera, docente y una de las creadoras del Espacio Ecléctico. Julieta recuerda que cuando le propusieron trabajar con flores aceptó enseguida, pero con una condición: las haría estallar, literalmente. La artista-tira-bombas experimentó con explosivos más o menos potentes hasta dar con los ideales. Hizo volar las flores por los aires y capturó con la cámara el momento justo de la hecatombe.

La artista visual Nora Aslan también montó una versión personal de la “casa” y las “flores”, que explica así: “El hogar puede ser una trinchera contra una naturaleza que avasalla. Desde el interior de la casa se mira el mundo en estado salvaje. Es parte de todo eso que hacemos para sentir que la naturaleza no es un ser extraño: flores de plástico detrás de un vidrio, sillones con estampado vegetal y una pecera se transforma en el fondo del mar. Con esta idea de la casa como refugio convive esa otra intención que es la de meter adentro de casa un pedazo de naturaleza. Hay una relación constante entre el afuera y el adentro. Entonces, a mí lo que me inspiró para hacer estas fotos fue el funcionamiento de la barrera que separa el afuera del adentro, lo cubierto de lo que queda a la intemperie. Y las instancias intermedias para acercar la naturaleza, para ir adaptándola cada vez más hasta verla reducida a una florcita en un florero”, concluye Nora.

Por su parte, Fabiana Barreda llevó a Casa Florida algunas piezas de su serie Fantasía doméstica, en la que va dibujando sobre el cuerpo una cartografía emocional con líneas de colores, casitas de aluminio y una Eva en un paraíso de plástico, coronada con una ensaladera y vestida con un delantal de hule que ofrece su manzana al mejor postor. “Es una mujer en un mundo idealizado, ridículo, con flores, mariposas y la pincelada kitsch, que parece que viene de una reunión de tupperware en la cabeza. Estas fotos son parte de una serie con mucho humor, en la que uso, por ejemplo, una minipimer como falo grotesco. La idea era mostrar a una ama de casa erótica porque me interesan todos estos nuevos arquetipos femeninos que empiezan a verse con más intensidad en las últimas décadas, en especial entre las mujeres de mi generación para adelante (yo tengo cuarenta y tres), que tienen que ver con un erotismo doméstico. Una noción de mujer que está en constante redefinición en la que se puede ser sensual y tierna al mismo tiempo.”

¿Cómo tomar distancia de los estereotipos, retratando casas y plantas, como temas “femeninos” y menores?

Lorena Fernández: —Creo que la casa es un espacio de domesticación. A la vez, como decía Virginia Woolf, si una mujer se quiere dedicar al arte y a escribir, necesita plata y un cuarto propio. La casa puede ser un espacio de domesticación y, a la vez, tu territorio. Puede ser tu reino. Me parece que es un lugar de tensión y puede tener un uso absolutamente subversivo, si uno quiere. La naturaleza no es siempre lo salvaje. Tampoco lo doméstico tiene por qué ser siempre un lugar de opresión. Siempre puede cumplir otras funciones. Los límites, los objetos, los significados no son unívocos. Que todas seamos mujeres y estemos retratando flores y plantas no implica aceptar pasivamente los lugares clásicos. Hay que reapropiarse y rehabitar la casa de otras maneras. Está bueno reconocer la casa como un lugar de trabajo. Porque durante mucho tiempo cuidar la casa no era un trabajo. El tema de la casa, si no está edulcorado, puede ser increíblemente potente.

Fabiana Barreda: —Todo este acrílico y plástico de colores que aparece en las obras es para reírme un poco del prototipo de la mujer moderna feliz que sonríe rodeada de electrodomésticos con el que nos bombardeaban cuando era chica. Yo quería ligar lo doméstico a lo erótico porque me tiene un poco harta esa idea de lo doméstico como lo virginal, un lugar aburrido donde sólo fregamos platos. Yo apunto a generar un arquetipo femenino y erótico de la ama de casa. Para que terminemos de a poco con la dualidad madre-puta. La mujer contemporánea es una mezcla de cuero negro, manteles de plástico, comida congelada y flores delicadas. De ahí nace un nuevo arquetipo que reúne toda esa multiplicidad de mujeres que sos al mismo tiempo. Un rehabitar la casa desde otro tipo de sensualidad y energía que también habla de otros tipos de deseos masculinos y femeninos. Para devolverle a la mujer esa multiplicidad de formas de sentir. Para remodelar el imaginario femenino con formas más libertarias, vitales, alejadas de las normativas y las estandarizaciones. Para mí las flores son símbolo de vitalidad, de lo que se regenera. Me gusta esto de que no haya que elegir entre Doris Day o Marilyn Monroe. Podemos ser ambas. Yo soy una ex punk, ex skater, que todavía se viste de negro, practico esgrima, arco y flecha... ¡y que nadie me venga a decir que soy poco femenina! ¤

Casas Flores podrá verse hasta el 5 de agosto en Casa Florida, José María Paz 1530, Florida, Vicente López. De lunes a viernes de 16 a 20. Más información en www.casaflorida.com.ar

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