Viernes, 19 de agosto de 2011 | Hoy
EL MEGáFONO)))
Por Roberto Sivak *
Una de cada tres mujeres en el mundo tiene probabilidades de ser maltratada, según estimaciones de la ONU. Las conclusiones de un estudio de la Universidad de Granada, en mayo pasado, sobre los femicidios en España establecieron que los asesinatos por violencia de género tienden a concentrarse temporalmente en un patrón estable y que el riesgo de que se cometa un asesinato al día siguiente de un caso previo se incrementa en un 67 por ciento y, a los diez días, en un 30 por ciento. Hace poco tiempo hemos visto en nuestro país el incremento preocupante de denuncias de lesiones por quemaduras en ámbitos domésticos como reflejo de conductas violentas en la pareja visibilizadas socialmente.
En el ultimo Congreso de la Asociación Argentina de Salud Mental sobre Género y Poder, realizado en abril pasado, varios trabajos expusieron aspectos psicosociales en las causas y el impacto de las secuelas físicas y psíquicas de la violencia de género.
La violencia psicológica y física, como el abuso, son un serio problema de salud pública, ya que generan numerosas consultas médicas por síntomas psicosomáticos como cefaleas, gastritis, pérdida del cabello, problemas hipertensivos y dificultades en la sexualidad.
Los problemas psicológicos y psiquiátricos se expresan en diversos trastornos de ansiedad como fobias, pánico, estrés postraumático con pesadillas, insomnio y recuerdos repetidos de las situaciones de violencia, así como también problemas vinculares y depresión. Hemos atendido mujeres con cambios persistentes de la personalidad en las cuales aparecen actitudes de temor, evitación, aislamiento, aun meses o años después de sufrir violencia de género. Y algunas adoptan actitudes de resignación ante la posibilidad de un proyecto de pareja.
En este sentido, tiene valor el uso de psicoterapias en mujeres damnificadas por violencia orientadas a recordar y afrontar la situación vivida disminuyendo progresivamente el monto de ansiedad que despiertan y permitiendo ir recuperando la vida cotidiana. Son valiosos los conceptos de crecimiento postraumático (la posibilidad de aprender de la experiencia tomándola como oportunidad de cambio y transformación en la vida) y de resiliencia (la capacidad plástica de afrontar adversidades y superarlas a través del cambio psíquico). La idea es que las mujeres pasen de un lugar de víctima pasiva a protagonizar activamente la denuncia, la búsqueda de justicia y un nuevo proyecto. Para esto se requiere autoestima, valentía, confianza, plasticidad, humor y actitudes solidarias de su entorno.
La mujer que ha padecido situaciones de abuso o violencia es damnificada y tiene derecho a que se haga justicia y a que se la atienda. Se trata de ir logrando que asuman un rol protagónico y activo para recuperarse progresivamente y de promover recursos de recuperación potencialmente presentes en damnificadas por violencia de género.
Las redes de asistencia organizadas desde la urgencia médica y psicoterapéutica, así como el asesoramiento legal o el aislamiento y protección de la damnificada y los grupos terapéuticos contribuyen a promover el crecimiento luego del trauma y el desarrollo de resiliencia.
* Médico psicoterapeuta, presidente del Capítulo Estrés y Trauma de la Asociación Argentina de Salud Mental.
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