Viernes, 26 de agosto de 2011 | Hoy
TEATRO
A través de un encuentro materializado gracias a la web 2.0, la obra Sum Sum indaga en el dispositivo de poder instalado tras la reina del momento: la web.
Por Sebastian Basualdo
Sucede todo el tiempo: dos jóvenes se conocen por Internet, chatean durante largas horas hasta que se torna intolerable la seducción y un buen día deciden encontrarse. Un mundo aparentemente globalizado brinda, entre otras cosas, la falsa ilusión de que no hay fronteras, sobre todo si se trata de escribir la palabra amor sobre un teclado, acaso un rudimentario I love you, cuya inequívoca traducción no siempre es compartida por los hablantes del castellano –el agua corre incansable debajo del puente tendido entre el querer y amar–. Sea como fuere, el muchacho se llama UrsPeter, es suizo, y por lo pronto está encantado de viajar a la Argentina, donde lo espera ella, Selina, la encantadora muchacha de ojos tiernos que raudamente se presenta en el aeropuerto de Ezeiza con su hermana mayor y un cura, sin duda con el firme propósito de materializar aquello que parece tan simple sugerir del otro lado de una pantalla. La sorpresa de UrsPeter cobra dimensiones extraordinarias cuando supone descubrir el motivo que encierran semejantes compañías; pero lo que verdaderamente lo horroriza es otra cosa: Selina no habla inglés. ¿Cómo harán para comunicarse? Este es el punto de partida de Sum Sum, una interesante obra escrita dirigida por Laura Brauer donde por medio de un humor recalcitrante, que va de lo absurdo a lo grotesco, plantea lo que cada idioma encierra como concepción del mundo, su manera de representarlo y conocerlo, las marcas ideológicas que subyacen a modo de discurso dominante en la lengua que configura nuestra cultura. UrsPeter no es otra cosa que la perspectiva europea, una lengua dominante, más de dos mil años de cultura occidental se manifiesta en cada uno de sus gestos y actitudes. Selina representa una mujer en un mundo de hombres hecho para hombres. John Berger diría que los hombres examinan a las mujeres antes de tratarlas. En consecuencia, el aspecto o apariencia que tenga para un hombre puede determinar el modo en que éste la trate. La crítica de Sum Sum por momentos es descarnada: reírse juntos de estos personajes algo esperpénticos no impide comprender que el discurso dominante se manifiesta en el machismo, la xenofobia, la manera en que un mundo signado por lo simbólico encuentra su nuevo Dios representado a través del dinero y, por sobre todas las cosas, las palabras, lo que tiene de poder el lenguaje más allá de su aparente utilidad comunicativa. Escenas que en literatura recuerdan por momentos al gran Gombrowicz se ligan a una concepción del teatro, cuyo exponente más representativo es Bertolt Brecht, una de las marcas más fuertes de este grupo liderado por Laura Brauer. El espectador no pierde nunca la conciencia de que se encuentra en un teatro, el encargado de la escenografía irrumpe luego de cada acto para hacer su trabajo al tiempo que reclama su pago atrasado. Incómoda, inevitablemente surge la magia en Sum Sum a partir de la imposibilidad de identificarse con estos personajes que no pueden dialogar porque ellos mismos están siendo ya hablados por algo que ignoran: la herencia cultural. Divertida, profunda y simple al mismo tiempo, Sum Sum es una apuesta seria por jóvenes actores que conforman el grupo Andarivel Teatro y que en este caso cuenta con el apoyo de la embajada de Suiza y el Instituto Goethe. ¤
Todos los viernes en el teatro La Tertulia, Gallo 826, tel.: 6327-0303. Actúan Rodrigo Arostegui, Carolina Avigliano, Natalia Bavestello, Pedro Padilla López, Dani Tazzoli y Jorge Tomas.
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