DIEZ PREGUNTAS A CRISTINA FALLARáS *
› Por Carolina Selicki Acevedo
–Roja. Aunque el Muro de Berlín cayó cuando yo era una jovencita. Pero lo llevo dentro.
–Te quieren hombre y que tu vida gire en torno a tu profesión y nada más. Hacen a un lado que tienes un hogar, que eres esposa y madre. Me echaron al octavo mes de embarazo del diario gratuito ADN, proyecto para el que la editorial Planeta me había convocado. Creo que frente a la decisión de una publicación o una información que llega a ti lo importante es qué haces con ello.
–En una crónica ya no vale sólo intervenir, hay que “delinquir”. Como hice cuando leí las absurdas acusaciones en la prensa española a la ministra de Sanidad, Leire Pajín, por portar una figura no digna de modelitos escuálidos bajo su bikini. Entonces le pedí a una prima que me tomase una foto con un bikini lo más parecido al de la funcionaria y la publiqué en el blog “Ellas”, del diario El mundo, donde participo junto a otras colegas defensoras de la igualdad de género, con el título “Aquí está mi tripa” .
–En esa época también cerraron varios medios en los que trabajaba, y mi pasión por la escritura afloró, aún más. Escribí Las niñas perdidas, una novela centrada en la fragilidad de la infancia, con el retrato agudo de las miserias de Barcelona y en donde una investigadora privada, Vicky González, trata de resolver el caso de dos niñas desaparecidas, mientras un bebé crece en su vientre. Esta novela surgió a raíz de un cable que llegó a ADN cuando me desempeñaba como jefa de redacción donde se comunicaba que habían desmantelado una red de pornografía infantil al título de: “Han liberado a las 10 prisioneras”. Inmediatamente le pasé la noticia al encargado de policiales, quien no tuvo ningún interés en averiguar la identidad de las mujeres, de dónde provenían, a dónde habían sido trasladadas, cuánto tiempo estuvieron retenidas y qué habían hecho con sus cuerpos durante todo ese tiempo. Ahí caí en la cuenta de que tal vez en el periodismo de sucesos (policial) había algunas preguntas que no se estaban haciendo. Y lo confirmé al llamar a la policía y que me dijeran que las liberadas no eran de mi incumbencia.
–La posibilidad de alejarme de las causas. Frente a un delito me centro en describirlo fríamente. Si te alejas de lo psicológico, que es una peste, y dices “se levantó a tal hora, hizo esto”... no hace falta que añadas nada. Tendría que haber una barrera infranqueable entre lo que es la ficción y lo que no lo es. En una novela una aspira a la verosimilitud mientras que en la crónica se aspira a narrar lo que sucedió. No se sabe qué es la verdad y a base de preguntas puedes hacer un retrato perfecto. Porque muchos publican el cable tal cual lo envió la policía, le preguntan a un vecino cómo era la víctima, en lugar de preguntar de qué color era la alfombra donde se la encontró, si estaba raída o no, si tenía cortinas la casa, qué había adentro de la nevera. Cuestiones que suelen ser clave a la hora de develar los interrogantes.
–Tengo dos hijos menores de 8 años, hago las cosas de la casa y tengo una oficina en el barrio chino barcelonés. Bien temprano o ya casi de madrugada aprovecho para escribir.
–El fracaso de Twitter y Facebook como fuentes de información por su falta de jerarquización. Los lectores de hoy exigen más análisis que información y las editoriales utilizan los libros como “objetos industriales”. Sólo en Francia se procura la preservación de las obras, donde cada libro descatalogado es comprado, digitalizado y ofrecido por Internet. En mi caso, preferiría que me hackeen las obras, así todos podrían leerme sin tanta traba editorial.
–Tengo varios: una web donde los escritores tengan lugar para el análisis; una editorial con soporte online y una librería (de recomendados).
–Antes sólo había pasado por aquí dos días como escala hacia Chile. Aquella vez la vi atrasada respecto a España, pero esta vez no noto la diferencia. Creo que podría vivir aquí con las mismas comodidades, ni más ni menos. La arquitectura las asemeja, los amigos o colegas con los que me relaciono no son muy distintos, y siento una familiaridad porque leo todas las mañanas los periódicos argentinos. Estoy al tanto de lo que pasa en los distintos ámbitos, como me sucede con Chile.
–Sin duda, el caso de Candela. Creo que nuevamente faltó hacerse más preguntas desde el periodismo y desde las instituciones correspondientes para que no termine pagando injustamente una pequeña.
* Periodista y escritora española. Autora de Así murió el poeta Guadalupe (Alianza, 2009, finalista premio Dashiell Hammett de novela negra 2010), Las niñas perdidas (Roca Editorial, 2011, Premio L’H Confidencial de novela negra 2011) y Estado de sitio (título provisional), una nouvelle que se publicará a fin de año por DVD. Actualmente dirige la web www.sigueleyendo.es y participa de la columna “Ellas” del diario El Mundo.
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