PANTALLA PLANA
Una detective conduce con espíritu compasivo una intrincada investigación, a partir de la violación y asesinato de una chica de 17, en la nueva serie The Killing.
› Por Moira Soto
Escena del crimen cercada y custodiada por expertos, mujer policía que llega y pregunta dónde está el cuerpo. “En el cobertizo”, le indica un colega. Ella sube sin vacilar, explora con su linterna huellas de sangre en la oscuridad del recinto, hasta que da con ¡una muñeca inflable tamaño natural! Se enciende la luz y sus compañeros entonan divertidos: “For She’s a Jolly Good Fellow...” Sarah Linden sonríe aliviada: es su último día de laburo en la policía de Seattle, que está dejando para irse a vivir con su novio Rick a California. Pero en el prólogo de The Killing, antes de esta amistosa broma de humor negro, se vieron dos carreras en montaje paralelo: Sarah corriendo en un parque para entrenar, y una chica muy joven huyendo desesperada hasta que se desploma entre los árboles.
Clásico de clásicos del policial noir: la detective Linden, todavía en funciones, empezará la investigación y –en parte porque se lo pide su jefe, en parte por pura pasión profesional– no podrá soltarla. Así, dejará plantado a Rick, que la esperaba en las playas de Sonoma y se sumergirá cada vez más en una pesquisa que va destapando los secretos de Rosie Larsen –la adolescente de 17, violada y asesinada– y de diferentes personajes del lugar. No, Rosie Larsen no es Laura Palmer, ni The Killing se inspira en Twin Peaks, aunque hay algo de la atmósfera malsana de aquella memorable serie de David Lynch en este paisaje donde no para de llover y –en clave realista– se empiezan a develar zonas tenebrosas detrás de fachadas pulcras, de apariencias respetables. Episodios del pasado que se daban por enterrados para siempre salen a la superficie después de que el coche que contiene el cuerpo ultrajado de Rosie es extraído del lago.
The Killing, la serie estadounidense (producida por AMC, al igual que Mad Men) que se estrenó el domingo pasado por A&E, se basa con bastante fidelidad en la danesa Forbrydelsen, creada por Soren Sveistrup y difundida en dos temporadas (2007 y 2009), merecedora de importantes premios. Al igual que el original, la primera etapa de la versión norteamericana, cuyo piloto dirige con suma destreza Patty Jenkins, se abre en varias direcciones, amén de la consabida investigación policial: las consecuencias que el sórdido crimen provoca en cada uno de los integrantes de la familia de la víctima (madre, padre, dos hermanitos menores, una tía); en el mundillo político de la ciudad, puesto que el cadáver aparece en uno de los autos de la campaña del aspirante a intendente. Nada nuevo bajo el sol ni bajo la luna, aunque casi siempre esté nublado o lloviendo en Seattle. Lo que atrapa y apasiona en esta serie reescrita y producida por Veena Cabreros Sud (también periodista y poeta con sangre india y filipina en sus venas y arterias, directora de documentales como Sorority Life y creadora de la serie Cold Case) es el tratamiento finamente detallista del relato, tanto en lo que hace al perfil de los personajes y sus acciones, como al trasfondo social y político bien contemporáneo que va tomando espesor. Un collage en forma de mariposa sobre la cama todavía con peluches de la chica asesinada, un dibujo infantil que el tiempo ha desgastado sobre el escritorio del padre, el traje Armani del candidato son elementos que tienen su peso y significación en una puesta en escena precisa y sensible, que nunca descarta el factor humano. Y que por lo tanto logra transmitir toda una gama de emociones, al tiempo que la trama se vuelve más densa y compleja, el suspenso se acentúa y se tiñe de un creciente malestar.
Dentro de un elenco impecable, donde cada intérprete parece nacido/a para su personaje, vale remarcar la presencia de dos actrices atípicas, fuera de los cánones hollywoodenses, de gran rendimiento en The Killing: la arrobadora Michelle Forbes –zarpada ménade en la serie True Blood en temporadas anteriores– aquí como la desolada madre que no puede procesar su duelo y empieza a desbarrancar; y la pelirroja sin sospecha de maquillaje en su piel translúcida, el pelo atado en cola de caballo y esos suéteres fuera de mercado: Mireille Enos (foto), 35, intensa formación teatral y el antecedente de haber actuado estupendamente a las gemelas Kathy y Jodeen en Big Love. La productora y guionista la eligió luego de un riguroso casting para el papel de Sarah Linden, una detective que acaso tenga huellas de la Marge de Fargo y de la Jane Tennison de Prime Suspect, entre otras tantas de su estirpe que la antecedieron en el cine, la TV, la literatura. Pero Sarah, madre de un adolescente al que no termina de encontrarle la vuelta (“¿Cómo criaste a cuatro?”, le pregunta a su jefe. “Tenía una esposa”, responde él. “Quizás yo necesite una”, deduce ella), tiene rasgos propios y definidos, gracias al inteligente diseño del rol y a la vibrante actuación de Mireille Enos, que bien se habría merecido, el domingo pasado, el Emmy al que estaba candidateada.
The Killing, los domingos a las 23 por A&E.
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