RESCATES
Alfonsina Storni (1892-1938)
› Por Aurora Venturini
Nació en Sala Capriasca, Suiza, y la bautizaron con el nombre de su papá (en femenino, por supuesto). En 1896 su familia regresó a la Argentina con la niña. Su padre, Alfonso Storni, un hombre errático y sin profesión. Su madre, Paulina, abrió una escuela domiciliaria en Rosario. La autora misma describe esos primeros pasos de este modo: “Estoy en San Juan, tengo 4 años, me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Sentada en el umbral de mi casa, muevo los labios como leyendo un libro que tengo en la mano y espío con el rabo del ojo el efecto que causa en el transeúnte. Unos primos me avergüenzan gritándome que tengo el libro al revés. Corro a llorar detrás de la puerta”.
Con el correr de las aguas debajo de los puentes, se mudaron a Rosario y el papá instaló un negocio, Café suizo, pequeño restó cercano a la estación. La joven hija lavaba los platos y servía los nuevos; tenía 10 años. Tiempo después, comenzará a trabajar de costurera en una fábrica de gorras. Le desagrada tanto ser sirvienta como costurera. Pero siempre hay milagros y tentaciones. Durante una kermesse rosarina llega al lugar una compañía de artistas, encabezada por el actor Manuel Cordero. Alfonsina le ruega a su mamá que la deje partir con la compañía que recorrerá las provincias. La madre asiente y recorre Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán. La adolescente intervino en Espectros, de Ibsen; La loca de la casa, de Pérez Galdós, y Los muertos, de Florencio Sánchez. En base a estos acontecimientos escribe: “A los 13 años estaba en el teatro. Este salto brusco, hijo de una serie de casualidades, tuvo una gran influencia sobre mi actividad sensorial, pues me puso en contacto con las mejores obras del teatro contemporáneo y clásico, pero casi una niña y pareciendo ya una mujer, la vida se me hizo insoportable. Aquel ambiente me ahogaba. Torcí rumbos”.
Su poesía es igual a la que escriben las mujeres de esa época: sencilla y profundamente femenina. Opinamos que poesía con sexo no es poesía.
El año 1911 viaja a Buenos Aires. Para entonces, ya tiene un hijo, Alejandro Storni, de cuyo padre nunca habla. Llevaba un pobre equipaje para mudarse a una ciudad abierta al mundo, extraordinaria, más para una provinciana que trabajará como cajera en la tienda A la Ciudad de México, en Florida y Sarmiento.
En 1916, publica su primer libro, La inquietud del rosal. Todo el mundo se sorprende de la conducta de esta joven, que publicará en Mundo Argentino Versos otoñales. Está sola, pero busca compañía, y sale a altas horas de la noche, llamando la atención de un pueblo pacato y prejuicioso. Publica otro libro, El dulce daño, que será presentado en el restó Génova, de Paraná y Corrientes, por Roberto Giusti y José Ingenieros.
Horacio Rega Molina, que formaba parte de ese grupo, me contó que constituyeron una pareja trágica y desdichada. Que todo cuanto pasó cerca de Horacio Quiroga tuvo final dramático y suicidio. Con Horacio se habían conocido en una reunión de vino, champán y cigarrillos, donde jugaban un juego tonto que consistía en que el hombre sostuviera un reloj pendiente de una cadena, y él tenía que besar una cara del reloj y Alfonsina la otra. Mas en el momento del beso, el galán retiró el reloj y las bocas se juntaron. Ella vivió su romance, decidiendo ir a Misiones con él. Cuentan que Quinquela Martín le rogó que no lo hiciera. Ella cargaría con un complejo de horror, por el resto de su vida.
Habita en la porteña calle Cuba, donde la visitará Gabriela Mistral, quien hace la siguiente descripción: “Extraordinaria la cabeza, pero no por rasgos ingratos, sino por un cabello enteramente plateado, que hace el marco de un rostro de 25 años. Cabello más hermoso no he visto. Es extraño como lo fuera la luz de la luna, en pleno mediodía: dorado y alguna dulzura rubia, que daban los gajos blancos. El ojo azul, la empinada nariz francesa, la piel rosada...”. En Mar del Plata, mantiene relaciones íntimas con una amiga a la que llama Fifí, quien resuelve cortar el vínculo. Mientras tanto, vive en la casa de los Botana, Los Granados, una quinta donde el dueño Natalio ha armado una selva tropical con monos, pavos reales, ardillas. Ella suele entretenerse regando las plantas exóticas, pero en su mochila pesan muchas muertes. El 23 de octubre, a la 1 de la madrugada, nadando en el mar, una ola le golpeó el pecho. Se desmayó. Auxiliada, le diagnosticaron un bulto. La operó el doctor Arce, pero el tumor tenía raíces, entonces la escritora resolvió buscar la muerte a la que tanto temía. Los diarios publicaron: “Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poeta de América”. Cuentan los bañeros que rescataron sus restos que habían observado algo flotando, a 200 metros de la orilla. Uno de ellos se arrojó al agua y rescató el cuerpo sin vida de una mujer bien vestida, dijeron.
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