ARTE
Re.act.feminism es un archivo vivo que reúne trabajos performáticos de artistas (casi todas mujeres) que han indagado en la cuestión de género de los ‘60 a esta parte. En formatos que van del video a la fotografía y textos, hay 125 artistas de todo el mundo y la idea es seguir ampliando obra y referencias, al tiempo que se propone acompañar la gira de la muestra con acciones y debates. Hasta el 2013, países como España, Croacia, Polonia, Dinamarca, Estonia y Alemania recibirán este gran archivo itinerante, un esfuerzo colosal por reunir las reflexiones de la teoría feminista y queer desde los más amplios soportes.
› Por Flor Monfort
Re.act.feminism #2 es un archivo y un proyecto político. Una muestra que reúne la obra de 125 artistas pero que promete absorber todo lo que a su paso se abra como reflexión y aporte de lo que se agrupa bajo el paraguas de la teoría de género y teoría queer. El punto de partida es el arte performático, ésa fue la decisión inicial de las curadoras alemanas Bettina Knaup y Beatrice Ellen Stammer, pero los registros incluyen films, videos, fotografías, manifiestos y nuevas apuestas a generar espacios donde estas performances se multipliquen, generando interrogantes nuevos, en el espacio donde se expone la obra (ahora y hasta el 15 de enero el Centro Cultural Monte Hermoso de Vitoria-Gasteiz, en País Vasco, España) y más allá, intentando ampliar las fronteras para lograr material de geografías que tienen menos chance en el circuito del arte europeo y norteamericano.
Nombres célebres como Yoko Ono, Orlan y Annie Sprinkle figuran en el catálogo, que según las curadoras pretende “investigar las estrategias feministas, de crítica de género y queer dentro del arte performativo, adoptando un enfoque temático y de cruce generacional y dándole visibilidad a través de las fronteras geopolíticas para traspasar las estrategias actuales de construcción de un canon y tensionar la diversidad de las prácticas y estrategias performativas, prestando atención a los espacios poco estudiados” pero además incluye trabajos poco conocidos de artistas como Ana Mendieta o Esther Ferrer. Entre 1973 y 1980, la cubana Mendieta registró una serie de cortos a los que llamó Silueta, donde representó su propia morfología a través de piedras, plantas y flores en una película con la textura brumosa del súper ocho, generando una suerte de mujer velada más parecida a una sombra que finalmente desaparece y luego se consume en el fuego.
Mendieta criticaba el lado soft de la militancia feminista de los ‘70 que se quedaba en los claustros universitarios y seguía marginando a las negras e inmigrantes, por eso y a pesar de radicarse en Estados Unidos desde adolescente, siempre hizo hincapié en sus raíces y puso su cuerpo en primer plano a la hora de (de)formar la imagen femenina, dotándola de una gestualidad a años luz de los cánones de belleza y desdibujando el estereotipo de mujer joven y blanca a la que se interpela desde los medios.
En Alma Silueta en Fuego, aparece cubierta con plumas blancas y es expulsada hacia una orilla, lanzada a las olas y arrojada a las ramas de un árbol derribado.
El cuerpo como campo de acción y batalla es tal vez uno de los comunes denominadores de la muestra. La israelí Sigalit Landau aporta con Barbed Hula, un video de dos minutos registrado en 2001. Allí está desnuda en una playa entre Jaffa y Tel Aviv, bailando el hula-hula con un aro de alambre de espinas, corona de Jesús que lastima a la artista en cada giro, ubicada en ese territorio tan político como sagrado que es la orilla del Mar Mediterráneo, la arena como oro en polvo, la vuelta del aro como tiro de gracia de una geografía en pie de guerra.
La colombiana María Evelia Marmolejo utiliza su fluido menstrual y con compresas de algodón pegadas al cuerpo realiza un ritual donde su pubis es pincel que marca la pared y traza un camino de sufrimiento y dolor. Marmolejo fue la primera colombiana en trabajar la performance feminista: en 1985 realizó una acción en la Plaza Colón de Madrid, donde propuso hacer un duelo por el aniversario del “descubrimiento” de América que, en el tenor del ritual, implicó la automutilación y experimentos con sustancias como la sangre, placentas humanas, pis, tierra, gasas y vendas adhesivas. Así conmemoró la muerte de 64 millones de nativos americanos entre “la conquista” y la era colonial, según su manifiesto.
La artista iraní radicada en Francia Ghazel expone una serie de actividades de ocio: patina sobre hielo, boxea, esquía y toma sol, pero lo hace ataviada del tradicional chador, visibilizando el contraste entre la movilidad física de una mujer ocupando el espacio público con naturalidad con la inmovilidad de la prenda. Ghazel dice que estas obras son autorretratos y también el espejo de lo que hubiera sido su vida de seguir viviendo en Irán. Todos sus videos e instalaciones tematizan la migración y la conciencia del yo femenino en sus potencialidades y limitaciones impuestas desde afuera.
Esther Ferrer es considerada una de las pioneras de la performance en España. Formó parte del mítico grupo ZAJ, desde sus inicios, a finales de los ‘60, hasta su disolución, en 1996, donde la exposición del cuerpo en el espacio social dejaba al descubierto no sólo su dimensión en la trama urbana sino el absurdo de la interacción con objetos y pisadas, huellas de una presencia que ya no es pero fue y dejó una marca, un ready made donde el cuerpo está en primer plano y la mujer se corporiza a través de escorzos. Una ídola para las artistas jóvenes, Ferrer sigue trabajando y exponiéndose desnuda (basta googlearla para comprobarlo). Su obra elegida para re.act.feminism se llama Las cosas (2005) y documenta una performance en Cardiff, Gales, donde Ferrer se sienta de espaldas al público y se va poniendo cosas en la cabeza (en un revuelo de ojos también desliza aquello de “¿qué tienen las mujeres en la cabeza?”). Mientras tanto se va desnudando y se sienta frente al público, donde vuelve a vestirse sin dejar de ponerse cosas: monedas, trofeos, pájaros y papeles son de la partida. La artista logra un sutil equilibro entre el discurso y la materialidad de los elementos que componen la obra.
En el caso de otra española, Fina Miralles, también hay un recorrido por el suelo citadino. Esta vez su registro se propone un paseo que deje huella con su nombre. En Petjades (Huellas), se posiciona contra la costumbre de que las mujeres acompañen el apellido de su marido al propio cuando se casan, imprimiendo su identidad en el espacio publico. Miralles también pone su cuerpo al servicio de la performance, haciendo cruces entre cuerpos, objetos y naturaleza que, sacados de contexto, cobran una fuerza nueva y muchas veces ridiculizan cada pata de la tríada.
La brasileña Leticia Parente se cose las palabras “Made in Brazil” en la planta del pie con aguja e hilo y se graba con una cámara de video en tiempos en que su país estaba bajo la dictadura (1964-85) y no estaba disponible esta tecnología. Las palabras cosidas también hacen eco en la imagen de “todo el año es Carnaval” que se dispara desde Brasil y los modos de producción y circulación del arte brasileño en una economía cada vez más global. Parente fue artista visual y profesora doctorada en Química y fue una pionera del videoarte brasileño durante los setenta: en una obra se colgaba de una percha dentro de un armario o se dejaba planchar por una mujer de raza negra.
En el área queer de la muestra hay un trabajo de Sands MurrayWassink, un norteamericano radicado en Holanda que le hace un homenaje a la estrella porno de los ‘80 Annie Sprinkle. Pionera con Public Cervix Announcement, Sprinkle exhibía sus órganos sexuales tumbada con un espéculo al tiempo que explicaba órganos y funciones a las filas de visitantes que miraban el cuello de su útero. Murray-Wassink explora el género de su ano e invita al público a un acercamiento íntimo a la sexualidad y el amor gay. Junto a su pareja, le hablan al público sobre la intimidad y los errores más comunes de la vida conyugal.
Vale la pena rastrear a todas estas artistas, de quienes hay muchísimo material en la web y seguir de cerca el trabajo de las más jóvenes, como la guatemalteca Regina José Galindo, poeta y performer, quien se registra a sí misma grabándose la palabra “perra” en la pierna con un cuchillo. Galindo siempre utiliza su propio cuerpo con la intención de que sea reflejo de lo colectivo, casi siempre espejo de la violencia de su país, los crímenes políticos y la segregación hacia las mujeres. En 2003 impactó con su performance Quien puede borrar las marcas, en contra de la candidatura del dictador José Efraín Ríos Montt, donde sumergió sus pies en sangre y fue caminando hacia el Palacio Nacional. En la Bienal de Venecia de 2005 se azotó 279 veces, el número de mujeres muertes por violencia machista en su país durante ese año.
Más información: http://reactfeminism.org/
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