PANTALLA PLANA
Casi 10 años después de dejar a Buffy, la aguerrida cazavampiros de culto, Sarah Michelle Gellar, regresa a la tele en una serie de vuelo rasante, Ringer, donde hace a dos gemelas antagónicas, una de las cuales usurpa la identidad de la otra.
› Por Moira Soto
¡Sarita otra vez a los sustos! Como si no hubiese tenido suficiente con ser perseguida y asesinada en aquel verano del ‘97, sufriendo luego terrible angustia antes de terminar acuchillada ese mismo año en una memorable secuencia de Scream 2 y tiempo después teniendo que enfrentar el horror sobrenatural ponja en El grito (2004)... A Sarah Michelle Gellar, después de haber sido una venerada Buffy entre 1997 y 2003, ni el cine ni la tele le dieron reales chances para demostrar que podía hacer algo diferente a cazar criaturas diabólicas en Sunnydale, California, o padecer sobresaltos diversos. Quizás sólo en Juegos sexuales (1999), Sari tuvo una interesante oportunidad como Kathryn Merteuil, en esta liviana versión contemporánea del clásico epistolar de Choderlos de Laclos.
La verdad es que en los papeles, la rentrée de la rubia chaparrita merced a Ringer, una serie de 22 capítulos que la tiene en un doble protagónico interpretando a un par de gemelas de distinta personalidad e historia, permitía albergar ilusiones acerca de que nuestra ex cazavampiros había por fin encontrado una producción televisiva donde reverdecer laureles algo marchitos. Pero, hélàs, Eric C. Charmelo y Nicole Snyder –inventores de Ringer– están a muchas leguas de la creatividad y originalidad de Joss Whedon, el hacedor de Buffy que supo enriquecer temas básicos y clásicos del género fantástico y de terror. Se suponía –así lo prometían las gacetillas– que Charmelo y Snyder harían algún aporte novedoso al thriller, combinándolo con drama familiar y romance con obstáculos. Sin embargo, desaprovechando puntualmente el tema del doble, los autores optaron por el fácil reduccionismo: una de las hermanas, Bridget, en la senda errada, ha ejercido la prostitución, se ha dado con drogas y alcohol, y –al comenzar el relato– trabaja como stripper e intenta recuperarse de adicciones en reuniones de autoayuda. A la vez, es estrechamente vigilada por el agente Víctor, del FBI, porque la chica ha sido testigo del asesinato de una compañera, perpetrado por su patrón Broadway Maccawi, jefe de la reserva indígena, de mirada torva, que viene zafando de la Justicia pese a sus tremendos antecedentes. Testigo protegido entonces, amenazada por la mafia lugareña, la rubita logra escapar para encontrarse con su hermana Siobhan, de quien está distanciada hace varios años a causa de un trágico accidente del que al parecer fue responsable Bridget. Ambas mujeres se reúnen en la opulenta casa donde vive la hermana straight que se casó con riquísimo hombre de negocios. Casualmente, una y otra, aparte de rasgos idénticos, tienen el mismo color y largo de pelo, y hacen mohínes parecidos. Ambas se van a dar una vuelta en el barquito de la pudiente, en un momento la trabajadora pobre se queda dormida y al despertar se topa con una puesta en escena que la lleva a deducir que S se ha suicidado, no sin dejarle al alcance un tubito naranja que contiene un anillito de diamantes... Y, por cierto, documentos y pilchas como para que B –asumiendo la identidad de su hermana– vaya al depto de la 5ª Avenida, donde el guapo marido de S apenas le comenta que la ve más delgada. Con el transcurrir de los capítulos, resulta francamente increíble ver cómo Bridget se acomoda a su nuevo status, cómo sale del paso en situaciones embarazosas y, sobre todo, de qué manera esposo, mejor amiga e incluso el amante de S, se tragan que Bridget es Siobhan, sin siquiera percibir un timbre o un acento distinto en la voz de la usurpadora.
En su nuevo rol, B, que se pensaba a salvo de los mafiosos de Wyoming, descubre que la vida de S no era tan perfecta. Muy pronto, cuando visita un loft que su hermana estaba remodelando, se topa con una silueta de negro que la ataca. Nada lerda, Bridget desenfunda el arma del agente que la custodiaba en su pueblo y le mete un certero disparo al agresor. Aunque parezca un gag, la frágil rubia arrastra el cadáver, lo guarda en un baúl y luego limpia prolijamente hasta la última gota de sangre. Ya se sabe, como decía la chica fatal Debbie en el film Los sobornados (1953) que es mucho mejor ser rica que pobre, y se puede comprender que la ex reventada Bridget se sienta a gusto con tanto lujo, pero no que se adapte tan impecablemente al manejo de la casa, a la vida matrimonial y social, al tiempo que la persiguen dos pasados pesados: el suyo propio y el de S (que está vivita y follando en París con un rico y agraciado joven).
En medio de tanta precariedad argumental, de citas obvias a Hitchcock y de abrumadora música ilustrativa, es un gratificante alivio encontrarse en roles secundarios con dos actrices tan personales y atractivas como Tara Summers (la adorable Kate de Boston Legal) y Jaime Murray (la temible oponente de Dexter, en la segunda temporada).
Ringer, por Studio Universal, capítulo estreno, los domingos a las 22, repite los lunes a las 18; otras repeticiones: el episodio 7 va de nuevo el lunes 30 a las 19 y a las 23; el 9, el domingo 19 de febrero a las 22; el 10, domingo 29/1 a las 22.
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