RESCATES > HELENA
› Por Aurora Venturini
Leda fifó con Zeus y con Tíndaro al mismo tiempo y puso dos huevos. De uno de ellos nacieron Helena y Pólux, dioses inmortales. Del otro, Clitemnestra y Castor, humanos y mortales. Aclaremos que el primer huevo lo empolló Zeus, y el otro, Tíndaro.
Corre la versión de que Castor y Pólux son gemelos, porque ambos salieron a impulso de un solo pufar.
Teseo acababa de degollar al Minotauro y después de liberarse del hilo de Ariadna, vagaba por los alrededores del templo de Artemisa, cuando vio a una jovenzuela ofreciendo sacrificio de una paloma en el altar pagano y enseguida, decidido, la raptó.
Iba, el ex prometido de la olvidada Ariadna, junto a un amigo llamado Piritoo, quien relojeaba a la bella doncella, proponiéndole a Teseo jugar al astrágalo y, ahí nomás, tiraron la taba y ganó cara, beneficiando a Teseo. Pensó, el favorecido, entrar en Atenas, mas los ciudadanos citadinos dijeron que no aceptarían.
Entonces, los dos aventureros, cuyas identidades graban vasijas de cerámica roja del Museo del Louvre, marcharon al Hades con el siniestro propósito de raptar a Perséfone; Piritoo la convertiría en su consorte.
Dada la circunstancia de emotiva agresividad, los espartanos se calentaron con fiebres vengativas, apoderándose de Helena y esclavizando a la mamá de Teseo y a la hermana de Piritoo; los destinaron al servicio doméstico del palacio dórico de Helena.
Existen otras versiones al respecto de la fatal dama, pero seleccionamos, para no confundir abundando, la que antecede y sigue.
En Grecia Antigua, durante los festejos que homenajeaban a los dioses y a los héroes, se concursaba para elegir a la señorita más bella, y Paris, príncipe de Troya, seleccionó a Afrodita.
Esta favorecería a su elector con la mano de Helena, que en esa época formaba pareja con Menelao, pero Afrodita decidió devolver atenciones a Paris, cuando Menelao viajó a la isla de Creta, y le abrió las puertas del palacio espartano, y Helena, en este caso, resultó raptada por el atrevido Paris.
Los troyanos se enamoraron de la divina Helena. Y se armó el quilombo conocido en la Historia como Guerra de Troya (perdonen, amables lectores el término, pero a mi entender es el que conviene, o sea, conclusión lógica que sigue a dos premisas: advirtiéndose bicorne, Menelao enfureció y rejuntó a los ex pretendientes de ella y a los aqueos saqueó). Las naves pusieron proa a la ciudad de Troya.
Midiendo la alta arquitectura de las murallas troyanas, votaron por la diplomacia que antecede al combate, siendo embajadores Menelao y Odiseo. Recordemos que Odiseo se llamaba también Ulises, el sirenaico marinero amado por la paciente Penélope.
Naveguemos sobre el mar egregio.
Fracasada que fue la comisión diplomática, los aqueos inventaron una alternativa gentil, ofreciendo a los troyanos un caballo de madera grande como un transatlántico.
El sacerdote vidente Laoconte puso su oreja sagrada en el mar y oyó la voz del poder de los oleajes que le advertían que el equino objeto-obsequio no convenía ser aceptado.
Levantó el cuitado los brazos al cielo y clamó fieramente y tanto, que despabiló a las gruesas y maléficas dueñas de las aguas: las lampalaguas, las que serpenteando –porque eran sierpes en número de dos– estrangularon a Laoconte y a sus dos hijitos que lo acompañaban. Los incrédulos desestimaron el peligro y el caballo estalló de ejércitos aqueos, que incendiaron Troya.
Menelao, llamémosle bicorne, a causa de las protuberancias que Helena plantó en su coronada frente, blandió la espalda con negras intenciones de matarla; ella le mostró los senos que nunca requirieron de intervención quirúrgica y él renovó su antiguo amor.
En el Atica, la isla de Helena rememora el desembarco de la bella fatal a la Hélade.
Al fin, según la leyenda, la divina Helena es sacralizada y elevada a diosa, en los Campos Elíseos. Los homéridas comentan que en ese sitio se casó con Aquiles y dio a luz a Euforión, niñito alado.
Eurípides, en su tragedia Orestes, cuenta la decisión del protagonista de asesinarla, acusándola de ser culpable de los males de la isla y de la muerte de Clitemnestra, pero Apolo intervino y la salvó.
La versión acerca del templo dedicado a Menelao en Terapone significa que en ese campo mortal yacen Helena y Menelao.
En la isla de Rodas, Pólixo, esposa de un guerrero muerto en Troya, vengó su memoria y envió a las Eridnias, espíritus diabólicos, a mortificar a Helena que, harta de tanto sufrimiento, se ahorcó, tal como la tragedia griega sugiere.
Allí hay un santuario a Helena de Eurípides, de duelo y meditación.
Helena inspira a Homero, que es la piedra fundamental de la poesía, y a Eurípides, la del teatro. También inaugura los festejos y concursos de belleza.
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