PERFILES > CARINA DíAZ MORENO
› Por Luciana Peker
Fue al jardín de infantes, la escuela y el secundario con Carolina. Carina estudió profesorado de educación física y Carolina para ser ayudante de geología cuando un profesor la echó del curso por preguntar demasiado sobre la minería a cielo abierto. En el primer cumpleaños en que se encontraron las amigas hablaron de lo que las preocupaba: ¿qué era tan grave como para ser expulsada del aula? El nombre de la empresa Barrick Gold, que las dos leyeron en internet asociado a su pueblo parecía ser algo más que la clave. Era la amenaza tangible; tanto que Carina, en ese mismo locutorio no pudo más que llorar. Pero no se ahogaron en lágrimas. El 8 de mayo del 2006 convocaron a una reunión. No fueron más de ocho personas. Ahora se juntan más de 4500 en marchas multitudinarias contra la megaminería.
Carina Díaz Moreno está al frente de la lucha. En una carpeta que descubrieron por casualidad –confeccionada supuestamente por la compañía minera Osisko– figura como una activista cabecilla, agresiva y peligrosa. Pero ella cree que el peligro es que las montañas vuelen por el aire y el aire, el suelo y el agua se contaminen. Puede ser peligrosa pero el peligro de su pueblo la sigue haciendo llorar. “Cuando me gana la impotencia muchas veces me ganan las lágrimas, pero trato de bancármela, mirar para arriba y seguir adelante”, le cuenta a Las12.
–¿Qué otra cosa me vas a preguntar? ¿Me vas a seguir haciendo llorar? – pregunta ella cuando se le pregunta por su vida personal, detrás de la montaña a la que defiende como a sus espaldas. Llora y reivindica el llanto como valora el agua y la lucha de las mujeres de su pueblo, Famatina, en La Rioja. “Todos los que estamos en distintos tipos de lucha somos ultrasensibles. La fortaleza no es que yo sea fuerte, la fortaleza me la da mi pueblo, la gente de mi asamblea con la que comparto y con la que disfruto”, insiste sin pudor por tener que sonarse la nariz una vez más.
Ella ha puesto su cuerpo para defender el cordón montañoso de los explosivos que buscan oro, pero se le han diluido los abrazos u otras espaldas en donde aflojar. “La mayoría de las mujeres que estamos en la lucha terminamos solas. Es bastante jodido ser parte de una lucha así. Hay mucha mafia, intereses y corrupción de por medio. Y la otra parte te presiona para protegerte y, al final, te quedas sola. A veces la soledad se disfruta, pero la gran cantidad de veces se padece no tener un abrazo cerca, un mínimo de contención”, dice, apaciguada, por el vacío que paga para que su pueblo riojano no se hunda de sequía y aire contaminado.
Ese aire que necesitan sus alumnos de una escuela de educación agropecuaria –en la que les enseña a varones– y en el colegio secundario de Santa Cruz –un pueblito que define como muy hermoso– en el que trabaja con chicas. Ella les enseña handball, voley, atletismo y, a veces, cuando se portan bien, como un regalo, un poquito de fútbol. El cuerpo que pone para luchar también es el cuerpo por el que lucha en sus clases: “Para mí la educación física no es sólo hacer gimnasia, sino armonizar el cuerpo con la naturaleza y con uno mismo. Tiene que ver con el universo en el que vivís. Para mí lo fundamental es que sean independientes, libres y críticos”, dice ella, que se acostumbró a criticar como un medio de defensa.
En abril del 2006 generó la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Famatina. Ahora ya no son una asamblea, sino un corte permanente para que no pase ninguna compañía minera. Ella explica: “El actual gobernador (Luis) Beder Herrera propuso la prohibición de explotación minera a cielo abierto con uso de químicos, una consulta popular para los pueblos de Chilecito y Famatina y la creación de una comisión investigadora en la Cámara de Diputados. Se puso del lado del pueblo. Pero cuando llega al gobierno llamó a los inversores mineros. Desde ahí comienza la judicialización de la lucha”.
La actual pelea es contra la empresa canadiense Osisko que pretende explotar el cordón de Famatina. Beder Herrera asegura: “Doy garantía de que la contaminación será cero”. Carina, sin embargo, se opone. “Te vuelan las montañas con entre 8 y 10 toneladas diarias de explosivos. Con la sola voladura ya tenés contaminado el suelo, el aire y el agua. Después las muelen para que quede arena y usan entre 80 y 100 millones de litros de agua con cianuro por día para sacar el oro. Venimos siendo saqueados desde hace 500 años. Y no vamos a permitir que esto pase. Queremos mejorar el tema turístico y tener mayor producción agrícola-ganadera. Necesitamos paz para vivir en esta tierra.”
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