CINE
Diosas & dinosaurios
Patricia Martín García da los últimos toques a su nuevo largometraje, éste sí enteramente de ficción, llamado El Jardín de las Hespérides. En él, filmado íntegramente en Neuquén, la historia avanza sobre la relación entre un paleontólogo y una actriz.
Por Sandra Chaher
Cuando estrenó ¿Quién está matando a los gorriones? en Neuquén, Patricia Martín García quedó deslumbrada por ese paisaje en el que la tierra árida se unía al azul cegador de las gigantes represas. “El Chocón para mí es como el Mar Egeo”, dice. Y así, uniendo la naturaleza con la mitología, imaginó con Elsa Ramos su próxima película: El Jardín de las Hespérides.
Las dos aceptan que la historia de amor entre la actriz (Mónica Galán) y el paleontólogo (Edgardo Moreira), narrada en tono de comedia, fue en verdad una “excusa” para hablar del patrimonio cultural, la paleontología y la mitología. Y entonces El Jardín de las Hespérides encuentra un sentido dentro de la filmografía de Martín García, una de las pocas directoras argentinas de “cuarenta y pico, la famosa generación intermedia”. Su primer largo se estrenó en 1998, apenas después de Pizza, birra, faso, y en forma totalmente independiente, pero pasó casi desapercibido. A caballo entre el documental y la ficción, narraba la historia de los gorriones en el año 2030 en Buenos Aires pero volviendo la mirada hacia el pasado, trazando la ruta de esos pájaros que llegaron con los inmigrantes y desplazaron de los árboles porteños a las aves autóctonas. El gorrión como un símbolo de la ciudad, y su relato como un recupero de la memoria y de la tradición oral. Aparecían así las preocupaciones de esta directora que se define como militante feminista: lo social, lo político, la historia, la poesía.
Antes de llegar a ese largo, Martín García había filmado varios documentales: sobre Elvira Rawson, Julieta Lanteri, Guillermo Hudson, y uno sobre sida que fue exhibido en Los Angeles. Pero el documental para ella, si bien es un género que le interesa en sí mismo, fue la manera que encontró de llegar al cine, y el cine para ella es ficción. “Siempre quise hacer ficción, pero no es fácil armar un proyecto desde la producción. Precisás equipos más grandes, más dinero, y eso al principio no era posible. Yo me fui del país en el ‘77, por el Proceso, tenía 21 años. Estuve estudiando en Londres y en París y tenía mis herramientas. Pero cuando volví acá, ocho años después, todo había cambiado y tuve que armar todo de nuevo. Nada de lo que había hecho antes de irme me servía. Por otra parte, el documental tiene la ventaja de que podés experimentar en todas las áreas porque vos cubrís todos los rubros, y te podés tomar el tiempo que quieras. De hecho, estamos pensando con Elsa en que lo próximo que haremos será uno sobre la lengua mapuche. La idea surgió filmando esta película en Neuquén. Una de las actrices de allá que participó en el rodaje nos contaba que cuando fue a la escuela tenía prohibido decir siquiera ‘Hola’ en mapuche. ¡Y era su lengua madre! Ahora la cosa es diferente, pero mirá por lo que pasaron.”
Entonces, si bien El jardín... será presentado como su primer largometraje netamente ficcional, el sentido del film deberá ser buscado en los problemas que se le presentan al paleontólogo (Moreira) con la Ley de Patrimonio Nacional y los conocimientos que se revelan en la película sobre el Valle de los Dinosaurios, y por otro lado el simbolismo de la obra de teatro que intenta montar una actriz porteña (Galán) sobre las diosas griegas en ese valle. El lugar existe y es donde aparentemente se encontraron los ejemplares de dinosaurios más grandes del mundo. “Allí estaba el carnívoro más grande, el Gigantosaurio, que aparece en mi película, y el hervíboro más grande, el Argentinosaurio. Pensá que la tibia de uno de esos bichos era grande como todo este living –dice recorriendo con la mirada los seis metros de ese espacio de su departamento antiguo–. ¿Te imaginás que una parte de la pierna tenga ese tamaño?”, dice riéndose del recuerdo del esqueleto.
Deslumbradas por el paisaje y por esos descubrimientos no bien difundidos en Argentina, Patricia y Elsa Ramos, guionista de sus películas, empezaron a atar cabos, a pensar en la mitología, y así surge un argumento medio descabellado pero aparentemente gracioso por el cual una actriz porteña, Lilí, “encantadora, un poco excéntrica y con gran sentido del humor”, llega a Neuquén invitada por la Comisión de la Mujer de la provincia para hacer un espectáculo sobre diosas griegas en el marco de un Programa de Autoestima para Mujeres. Y elige como espacio para montar la obra el Valle de los Dinosaurios, donde un paleontólogo, Polo, acaba de descubrir un dinosaurio gigante cuya estructura ósea sugiere que habría tenido varias cabezas. Y Lilí, con sus conocimientos de mitología griega, lanza la disparatada teoría de que el Valle de los Dinosaurios podía haber sido el famoso Jardín de las Hespérides donde crecían las manzanas de oro, custodiadas por un dragón inmortal de cien cabezas, que Hércules fue a buscar.
El dinosaurio recién descubierto sería el antiguo dragón. Las manzanas, como se sabe, sobran en el Alto Valle de Río Negro, muy cerca de Neuquén, así que la historia más o menos cerraba. Pero Elsa y Patricia la condimentaron un poco. Hicieron intervenir a Némesis, la diosa griega que simboliza la venganza divina sobre los excesos de los hombres, como síntoma de una época en la que el ser humano vive en la desmesura. Lilí invoca entonces a esta diosa en una de sus primeras funciones, porque además Némesis es el nombre de una estrella que gira alrededor del Sol y que se supone fue la que hace millones de años generó una nube de meteoritos que, cuando cayeron a la tierra, ocasionaron la extinción de los dinosaurios.
“Lilí no es una diosa en el sentido banal que se le da hoy al término -–dice Elsa–. Es una diosa por su intelecto, pero sobre todo por su potencial y su capacidad de concretar los deseos.” “Esta es una época en que las mujeres pareciera que no terminamos nunca de luchar por que se nos reconozcan nuestros derechos civiles y políticos –dice a su vez Patricia–. ¿Qué más podríamos pretender que ser diosas griegas? Que Lilí pretenda ser una diosa, aun en su mundo de ficción, es como decir que se está mandando a lo máximo que podemos aspirar como mujeres.
Directora y guionista definen a El jardín... como “una desopilante y encarnizada batalla entre el Mitos y el Logos a la que sólo el amor podrá dar tregua”. “Lilí hace la interpretación de la realidad que ella quiere, porque el Mitos es una fantasía sin límites, no precisa demostración. En cambio él tendrá que demostrar qué clase de animal descubrió, de dónde viene, cuándo vivió. Eso le exigen los parámetros científicos, el Logos. Y eso puede llevarle su vida entera”, dice Elsa. “Yo pienso que el Mitos y el Logos conviven desde siempre –opina Patricia–. Dicen que los mejores científicos eran grandes poetas.”
El Jardín... fue rodada íntegramente en Neuquén el último verano. Todo el equipo, incluyendo a los actores de Buenos Aires, convivieron siete semanas. “Yo no acostumbro ensayar antes de filmar -explica la directora–, con lo cual la confianza que se pueda generar entre los actores y con el equipo era muy importante. Pero además, en esta película, ¿qué sentido habría tenido ensayar acá si cuando llegaran allá se encontrarían con dificultades inesperadas? La misma Mónica Galán lo describió bien: ‘¡Cómo íbamos a ensayar esto sobre una alfombra si la filmación era sobre peñascos!’ Sólo aprender a caminar en ese terreno fue todo un aprendizaje para los actores.”
Además del enamoramiento ya explicitado de directora y guionista por el lugar, El Jardín... fue filmado en Neuquén porque Martín García quería “contar otras cosas, creo que la gente ya sabe lo que pasa en Buenos Aires y tiene ganas de saber de otros lugares”. La película, que actualmente está en etapa de pos-producción, fue financiada en forma conjunta por el Instituto Nacional de Cine (Incaa) y por el Gobierno de la provincia de Neuquén. Aparentemente es la primera coproducción del Incaa con una provincia, y para Martín García es un avance importante en cuanto a financiamiento. Cuando realizó ¿Quién está matando a los gorriones?, no logró el subsidio que pidió al INCAA, pero sí un aporte posterior. En este caso el reconocimiento fue previo al rodaje y dice que por eso ya no le dicen “loca” sino sólo “conflictiva”, porque ella no para de militar en favor del feminismo y de un cine independiente. Cuando Cavallo, siendo ministro, quiso apropiarse de los fondos que correspondían al Incaa, ella encabezó una campaña entre cineastas mujeres para defender una política estatal en cinematografía, “porque hay que decirlo, el mayor inversor del cine en este país, como en toda América Latina, es el Estado. Si no fuera por el Incaa, creo que ni películas para televisión se harían”.
Por esa campaña fue tildada de “loca” por sus colegas. Por eso y por cuestionar siempre los acuerdos bajo cuerda y la politiquería de pasillo. También por ser feminista. Porque lo cierto es que desde que murió María Luisa Bemberg, ninguna cineasta se reclama de esa forma, ninguna asume una fuerte defensa del género como lo hace Martín García. “Pero lo peor es que no es cierto –dice sonriendo con picardía–. Muchas mujeres de mi generación, más grandes, y también las más jóvenes, se autodefinen como feministas, pero no publicamente. Prefieren que la gente las conozca como la ‘camada joven’, pero bastaría con preguntarles.”