Viernes, 24 de febrero de 2012 | Hoy
RECURSOS
La moda sustentable es una tendencia que llevan adelante algunas marcas con etiqueta de responsabilidad ambiental y también pequeños emprendimientos que quieren reconvertir el deseo de renovar el placard en un reciclaje de imagen y de concepción que no genere consumismo desechable. La filosofía de una belleza con inclusión y la alegría de vestirse pueden encontrar otro atajo para disfrutar sin culpas.
Por Luciana Peker
“¿Qué me pongo?” ya no es un interrogante frívolo, un fetiche sobre los fetiches femeninos o una duda entre la pila de ropa para lavar y los cambios de clima que vuelven la decisión del placard en un azar impiadoso sobre las coberturas (pocas o muchas) que hacen mucho más que cubrir al cuerpo. Pero si la moda es mucho más que ropa y el cuidado ambiental no es sólo una moda, la tendencia a un nuevo diseño sustentable implica la posibilidad de pequeños cambios de producción y de hábitos que conserven la alegría de una remera nueva, pero no la contaminación que provoca el desborde de consumo desechable en la próxima temporada otoñoinvierno.
Ya se anunció que las camisetas del futuro mundial de fútbol van a ser realizadas con plástico reciclado. Pero no se trata sólo de grandes anuncios ligados al marketing, sino de variadas y valiosas iniciativas. A saber: la empresa Tavex tiene el sistema Acquasuave para lavar el jean en el que ahorran una cantidad de agua muy significativa. María José Orione, la gerente de marketing de Tavex para América del Sur, explica: “La reducción de agua en el proceso proveniente de estas iniciativas puede ascender a un millón de litros de agua diarios y nos parece importante en función de las proyecciones de Naciones Unidas para el 2025 que indican que 1800 millones de personas vivirán en países o regiones con escasez absoluta de agua y dos terceras partes de la población mundial podrían hacerlo en condiciones de estrés hídrico”.
Pero la moda sustentable no es una moda más. “La sustentabilidad más que una gran tendencia mundial es una necesidad y una urgencia para el mundo en el que vivimos. Desde la moda, se pueden hacer muchas cosas –señala la diseñadora Mariana Dappiano–. Por un lado, trabajar con materiales biodegradables como el algodón; por otro lado, utilizar los recursos al máximo. Nosotros desarrollamos una línea de accesorios que se diseñan en base a los tacos que quedan del corte de los artículos de la colección. También nuestras molderías encajan como un juego de encastre para utilizar al máximo las superficies.” Ya no se trata de que haya mucha tela para cortar, sino para aprovechar.
Romina MacGibbony es licenciada en Ciencias Ambientales y editora de Sustentador, una empresa especializada en soluciones ambientales y subraya las motivaciones de esta tendencia: “Toda persona sensibilizada con la sustentabilidad buscará que sus prendas estén producidas bajo los conceptos del comercio justo y que sean confeccionados con fibras orgánicas o naturales y que se fomente la prohibición del uso de productos químicos o tintas contaminantes. A su vez, se fomenta el uso de materiales nobles y no aquellos sintéticos que provienen del petróleo. En Argentina y en el mundo existen grandes marcas –como Patagonia–, que están apostando a interiorizar estos conceptos en sus líneas de producción”. “El diseño sustentable más que una tendencia es una necesidad global, no debería existir creación ni producción textil sin responsabilidad social y ecológica”, apunta Laura Luases, alumna de los nuevos proyectos de voluntariado sustentables que puso en marcha la Universidad Nacional del Noroeste (Unnoba), en una investigación de Paula Wachs.
¿Por qué no llamarla ecomoda? “Nos gusta llamar a nuestras creaciones accesorios con conciencia ecológica. La ecomoda es eso, una moda.... lo importante es poder convertirlo en un hábito de todos los días. Es importante generar conciencia para que diseñar un producto considerando los impactos ambientales sea una constante y no algo pasajero y acabar con la cultura de usar y tirar”, se diferencia Yanina Griboff, de Lua Chea. Y reivindica los collares que producen a partir de revistas que les piden a las cafeterías o peluquerías y de los retazos que obtienen de los sobrantes de producciones textiles.
La elección es también una responsabilidad. Angie Ferrazzini, directora de “Sabe la tierra”, una asociación civil que promueve el consumo responsable y que ha puesto en marcha un mercado de productores en San Fernando, sugiere: “Como consumidores podemos preguntar de dónde viene lo que compramos y vestimos, si hubo o no trabajo infantil o esclavo en la cadena de producción y si las personas que trabajan reciben un salario digno. Por otro lado, priorizar la producción local y la compra de manos directas de sus diseñadores. Reducir el consumo, preferir ferias del usado, ropa vintage y cuidar y revalorizar lo que tenemos sin estar comprando siempre prendas nuevas. Hoy se empieza a hablar de moda ética donde, por un lado, se trabaja en la inclusión social, en la organización de cooperativas y, por otro, en los materiales con tendencia más ecológica”.
Otra idea de sustentabilidad social, más allá de los modos de producción, es una moda que no lastime a las mujeres. Ana Tello, jefa de imagen y comunicación de la marca Ver, apunta: “Nuestro modo de abordar el tema de la sustentabilidad es trabajar el respeto por la singularidad, por eso nuestros productos tienen un amplio rango de talles y nuestra campaña de comunicación tiene como protagonistas a mujeres reales e imperfectas que dan testimonio de una mirada amplia de la belleza, no centrada en el estereotipo social”.
La idea del reciclaje también tiene que ver con rescatar aquellas ropas que ya no se usan. Pero que tampoco se tiran. Sr. Amor es una colección realizada a partir de las donaciones al Ejército de Salvación. Por ejemplo, AY Not Dead rediseñó, con las prendas que suelen revolverse en cajones, prendas inspiradas en el Mayo Francés y la participación de la mujer en la política. La modernidad no fue ni repetir ni retirar, sino reconvertir. En Tramando también participaron del proyecto con la inspiración de las comunidades de abejas donde la función de cada una de las integrantes es fundamental más allá de las jerarquías o roles. De esta manera, intervinieron y deconstruyeron textiles hasta materializar enormes abejas.
Más allá de usar la ecología como slogan, Laura Rivas, de Tayko, aplica esta nueva confección a sus vestidos made in Villa Ortúzar. “Aprovecho al máximo los materiales generando muy poco desperdicio; corto a tijera y no a máquina, no me someto a los dictados de la moda y la colección no cambia completamente cada año, hago productos duraderos, no descartables”, describe. Carla Di Sí diseña anteojos, también con otra mirada. “El diseño sustentable nos ayuda a ver las cosas de una manera nueva –realza–, casi todo es sustentable, sólo que estamos acostumbrados a asumir que un producto sólo cumple la función para la que fue concebido. En mi caso, cuando empecé a fabricar mis anteojos vi que en la fábrica tiraban a la basura los recortes del interior de los aros de los armazones: ¡Unas piezas irregulares, lindísimas, del material más increíble del mundo! Para mí que siempre fue un sacrificio deshacerme de cosas lindas (aunque supuestamente ‘inútiles’) fue inevitable conservarlas. Hoy utilizo esas piezas para hacer accesorios o apliques. Me gusta el desafío de ver más allá de lo obvio y utilizar mucho el ingenio.”
Martín Pennacino es parte de Calling God, una nueva marca que utiliza algodón orgánico peruano y genera su producción en base a los preceptos del comercio justo, confecciones libres de trabajo esclavo y con sus propias etiquetas realizadas con papel reciclable y hechas a mano. El remarca: “Decir comercio justo es decir derechos humanos. Los integrantes de la cadena productiva de estas prendas reciben un pago justo que asegura su dignidad. Esta forma de comercialización rechaza toda clase de explotación, promueve la igualdad entre hombres y mujeres, la libertad comercial y te permite a vos usar ropa con conciencia social que celebra la vida”.
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