Vie 23.03.2012
las12

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Instantáneas del movimiento

Un documental de creación colectiva que retrata sin demasiados filtros el activismo en torno del derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos, a la vez que hace foco sobre los puntos irreconciliables del debate.

Aborto clandestino: crucifixión democrática está terminado. Son 59 minutos en los que las banderas flamean aun cuando no estén en cuadro. Banderas que hablan de la pertenencia política, de la causa que se persigue por pura sed de corregir al mundo –y no, ya no de cambiarlo–, de la urgencia con la que se cosen los límites entre la vida y la muerte. Banderas verdes, rojas, violetas; improvisadas en cartulina, pintadas sobre la calle, envolviendo el cuerpo porque es del cuerpo de lo que se está hablando. Del cuerpo de las mujeres como territorio de disputa cuando se trata de derechos reproductivos, de esos cuerpos diversos y expropiados de la posibilidad de decidir cuándo, cómo y con quién tener hijos o hijas o no tenerlos nunca. Este documental, creación colectiva de un grupo tan embanderado como sus imágenes, está terminado. Aunque seguramente el reciente fallo de la Corte Suprema sobre abortos no punibles y la presentación, por cuarta vez, del proyecto de ley de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal con la firma de 54 legisladores y legisladoras de distintos bloques bien podría abrir ese final que de por sí lleva la marca de los puntos suspensivos. Porque no habrá final para el movimiento que se retrata en Aborto clandestino... si no se quita esa palabra que marca la vida de las mujeres que abortan en Argentina; sea por el riesgo que implica, sea porque aun cuando se realice un aborto seguro, la ilegalidad es una forma de intemperie.

Muestras callejeras, testimonios en primera persona, voces de quienes se arrogan el calificativo de pro-vida para dejar del lado de la muerte a quienes piden por la libertad van ordenándose en Aborto clandestino siguiendo la lógica de la calle. Sin demasiada prolijidad, con la espontaneidad que exigen las discusiones ardientes, sin dejar de escuchar siquiera a las voces más reaccionarias. Y es que es escuchando a todas las voces como el discurso se va armando, nítido: la profesora de biología que, después de argumentar contra “la cultura de la muerte que significa legalizar el aborto” asume que no puede dar educación sexual en la escuela católica en la que trabaja porque cualquier mención a la sexualidad merece la penalización de padres y madres que consideran merecer el monopolio de la intimidad de sus hijos o hijas. La universitaria migrante que relata la mirada de soslayo recibida desde quienes la atendieron en un hospital público de la ciudad de Buenos Aires –“porque parece que les estás sacando el lugar a alguien más, que no tuvieras derecho a la consulta o a la salud”– por ser extranjera y la definitiva sanción por llegar con un aborto incompleto. La dificultad para conseguir misoprostol, la droga que permitió bajar el número de muertes asociadas al aborto, aun teniendo la receta necesaria. La saturación de la línea “más información, menos riesgo” que, justamente explica claramente cómo provocarse un aborto con misoprostol. Las discusiones históricas que se abrieron el año pasado en el Congreso de la Nación. La creatividad puesta en la calle para alertar sobre las mujeres que mueren cada año por causas relacionadas con el aborto clandestino. La desesperación de las niñas de uniforme a quienes se les perdona la falta a clase con tal de que vayan a exhibir esa desesperación por los niños no nacidos. Todo un collage de cómo se viene abriendo paso la discusión sobre el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos, los cambios de estrategias de la derecha y también los del propio movimiento a favor de la legalización.

La palabra movimiento, entonces, no podría estar mejor usada. Hay movimiento en la calle, en los claustros, en ámbitos legislativos, en los Encuentros Nacionales de Mujeres, en las asambleas. Hay movimiento y sobre ese ritmo se imprimen las instantáneas de Aborto clandestino: crucifixión democrática. Con algunas extrañezas como el testimonio de una joven que descubrió que fue comprada de bebé y anotada como propia –una apropiación no relacionada con la dictadura militar y por eso es un delito prescripto– y que relaciona los efectos de la compra venta de niños y niñas como mercaderías como el final de un callejón que empieza en la imposibilidad de las mujeres de decidir de manera segura sobre sus cuerpos. Y también una perla: el contraste entre el discurso de dos académicos de la Universidad Austral que citan a la Organización Mundial de la Salud para justificar no sólo su oposición al aborto si no también al uso de preservativos –tanto para prevenir embarazos no deseados como para evitar la transmisión de infecciones– con otras dos entrevistas realizadas en la sede de Ginebra de la OMS que desmienten cada uno de los argumentos antes citados para dejar en clara evidencia cómo se manipula la información, sobre todo cuando se cuenta con una institución y un título a modo de respaldo.

Aborto clandestino: crucifixión democrática, creación del Colectivo Elsa Torres, es el primer paso de una convocatoria más amplia a sumar material para un festival por el aborto legal, seguro y gratuito en el que el arte se convierta en herramienta para una transformación necesaria. Es en definitiva, parte del movimiento.

Para conseguir el DVD o enviar aportes al Festival por el Aborto Legal Seguro y Gratuito: [email protected]

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