Vie 04.05.2012
las12

RESCATES

El oído absoluto

Marie Thérèse von Paradis

(1759 - 1824)

› Por Marisa Avigliano

Amiga de Mozart, pianista ciega, compositora célebre –una de las preferidas de Jacqueline du Pre– y alumna de Leopold Kozeluch, el compositor checo que sentía por Wolfgang Amadeus el mismo amor que sentía Salieri. ¿Algo más para que el perfil de Marie Thérèse von Paradis sea tan atractivo como melodramático? Sí, muchas de sus partituras (incluida una ópera) se perdieron.

Marie Thérèse nació en Viena, a los dos años empezó a tener problemas visuales y a los cinco perdió la vista definitivamente. Como su padre era secretario de Comercio y consejero de la corte imperial –muchas crónicas desmienten que la niña haya sido ahijada de la emperatriz– la cercanía con el trono la llevaron a la joven pianista hasta el mismísimo doctor Franz Anton Mesmer, quien intentó curarla con imanes y su método hipnótico (conocido como magnetismo animal o mesmerismo). La relación entre los dos desde 1776 y hasta mediados de 1777 –con períodos de una cura probable– fueron un escándalo en su época y un vergel para la ficción literaria (Alissa Walser) y cinematográfica (Roger Spottiswoode).

La joven cantante estudió teoría y composición musical con Friberth y Vogler, y canto con Vincenzo Righini y con Salieri. A los 16 años ya daba conciertos en los salones vieneses de moda. Obras de W. Amadeus –en especial el Concierto en si bemol mayor (Mozart, K.450)– y de Haydn eran ejecutadas por la adolescente quien a menudo se reunía con los compositores. Muchas de las versiones que arman su biografía aseguran que tanto Mozart como Haydn crearon música especialmente para ella y algunos se atreven a asegurar que hasta compartieron ideas en las partituras. Otros, sin embargo, dicen que sólo eran inventos de sus maestros y promotores, fábulas inventadas generalmente por Leopold Kozeluch.

Lo que nadie parece poner en duda es que Marie era dueña de una memoria excelente y una audición excepcionalmente precisa, por lo que no le fue difícil recordar sin titubeos ni errores más de sesenta conciertos y un amplio repertorio de cantatas religiosas.

Pero Viena no iba a ser su único escenario, acompañada por su madre y por Johann Riedinger, quien inventó una tabla de composición especialmente para ella, viajó a París y a Londres donde dio más de catorce conciertos con excelentes críticas y elogios a su fluidez interpretativa. Mientras su fama crecía, su vocación docente la llevó hasta Valentin Haüy, con quien compartió la creación de la primera escuela para ciegos (1785). Su gira europea se extendió a Hamburgo, donde conoció a Carl Philipp y Emanuel Bach, a Berlín y Praga, ciudad a la que volvió en 1797 para la producción de su ópera Rinaldo und Alcina (partitura perdida). Durante su viaje, acompañada por su tabla personal y una máquina de impresión a mano, inventada por Wolfgang von Kempelen, comenzó a componer música para piano solista y algunas piezas para voz y teclado. Pero para su desazón, sus obras instrumentales y cantatas no tuvieron el éxito esperado y Marie Thérèse decidió dedicarse a la enseñanza casi exclusivamente. En 1808 fundó su propia escuela de música en Viena, en la que solía compartir conciertos con algunos de sus alumnos. La dama vienesa que siempre estuvo a favor de la monarquía (compuso una cantata, Monumento Nacional, en honor a Luis XVI) y compartió escenario tocando sonatas para chelo y piano con el príncipe de Gales –violonchelista devoto–, continuó enseñando y dando conciertos dominicales en su propia casa hasta que murió en Viena un 1º de febrero.

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