PERFILES > MAIAMAR ABRODOS
Docente universitaria, actriz, escenógrafa y también pintora y escultora. La vida de Maiamar Abrodos y el arte siempre fueron casi una simbiosis, palpable a primera vista para quienes recorren y conocen el circuito cultural, no solamente ese que se da puertas adentro de los teatros de una supuesta elite o de complejos cargados de clics modernos donde la desgracia es, justamente, no pertenecer.
Maiamar es docente del IUNA (Instituto Universitario Nacional de Arte) y la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático). Desde 2008, cuando ya tenía más de 40 años, su identidad femenina por fin pudo expresarse. “Yo soy una mujer transexual. Es así, liso y llano”, suele decir cuando se presenta frente a la clase. Pero claro, lo que para ella era liso y llano, para muchos se volvía terreno escarpado. Sobre todo cuando Maiamar y su DNI se encontraban cara a cara y, por ejemplo, una simple compra con tarjeta se volvía casi un acto delictivo. Y ahí, dale que va con la explicación que, claro, algunos entendían y otros no.
El juez Miguel Güiraldes le negó la posibilidad de inscribir su verdadero nombre en todos los documentos legales. Pero no se quedó con el no: se jactó, además, de los “escalofríos” que le daban el sólo hecho de pensar en un cambio de sexo, que para él era sólo una “mutilación”. El hombre se apoyó firme sobre las “leyes naturales” y un manual de diagnóstico de enfermedades mentales que se produce en Estados Unidos y es referencia para el mundo. El mismo manual que el activismo trans denuncia por patologizar sus identidades. El golpe de la primera instancia se alivió cuando la Cámara de Apelaciones falló a favor de Maiamar. Pero el DNI que inscribe el nombre de Maiamar llegó después de la larga lucha, no sólo judicial sino militante, que terminó con la sanción de la Ley de Identidad de Género. Y el lunes pasado lo recibió de manos de la presidenta en el Salón Mujeres Argentinas de Casa de Gobierno. Para el juez Güiraldes que lo mira por tv.
Maiamar quiere quiere que su cuerpo exprese su identidad. Quiere hacerse una cirugía de reasignación de sexo. Dice que es lo primero que va a hacer y ahora la ley la ampara, porque esa expresión forma parte de su derecho al acceso a la atención integral de la salud. Cuando era chica creía que había un error en su cuerpo y que el tiempo lo iba a solucionar. “Después te das cuenta de que no hay milagros y que la operación está lejos”, admite.
El lunes, entre flashes, abrazos, gestos de cariño y esa sensación indescriptible que sólo se siente con las luchas ganadas, Maiamar aseguró que iba a cumplir la ilusión de toda su vida. Algunos cambios, de esos buenos, positivos y cargados de futuro ya empezaron: fue designada la nueva directora de la carrera de escenografía del IUNA. Y va por más.
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