DEPORTES I Tres de cada diez deportistas nacionales en los Juegos Olímpicos son mujeres. Además, la embajadora es Luciana Aymar. Pero más allá de Las Leonas hay nadadoras, maratonistas, remeras, esgrimistas, judocas y otras deportistas que entrenan durante años para los Juegos que comienzan hoy en Londres. Y, además de un espectáculo deportivo, son un espejo para estimular que niñas, adolescentes y adultas se conecten con la posibilidad de jugar.
› Por Luciana Peker
Los Juegos Olímpicos empiezan (con una gran ceremonia inaugural) y ahí van a estar 137 deportistas argentinos. Habrá 96 varones y 41 mujeres, el 30 por ciento de la delegación argentina que, además, por primera vez, recibió apoyo económico (becas) para sus entrenamientos (a través de un impuesto del 1 por ciento a la telefonía celular) de la Secretaría de Deportes y el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard). La novedad también es que una mujer será la máxima representante argentina –un símbolo que no pasa de largo– y que contará con Luciana Aymar como abanderada nacional. La mejor jugadora de hockey ganó ese puesto (por diez votos a favor) en la elección para dictaminar quién representaba a la Argentina, entre el tenista Juan Martín Del Potro, el basquetbolista Luis Scola y el ciclista Walter Pérez.
Luciana Aymar quería ese puesto. Lo había adelantado. Y cuando se encontró con la presidenta Cristina Fernández –ya electa– le habló de una propuesta para hacer masivo el deporte. Pero, además, su figura ayuda a estimular el juego en las niñas, un don que a veces queda haciendo rebotes en los pies de los chicos y deja fuera de la acción a las chicas. Ni hablar a las mujeres que cuando crecen no suelen tener un picadito para encontrarse a transpirar y les resulta más difícil conectar con la descarga, el disfrute, la salud, la autoestima, la superación y la cooperación que genera el deporte. “Al principio se trataba de nenas, ahora a mí se me acercan mujeres de 50 confesándome que se pusieron a practicarlo. Inédito e increíble”, dice orgullosa Aymar en Gente.
Ella se convirtió en un símbolo. Aunque los valores del marketing que les endilgan con la sigla S.H.E. son Solidaridad, Humildad y Esfuerzo, tres valores, pero muy ligados con los estigmas femeninos. A los varones, en cambio, les cuelgan los adjetivos de garra, liderazgo, potencia: cualidades que siempre se presentaron en la masculinidad destacada.
Pero sea como fuere –y aunque hagan desfilar a Las Leonas por una pasarela porque a los demás, y a muchas de ellas también, les preocupa que el deporte no sea asociado fuera de la feminidad de la coquetería– los Juegos Olímpicos son una oportunidad para ver a un abanico de mujeres jugando esgrima, nadando, remando, corriendo, peleando: una diversidad de fuerzas y energías que muestran otros espejos en donde mirarse.
Otro símbolo con historia –compite el 29 de julio por cuarta vez en unos Juegos Olímpicos– es la cordobesa Georgina Bardach, que se convirtió en la nadadora más reconocida del país cuando consiguió la medalla de bronce en Atenas 2004. “Los cuatro Juegos me tocaron todos en distintos momentos. Este me toca en una etapa en la que volví a elegir la natación. Ahora estoy nadando porque es lo que me gusta y lo voy a disfrutar”, asegura.
María Peralta no es tan famosa, pero es uno de esos nuevos ejemplos en donde mirarse, aunque no por mucho tiempo, porque su virtud está en la velocidad. En correr. Pero no (al menos no solamente) con ese verbo que se le ha impuesto a la mujer moderna de ir de un lado al otro, sino porque ella es atleta. Su primer sueño ya está cumplido. La última parte de su entrenamiento la realizó en Kenia. “Es una doble alegría porque allí están los mejores corredores del mundo y puedo entrenar en altitud las últimas semanas. Ya es mi primer sueño cumplido”, le contó a Las/12 desde Mar del Plata, entre la alegría y el llanto por los rincones antes de viajar. Ella dejaba esa noche a Maya, de 4 años, y Ainhoa, de 2.
Ellas y mejorar su marca personal son las dos metas de la maratonista que corre desde los 8 años. “Mi mamá me anotaba en todos lados, sobresalía en la escuela porque les ganaba a los varones”, dice orgullosa. Fue 28 veces campeona nacional en todas las categorías de atletismo y ya representó a Argentina 25 veces. Pero siente que en su camiseta hay algo más que colores. “Yo soy una mujer de 34 años con dos nenas y me gusta representar a las amas de casa y a las mamás. Estoy feliz de que mis hijas me vayan a ver a los Juegos”, subraya.
En una publicidad –con Emmanuel Ginóbili y su mamá– se muestra lo que hacen las madres para que sus hijos/as lleguen a los Juegos Olímpicos, pero nadie muestra lo que hace una madre para criar y llegar ella a los Juegos. “Es difícil porque estoy pensando qué vamos a cenar, me enrosco en que coman bien y no chatarra, enciendo el lavarropas, las baño todas las noches. A ellas no les interesa si la mamá corre más rápido, ellas quieren sus cereales y que les lea un cuento y yo intento estar en todo y, a veces, me desbordo. Pero soy feliz haciendo lo que me gusta. Obviamente que si no tuviera el respaldo de una familia que me acompaña y de mi marido Andrés Mena no podría hacer nada porque necesito contención y estabilidad emocional”, cuenta.
Eso se traduce en que, cuando ella llora porque va a dejar a sus hijas, él le diga:
–María, tranquila estamos orgullosos.
Los Juegos se van a transmitir por la televisión pública, por Direct TV –con 900 horas de transmisión deportiva– y en Internet por Terra que, además, ayudaron a esponsorear a las atletas para que pudieran cumplir con sus metas y dedicarse de lleno a entrenar. A pesar de que el mercado de la publicidad y el deporte está ligado a los hombres, también Cadbury realizó una campaña –Chocolovers– en donde alienta a las atletas a competir y a las mujeres a poder salir de la idea de pecado capital por comer un chocolate y, en cambio, a cuidar su cuerpo a través del deporte.
Para la campaña “Haute Couture Sport”, Cadbury convocó a ocho atletas olímpicas argentinas que posaron bajo la conducción del fotógrafo Gabriel Rocca. Ellas son: Magdalena Aicega (hockey), Belén Pérez Maurice (esgrima), Paula Pareto (judo), María de los Angeles Peralta (atletismo), Georgina Bardach (natación), Nora Vega (patín), Bettina Fulco (tenis) y Romina Plataroti (gimnasia artística). Pero no siempre fue bien visto ser deportista. Ni siquiera por los que estaban cerca.
“A Olga Tassi, su padre, Augusto, un italiano conservador, directamente le prohibió viajar a los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1932. Atleta de enorme resistencia, varias veces campeona argentina y sudamericana, Olga, nacida en 1901 en Pergamino, compitió primero con el apellido materno (De Angelis). ‘Ya que corrés hacelo con tu nombre’, le había advertido su padre. Olga lo engañaba diciéndole que iba al cine con amigas, pero iba a entrenarse. Con el tiempo, don Augusto venció sus prejuicios, aunque la obligaba a comer ‘una platada de tallarines’ antes de cada competencia, creyendo que así tendría más energía y resistencia. Aun así, Olga logró 59 victorias en carreras de 50, 60, 80, 100 y 200 metros llanos. Uno de sus mejores triunfos fue la posta ganadora del Sudamericano de Lima de 1939, donde corrió junto con Elsa Irigoyen, otra pionera del deporte femenino. Elsa, que sí tenía el aliento de su padre, descolló especialmente en esgrima, donde el problema eran los horarios de entrenamiento, siempre a contramano, porque los mejores eran reservados para los hombres. Ganó veinte campeonatos argentinos de florete y su momento cumbre fue la medalla de oro de los Juegos Panamericanos de Buenos Aires ’51. En atletismo compitió junto con Noemí Simonetto, que en los Juegos de Londres ’48 saltó 5,60 metros y durante más de media hora se sintió campeona olímpica, hasta que la húngara Olga Gyarmati saltó 5,69 y se llevó el oro. Su medalla de plata, hasta 2009, sigue siendo el máximo triunfo del atletismo femenino de Argentina en la historia de los Juegos Olímpicos. Cuando en 1946 fue elegida mejor atleta del año, la casa Election le regaló un reloj. Tuvo que pedir permiso para recibirlo. Aún regían conceptos ridículos de amateurismo”, reseña la dura entrada de las mujeres a los Juegos en Argentina Ezequiel Fernández Moores, periodista y autor de Breve historia del deporte argentino, de Editorial El Ateneo.
El historiador del deporte también destaca: “La Argentina recuerda a la nadadora Jeannette Campbell, la primera atleta olímpica de su historia, medalla de plata en Berlín ’36. Campbell, fallecida en 2003, da hoy su nombre al remozado natatorio olímpico del Centro Nacional de Alto Rendimiento (Cenard). La reformada cancha de césped sintético del Cenard donde se entrenan Las Leonas fue bautizada a su vez con el nombre de Adriana Acosta, integrante de la selección de hockey y desaparecida en 1978, a los 22 años. Distinto es el caso de la fallecida tenista Mary Terán de Weiss. El Movimiento Social del Deporte (MSD) espera respuesta de la nota que envió el 19 de febrero pasado al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires preguntándole por qué sigue llamando Parque Roca en su folletería oficial al estadio cuyo nombre es Mary Terán de Weiss. “Más que olvido, nos lleva a pensar que es un problema de discriminación”, dice la nota. Mary Terán de Weiss fue una formidable tenista más de medio siglo atrás. Pero se la recuerda ante todo por sus intentos de popularizar el tenis cuando fue funcionaria de Perón en los años ’50. Eran tiempos de enfrentamientos. El tenis la puso en la lista negra tras el golpe militar de 1955. El boicot fue eterno. En 1984, a los 66 años, se arrojó desde un séptimo piso de un edificio de Mar del Plata.”
Carla Ribecchi es una joven leona que, en cambio, fue motivada a jugar: “Empecé de muy chica, era muy inquieta, así que me llevaron mis papás a hacer muchos deportes, para que gastara energía ¡porque no paraba un minuto!”. En su caso, igual que en el de Belén Maurice Pérez, que hace esgrima, y Jenny Dahlgren (que es segunda generación olímpica), la historia de sus madres las motivó a continuar por su camino. “Mi mamá me llevó a hockey porque ella jugaba también y lo elegí porque fue el que más me gustó y porque además me fui haciendo de un grupo de amigas con el que me gustaba compartir. Ahora soy feliz de poder jugar los Juegos Olímpicos. Es una experiencia increíble y única para un deportista.”
María Laura Abalo rema en el Club San Fernando. Remar es un verbo estirado a esforzarse, pero en el caso de ella es literal, tanto como su meta. “Llegar a los Juegos Olímpicos es cumplir el sueño de toda mi vida. Siempre hice deporte, jugué básquet, voley, handball, atletismo, natación, softball, todo. La máxima aspiración de cualquier deportista amateur (porque creo que los profesionales, por lo general, no valoran el olimpismo y sus valores) es llegar a los Juegos. Hace 10 años que remo y hace 10 años que remo para alcanzar mi sueno olímpico. Hoy, por suerte, puedo decir que todo el esfuerzo rindió sus frutos”, se enorgullece.
Y que haya mujeres que llegan genera que haya otras que quieran llegar. “Después de haber ganado los dos oros Panamericanos, uno de los primeros días que llegué a mi club una niñita de unos 4 años corrió hacia mí, se abalanzó, la alcé en mis brazos y me dijo: ‘Quiero ser como vos, quiero remar’. Ahí me cayó la ficha de que hay muchas chicas que nos miran, quizás como un ejemplo”, relata. Pero, además, un ejemplo que no es sinónimo –como el mandato de hacer gimnasia para estar bella– de juventud eterna y frustrante. “Es un deporte que uno puede hacer toda la vida, ya que no tiene impacto. Es un deporte que te desconecta de la vorágine del mundo actual, sos sólo vos, tu bote y el río, el escenario cambiante del río, del cielo, es increíble”, atrae. El machismo mete el remo, pero también ella pone su garra: “Obviamente en la Argentina hay muy pocas mujeres que lo practican porque se cree que es un deporte de hombres. Creo que no existen deportes de hombres o de mujeres, una tiene que buscar la actividad que le gusta y hacerla porque le gusta”.
Belén Pérez Maurice tiene 27 años y juega con espadas desde los 13 como su mamá, Ivonne Maurice. “Ir de viaje fue lo más divertido”, recuerda después de saltar sogas, dar pasos cortos, combatir con casco y elongar. También desmistifica el uso para defensa personal. “Salvo que tengas un paraguas de mucho no te va a servir”, se ríe. Pero es parte del asunto: divertirse. El permiso para trabajar de divertirse. “Es una felicidad enorme plantearte un objetivo y lograrlo. Te hace sentir orgullosa”, dice Belén y sigue dando saltitos cortos en un gran salto, cuando todavía hay salas (lugares de entrenamiento) en las que no permiten mujeres, a diferencia de la Fundación Argentina de Esgrima, en donde sí se ven muchas y de todas las edades. “Podés ser mujer, hacer deporte y ser lo que quieras”, festeja y sueña, sueña con tocar 15 veces a sus rivales para ganar. Aunque ganar es que cada una de las 41 mujeres que compiten en Londres les abran la puerta a miles de mujeres argentinas para jugar. Simplemente jugar.
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