PANTALLA PLANA
Eso parece decir el personaje que encarna Mariano Martínez en Mi problema con las mujeres, unitario impersonal y atemporal donde las que se cruzan con el galán sólo quieren casarse y la mujer de verdad es, como la madre, una sola.
› Por Marina Yuszczuk
José Salinas es un salame. Tímido, balbuceante, llevado de acá para allá por una bandada de mujeres encabezada por su madre, nervioso y sin mucha personalidad visible por el momento, ni siquiera se atreve a pedirle al vecino que no le encierre el auto con el suyo y prefiere correrlo entre puteadas todas las mañanas. Que José tenga la cara y el cuerpo de Mariano Martínez en buzo con capucha y camperita de cuero superpuesta no vuelve la situación demasiado convincente, pero bueno: estamos en una ficción y la verdad es que en Mi problema con las mujeres, el nuevo unitario que Telefe estrenó hace dos semanas y que todos los lunes compite con Showmatch, la combinación de un formato de origen peruano con producción argentina y destino de exportación (como hace suponer la presencia de la colombiana Ana María Orozco, la ex Betty, La Fea, como protagonista) genera desde el primer minuto un clima enrarecido. En una ciudad que suponemos Buenos Aires, pero donde los exteriores vienen borrando marcas de pertenencia (ni hablar, acá, del famoso costumbrismo), José vive en un departamento cool pero impersonal, trabaja como diseñador para una empresa de cosméticos que se llama Divain (¡auch!), tiene una madre moderna y sexuada, pero sobreprotectora, que no le pierde pisada (una contradicción que encarna Mónica Gonzaga) y, sobre todo, cansado de que el trato con las mujeres, desde compañeras de trabajo hasta novias y ex se le vuelva un calvario, decide empezar una terapia.
Con los ejemplos que se ofrecieron hasta ahora de los famosos problemas con las mujeres del protagonista, no parece que lo suyo sea demasiado preocupante (una que lo asustó por mirar con cariño un vestido de novia, otra demasiado liberal que se transó a un amigo delante de él en una fiesta, una tercera que no quería “entregar” cuando ya iban por la sexta cita). Pero Mariano Martínez se esfuerza por hacer el chico desorientado en un mundo de chicas que parecen –le parecen– potenciales psicópatas, amparado en el lugar común de que las chicas somos un misterio y eso por no decir, menos eufemísticamente, que estamos todas locas. Así es como a José Salinas todo lo desconcierta, el más mínimo gesto que haga una chica le parece inexplicable y jamás se le ocurrirá interpretar esos actos indescifrables con parámetros humanos. Eso que todavía falta mencionar la característica central y constitutiva de toda mujer en el imaginario de Salinas: la voluntad imperiosa de casarse con el primero que se le cruce y le diga que sí, algún chico promedio elegido medio al azar que esté lo suficientemente desprevenido como para no atajar a tiempo sus avances bélicos (hoy te pido la llave, mañana me instalo y cuando te querés dar cuenta tenemos un perro y tres hijos).
Esa es otra de las razones por las cuales José Salinas es un salame, y la serie no es nada tonta al presentar esa galería de chicas freaks desde el punto de vista paranoico y distorsionante de un protagonista que por todas partes ve enigmas y amenazas. Por eso la estrategia del chico, en el que es oficialmente el año de la terapia, es acudir al consultorio de un psicoanalista con remoto acento cordobés y un conductismo furioso interpretado por Yayo. Por eso, y por la aparición estelar de Ana María Orozco como la nueva jefa de la empresa, parece que hay una luz de esperanza para Salinas y también para la serie. Es que Verónica no es una (perdón) “minita” como todas las chicas que rodean a José, sino que hasta el momento parece una verdadera mujer que puede conectar con él desde el trabajo compartido y el apoyo mutuo (si me disculpan el lenguaje de manual de autoayuda para la pareja moderna). Como sea, Verónica pone en escena eso que la serie tanto estaba necesitando: la seducción real, el deseo. O bueno, tan real como pueda parecer una seducción en este mundo hiperartificial y con aires publicitarios que por momentos hace sentir a los personajes como peces de colores fuertes que se mueven desconcertados en el interior de una pecera.
Mi problema con las mujeres se emite los lunes, a las 22.30, por Telefe.
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